Capítulo 14: El regreso de Jorge

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Vuelvo a casa con los ojos entrecerrados.

Maldita luz.

Maldito sol.

Entro en casa y mis amigas están sentadas en el sofá y en cuanto entro me miran con la ceja levantada. Saben todo o por lo menos se lo imaginan.

—¿Qué?

—Tú vienes de casa del señorito Alborán... ¿A que sí?—Me pregunta Olga, las demás asienten.

—Pues... sí, ¿y qué?—Me pongo roja.

—¿Ves como funcionó lo de los celos? Habéis acabado juntitos...

—Funcionó, pero da igual, sigue queriéndome para una sola cosa...

—Pues hay una noticia que te va a alegrar... Mucho.

—¿Ah, sí?—Pregunto intrigada.

—Sí, Jorge vuelve para quedarse esta vez.—Sonrío inmensamente.

—¿En serio?—Pregunto emocionada

—¡Sí!

—¡Es genial! Le echo muchísimo de menos.

—Yo también, es el mejor.

Jorge es el mejor amigo que se puede tener. Y por suerte es el mío.

Se marchó hace unos meses por trabajo a Madrid y se ve que ya no tiene o que lo ha dejado . Me alegro de que vuelva, le echaba demasiado de menos, es mi mejor amigo al fin y al cabo.

Recibo un whatsapp, suyo.

*Heeey, ¡he vuelto! Así que deja todo lo que estés haciendo, en hora y media nos vemos, te paso a buscar enana*

No puedo evitar sonreír, a pesar de que me ha llamado enana.

*Enana tu madre, nos vemos idiota ;)*

Tenemos la costumbre de insultarnos, pero todo con amor.

Hace calor, quiero darme un baño en la piscina.

Me pongo el bikini y salgo al jardín.

Y ahí está Pablete, en su piscina, con los ojos cerrados, relajado.

Te voy a joder tu tarde de relax, guapo

Salto la valla de arbustos que separa nuestras casas intentando no hacer ruido y llego hasta su piscina, sigue tranquilo, no se ha dado cuenta de mi presencia.

Cojo carrerilla y me tiro en bomba en la piscina, cayendo muy cerca de él y haciendo que se sobresalte.

—¿Pero qué...?—Pregunta confuso

—Buenas tardes señorito Moreno.

—Estás fatal...—Dice riéndose y quitándose el agua de los ojos.

—Gracias.—Digo pestañeando exageradamente. Él ríe y yo también.

Está tan mono cuando se ríe.

—Estás de buen humor por lo que veo...

Y más ahora...

—Sí, estoy muy contenta.—Me acerco a él y rozo su nariz con la mía suavemente, a punto de besarnos, si alargo los labios puedo tocar los suyos, y si él sube la barbilla me besará.—Muy, muy contenta...

—Ya lo veo...

Nos quedamos así, parados. Hasta que se mueve ligeramente y sus labios rozan los míos solo por un segundo, pues un grito hace que me aleje.

Ecos (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora