Capítulo 21: Reencuentro con el rubio

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—Oye, tenemos que irnos ya.—Le digo a Marcos intentando que no se note mi nerviosismo—AHORA.

Agarro la manga de su camiseta y tiro de él pero no se mueve.

Levántate joder

—¿Por qué? ¿Qué pasa?—Pregunta confundido.—¿Te encuentras bien? Estás pálida.

—No estoy bien, te lo explico luego, ahora vámonos por favor.

Al menos Pablo está de espaldas y no me puede ver, pero no quiero tentar a la suerte.

—Está bien, está bien... Relájate.—Paga la cuenta y nos levantamos rápidamente, justo cuando Pablo se levanta de su mesa y se acerca a la entrada para ir al baño.

¿De verdad? Gracias universo. Te amo

En serio, el destino me odia y quiere que muera aquí mismo de un ataque de pánico.

—¿A-África?-Pregunta confundido mirándome con los ojos muy abiertos.

Está flipando, al igual que yo.

—¿Sabes qué? Mejor me voy yo delante y ya nos vemos en el hotel.—Le digo a Marcos, ignorando al hombre que me ha robado el corazón que se acerca hacia mí.

Salgo corriendo del restaurante ignorando sus gritos.

Has tenido una idea genial, echarte a correr en un lugar que no conoces, bravo

Mierda

Soy tan lista...

¿Dónde estoy? No recuerdo haber llegado aquí, no sé cuanto tiempo llevo corriendo y no sé cómo volver. Solo sé que estoy exhausta, no puedo dar un paso más.

Me siento en la acera y respiro hondo, me he matado a correr y no puedo más.

Cierro los ojos e inspiro profundamente.

Cuando los abro él está frente a mí.

¿En serio?

—Eres rápida.—Dice jadeando intentando recuperarse.

—No lo suficiente al parecer.—Digo algo más borde de lo que pretendía. Qué coño, puedo ser todo lo borde que quiera.

¿Por qué narices ha tenido que seguirme? Podría haberse quedado quietecito pero no, tenía que perseguirme.

Le gusta torturarte...

—¿Cómo estás?—Dice mostrando verdadero interés.

—¿De verdad te importa?

Suspira

Soy una chica dura, a estas alturas ya debería saberlo.

—¿Cómo crees que estoy?

—No lo sé, por eso pregunto

—Yo tampoco lo sé, la verdad. Lo único que sé es que no estoy bien.

No quería decirlo en voz alta, no quería que se enterara, pero ya es tarde.

Se sienta a mi lado, intentando no ponerse demasiado cerca, lo agradezco.

—¿Cómo es que has acabado viniendo aquí? Por lo que me dijiste pensé que no querrías acercarte a mí a menos de mil metros de distancia.—Dice mirándome fijamente con esos ojos marrones que me atraviesan el corazón.

Ecos (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora