Capítulo 24: Huyendo de sus lunares después de haberlos besado

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Despierto de madrugada y veo que el brazo de Pablo está sobre mí y sonrío, acurrucándome junto a él. Su cabeza en mi cuello y su pierna entrelazada con la mía.

Me pasaría así la vida entera.

Cierro los ojos de nuevo y al despertarme un par de horas más tarde Pablo ya no está a mi lado.

Me levanto y le busco. Escucho una voz en la planta de abajo y escucho, está hablando por teléfono.

Ya lo sé, soy una cotilla, lo admito.

—¿Diana? Hola, sí, perdona por no llamarte y por colgarte así antes. ¿Que con quién estaba? Pues era una... Una amiga de Málaga que ha venido a visitarme. No, no es mi novia, sabes que ahora mismo no puedo afrontar algo como eso. Sí, lo sé, te dejé tirada el otro día, me surgió algo importante. Está bien, te llamaré pronto, lo prometo. Adiós.

Lo sabía, dentro de mí siempre he sabido que nada ha cambiado. Sigue teniendo sus "amiguitas" y yo sigo siendo una más para él. No sé por qué me he engañado a mí misma cuando sabía que iba a salir perjudicada de esto. Él gana un orgasmo y yo pierdo mi dignidad, no es un intercambio justo.

¿Diana? ¿Ha estado con otra? ¿Era la persona con la que hablaba antes? Así que no era trabajo... Era trabajarse a otra.

Le escucho subiendo las escaleras y corro hacia la cama, me escondo bajo las sábanas y cuando se mete en la cama e intenta abrazarme me alejo de él fingiendo que sigo dormida, intentando evitar que me toque. Me siento tan mal conmigo misma ahora que no podría soportar su roce.

Tarde para ser cariñoso, guapo.

(...)

La luz cegadora del sol hace que abra los ojos y procese, lentamente, lo que pasó ayer.

No debí haberlo hecho, eso lo tengo claro

No debimos hacer aquello.

Me arrepiento, mucho.

Aun así era algo que los dos queríamos hacer, los dos nos provocamos mutuamente, demasiado. Y, aunque fue un error y lo tengo muy claro, no puedo cambiarlo. Ya está hecho.

Lo hecho hecho está y no voy a lamentarme más. Llevo demasiado tiempo así.

El momento de haber hecho algo fue ayer, y lo hice, aunque no lo que debía exactamente...

Además, ya escuché todo lo que tenía que escuchar. Los celos me están devorando y tengo mucha rabia contenida, contra él y contra mí misma por no saber controlarme, riñéndome por comportarme como una adolescente con las hormonas revolucionadas.

Pablo está dormido a mi lado, con la cara aplastada contra la almohada.

Joder, ¿qué he hecho?

Sabes perfectamente lo que has hecho.

Estoy muy perdida.

Necesito irme de aquí ya.

Me levanto de la cama y busco mi ropa, no está. ¿Dónde narices la puse anoche? Estaba demasiado concentrada en él como para fijarme en dónde tiraba la ropa. No puedo pararme a pensar en eso ahora, me voy a Málaga en seis horas y tengo que irme ya, antes de que Pablo se despierte.

La realidad me golpea como un balde de agua fría.

Recuerdo por qué decidí alejarme de él, recuerdo lo único que quiere de mí, y me maldigo por haber estropeado cualquier progreso conseguido en estos días para olvidarle. Aunque, si digo la verdad, no había progresado demasiado.

Ecos (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora