Capítulo 19: Charla inesperada

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Los días pasan, lentos, pero al menos el sol sale y se oculta a su hora, no puedo pedir más.

Al fin y al cabo yo elegí no hablar más con él y cortar toda comunicación con mi ídolo, porque a pesar de todo siempre será mi ídolo.

Se acerca el día de la boda de Joaquín y Sara y ¡sorpresa! Estoy invitada.

Ni siquiera sé por qué

Es realmente una sorpresa.

No me apetece mucho ir, al fin y al cabo Joaquín y yo tuvimos nuestra historia y va a ser un poco incómodo... Pero si me han invitado no quiero ser una borde, los dos hemos pasado página.

Aunque su futuro parece que va a ser bastante distinto al mío

También se acerca el cumpleaños de mi hermano, cumple 18 y eso le dará licencia para hacer todo lo que ha hecho hasta ahora, pero legalmente. Su regalo van a ser dos billetes de avión a donde él elija (espero que tenga piedad y no elija ir al Caribe porque un sueldo de camarera y unos pocos ahorros no dan para tanto). Aun así se merece un buen regalo, no te haces mayor de edad todos los días y se merece un gran regalo.

Se han acabado nuestras vacaciones, y hemos vuelto al bar. Joaquín ha abierto la terraza, ahora tenemos a más gente y por eso han contratado a Jorge como camarero (por recomendación de Alba y mía), me alegro de tenerle de compañero, al igual que a Alba.

A pesar de tener a mis mejores amigos no tengo ganas de trabajar, la verdad.

Le echo tanto de menos que me duele el corazón como si lo estuvieran apuñalando sin parar y vivo en un estado permanente de tristeza, con un nudo en la garganta que no se va aunque llore, se queda ahí, haciéndome sufrir.

Prometí no llorar más, pero me ha sido totalmente imposible. No soporto que no esté, no soporto no ver su sonrisa, no soporto no verle desde mi ventana. No lo soporto.

Es demasiado para mí y han pasado solo dos semanas desde que se fue, no sé como voy a aguantar el resto de mi vida.

Porque eso es lo que necesito, no verle más.

¿Verdad?

Pff... Ya no sé qué pensar.

Vuelve dentro de un par de meses más o menos, pero la situación seguirá siendo la misma, él tiene derecho a no querer una relación y yo le quiero como pareja, aunque sé que no puede ser.

No sé definir cómo me siento. No puedo odiarle porque me dejó claras sus intenciones, pero no puedo hacer como si nada hubiera pasado. Estoy segura de que notó que me estaba enamorando, podría haberme parado los pies pero dejó que me ilusionara.

Por mucho que me lamente las cosas no cambian, y ahora mismo tengo que servir mesas en la terraza a gente que no puede casi tenerse en pie y cuyas intenciones son tocarme el culo e intentar llegar a algo más.

Demasiado gañán y salido por aquí

Ay, como te echo de menos Pablo...

Juan, el rubio del que Pablo me "salvó" está aquí, y en bastante peor estado que la última vez que le vi, aunque yo tampoco iba precisamente sobria aquella noche como para juzgar a nadie.

Ahora que sé a lo que se dedica prefiero no acercarme mucho a él, aunque es difícil si soy la camarera y no para de pedir copas como si se estuviera deshidratando y el alcohol calmara su sed.

—Deberíais marcharos, no os voy a servir más.—Le digo a él y a sus amigos, que se ríen.—Habéis bebido demasiado.

A mi no me hace gracia, idiotas

Ecos (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora