Capítulo 11: ¿Desde cuando el resfriado es algo malo?

904 51 4
                                    

Genial, esto es simplemente genial.

Es verano y yo estoy resfriada. Olé yo y mis buenas defensas. Esto me pasa por no tomar actimel...

También puede estar causado porque cierto vecino irritante tuvo la brillante idea de tirarme un cubo de agua helada (con hielos incluidos) por encima un día de tormenta en el que no hacía calor precisamente.

Y, por si fuera poco, me paso el día tirada en la cama hecha un asco, mis amigas ni se acercan a mí porque se van de fiesta esta noche y no quieren que las contagie.

Tienes unas amigas geniales África...

Bueno, no puedo culparlas, llevan queriendo ir a esa fiesta mucho tiempo. Yo también quería ir... pero bueno, está claro que me quedo con las ganas.

Se van y gritan un "¡Adiós! ¡Ponte buena! ¡Te queremos!"

¿Que me quieren?

Odio al universo, odio el resfriado, odio a mis amigas y... ¿Por qué no? A Pablo también, para no dejarle fuera de la lista y que se sienta integrado. Yo no discrimino.

Ayer me pasé el día en la cama sin hacer nada, miré por la ventana varias veces por si le veía pero Pablo no estaba.

Estaría... ocupado, posiblemente con Laura.

Agh, me odio por pensar estas cosas.

Escucho el timbre y gruño, si se han olvidado las llaves y me hacen bajar a abrir la puerta en un pijama de ositos las mataré de verdad.

Bajo lentamente las escaleras y vuelven a llamar, ¿qué son, idiotas? Que se esperen.

Abro la puerta e inmediatamente me arrepiento.

—¿Qué cojones haces aquí, Pablo?—Pregunto poniéndole mala cara.

Sonríe subiendo una ceja, apoyado en el marco de la puerta, yo le miro con las cejas levantadas esperando una respuesta que no llega. Me mira de arriba a abajo demasiado sonriente y recuerdo el pijama que llevo, demasiado ñoño y revelador, me tapo con los brazos y ríe.

—Estoy dispuesto a dejar pasar que has sido una borde conmigo por la oportunidad de verte con ese pijama. Estás muy guapa...

—Yo soy una borde si quiero, estoy enferma y puedo hacer lo que quiera. Y este es el único pijama que tenía limpio, ¿vale?—Asiente divertido—¿Ahora me dices por qué has venido? Porque dudo que vengas a pedirme sal. Y si es eso, no tengo, soy mas de azúcar.

—Tus amigas me llamaron diciendo que estabas enferma y que ellas no podían cuidar de ti porque se iban a una fiesta, y me pidieron que viniera a cuidarte.

Definitivamente, son idiotas.

—¿Es broma, verdad?—Niega con la cabeza, sonriendo—Odio a mis amigas.

—Yo no, gracias a ellas te puedo ver... Así.—Dice señalando mi atuendo y riendo de nuevo.

—No te rías de mí y deja de meterte con los ositos, son muy monos y adorables, no como tú...—Digo sacándole la lengua.

Espero que no se note que miento, porque para mí él es más adorable que cualquier cosa de este mundo.

—Eso no es lo que pensabas ayer... ¿O me equivoco?—Sonríe pícaramente y desvío la mirada, avergonzada. Sabía que me lo echaría en cara en algún momento.

—Lo de ayer no pasó, y no te veía precisamente adorable en ese momento...—Asiente dándome a entender que no me cree y pongo los ojos en blanco—¿Pasas o qué? No voy a quedarme aquí esperando toda la noche.

Ecos (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora