Cap 30: No tiene que significar nada

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Hajun

Llevábamos alrededor de una hora en aquel hueco de tierra y arbustos.
Cada vez que intentaba escalar hacia arriba, mis pies resbalaban y volvía al lugar inicial.

Tenía las manos magulladas por debajo por el roce de las piedras, y por encima por los golpes que le atiné a Matt horas antes.

Mi rostro dolía, estaba seguro de que tendría unas cuantas contusiones en él.

—Llevas una hora tratando de escalar hacia arriba, ¿no te rindes? —me dijo desde su lugar, arrastrando las palabras.

—¿Por qué iba a hacerlo? No tenemos opción.

—Como quieras.

Me giré al percatarme del temblor en su voz.

—¿Te sientes bien? —cuestioné acercándome.

—Sí, ¿por qué lo dices?

Me coloqué de rodillas ante él. Sus labios habían adquirido una tonalidad azul y los dientes castañeaban, además estaba temblando de pies a cabeza.

—No luces bien.

—Tengo frío. Demasiado. Ya se me pasará.

En ese momento me percaté de que tenía el cabello húmedo.

Tal vez había tomado una ducha antes de salir y eso, unido a la frialdad de la noche, podría provocarle en cualquier momento un estado de hipotermia.

En realidad, no sabía mucho de este tema, ni si esto era posible a esta temperatura, pero el pánico se apoderó de mí.

—¿Hay algo que pueda hacer?

—Dame tu abrigo.

Negué. En cambio, me incliné hacia delante, tomé la parte inferior de mi hoodie y la pasé por encima de su cabeza, y lo abracé intentando disipar un poco sus temblores.

Se sorprendió un poco e intentó salir de debajo de este.

—No seas tan terco —le presioné —. Solo entra en calor, no tiene que significar nada. Por mucho que te quiera muerto, necesito que suceda lejos de mí.

Él pareció relajarse un poco luego de mi respuesta. El hoodie nos cubría a ambos, ahora estábamos frente al otro. Era inevitable mirarnos ya que nuestros rostros estaban juntos y cerca.

Estuvimos en esa posición varios minutos. En los cuales no quité mi vista de él.

Solo para comprobar si el color de sus labios había cambiado. No porque me hubiese dado cuenta de que tenía los ojos de un color verde esmeralda. O porque su nariz tenía unas pecas en la parte superior, además de un lunar bajo el párpado izquierdo. Tenía el ojo derecho morado.

Nos quedamos en silencio por unos segundos.

—¿Cómo está tu mamá?

La pregunta que hizo me dejó descolocado por un instante. Creía que había comenzado a sufrir alguna clase de estado senil producto al frío. De nuevo, no sé mucho de este tema.

—¿Mamá? Está bien, desde aquel día que hablaste con ella no ha tenido ningún ataque. Debería haberte agradecido por eso antes.

—Sí, pues no fue nada. Solo intentaba ayudar.

—¿Matt? ¿Qué pasó? Todo parecía ir bien entre nosotros, hasta que… te comportaste como un idiota conmigo en aquel partido. ¿Tuve la culpa yo de tu mal humor ese día? ¿Fue porque te presioné para hacer algo que tal vez no querías?

Él giró el rostro, se removió un poco dentro del hoodie.

—No, no me arrepiento de lo que hicimos. Lo siento mucho, por todo. No tuvo nada que ver contigo. Ese día estaba muy frustrado, recién escuchaba una discusión de mis hermanos con mi padre, planeando sacarme por completo del negocio familiar. Quieren que me vaya a estudiar lo más lejos posible una vez que termine el instituto.

—¿Tus hermanos? ¿Por qué harían algo así?

—Porque no soy hijo legítimo de mi padre, o bueno, no nací así. Además de que verme es revivir el sufrimiento que mi madre le provocó a la suya. Yo tampoco me querría cerca. Lamento haberla tomado contigo ese día. Dije cosas que no estuvieron bien y me odié por eso.

Otro silencio reinó.

—Yo también lo siento. Reaccioné de manera explosiva. Es que no soporto sentirme mal por las actitudes de alguien más, ¿entiendes? No me gusta que me usen y me tiren como si fuese desechable. Supongo que me gustabas un poco y por eso me sentí tan afectado.

—Creo que me pasó lo mismo. Desde aquella noche cuando descubrí que habías salido a hacerlo con alguien más. Y hoy al verte con él me sentí asqueado. No entiendo bien en qué estoy pensando, pero creo que me gustas…y mucho.

Ambos nos quedamos mirándonos fijamente. Acerqué mi rostro para besarlo.

Necesitaba saber si aún se sentía de la misma manera. Él cerró los ojos y correspondió los movimientos de mi lengua.

Hizo un gemido tan bajo y sensual que me obligó a apoyarme en sus muslos para no perder el equilibrio.

—Entonces —dije finalmente cuando nos separamos —: ¿lo intentamos de nuevo? Ambos hemos admitido que nos gustamos. —Él asintió.

Cuando acerqué mi rostro para besarlo nuevamente, escuchamos el sonido de un motor a lo lejos.

—¡Matthew! ¡Hajun! —Se escuchaban unas voces a lo lejos llamándonos.

Era los chicos en el autobús que había regresado por nosotros. Matt y yo nos separamos y comenzamos a gritar desde abajo.

—¿Qué hacen ahí? —preguntó el entrenador alumbrándonos con una linterna —. Les dije al oeste, par de distraídos, para eso era la brújula. ¿Ya se reconciliaron? De lo contrario dormirán aquí la noche íntegra.

Ambos nos miramos y asentimos.

Sí, reconciliarse era la palabra. 

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