Capítulo 18: Volver a empezar...sin ti

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Mañana.

Se marcha mañana.

Si me lo hubiera dicho antes yo... Bah, habría dado igual, seguiría enamorada y tan rota por dentro como ahora.

No debimos haber llegado tan lejos.

Es una maldita putada que me haya traído en su coche, seguramente lo hizo para que no escapara de él cuando me contara la noticia, como acabo de hacer.

Es listo, tú no.

¿Y ahora qué hago? No llevo dinero para un taxi...

—Te llevo a casa.—Escucho a mi espalda, ruedo los ojos y no le miro.

—No, gracias, prefiero ir andando. No está tan lejos. Además, así me despejo un poco.

—Sube.—Ordena, yo suspiro.

—He dicho que no. Vete

—Anda... Serán cinco minutos, solo eso.

—Pfff... ¿Si te digo que sí me dejarás en paz?—Asiente—Está bien...

Me seco las lágrimas para que no las vea y entramos en su coche.

Transcurren unos segundos en los que ninguno de los dos dice nada hasta que, después de aclararse la garganta para atraer mi atención, Pablo habla.

—Siento que estés así, no quería hacerte daño, de verdad.

—Por favor, es mejor que no digas nada, ya me siento bastante mal como para que me digas esas cosas. Es mejor que olvidemos todo. No puedo seguir así, no nos hace ningún bien a ninguno y no quiero seguir sufriendo. Mejor no hablemos más. Además, paso de escuchar mentiras.

—Pero...—Dice bajito.

—Por favor... Solo cállate.—Suplico, Pablo suspira y cede

—Está bien.—Por su tono sé que está algo molesto por mi actitud, pero ya tengo bastante como para preocuparme por eso. Que piense lo que quiera.

No me mira, mira la carretera y sus nudillos están blancos de la fuerza con la que los aprieta. Está tenso, muy tenso.

Llegamos y salgo del coche prácticamente corriendo, haciendo que casi me caiga al suelo.

Escucho como arranca y dejo de reprimir mis lágrimas, que caen a mares por mis mejillas. Abro la puerta y entro corriendo, tiro el bolso, lanzo los zapatos a cualquier lugar sin pensar en dónde puedan aterrizar y subo las escaleras sin fijarme en que mis amigas, Jorge y Marcos están en casa y en que me miran fijamente.

Me da igual todo ya, que miren lo que quieran. Estoy harta de esconderme para llorar.

Estoy harta de ser fuerte.

Cierro la puerta de mi habitación y escondo mi cabeza bajo la almohada.

¿Por qué tuve que enamorarme de él?

¿Por qué soy tan estúpida?

Escucho pasos y rezo para que sean imaginaciones mías, no quiero ver a nadie ahora.

—Afri... ¿Qué ha pasado?—Me pregunta Alba.

—Vete

—No, háblame, por favor. Cuéntame que ha pasado con Pablo.

—No ha pasado nada con él.

—No sabes mentir, ¿sabes? Anda, cuéntame lo que te pasa, no soporto verte así.

Me incorporo y la miro

—Se marcha, mañana.

—¿Qué? ¿Cómo que se marcha? ¿A dónde?

Ecos (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora