Cap 32: Me gustaría agradecerte

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Hajun

Regresamos al campamento. Todos los chicos se ducharon antes de ir a comer. 
Yo preferí hacerlo cuando no había nadie.

Entré en las duchas y me despojé de la ropa.

Abrí la ducha y el agua caliente comenzó a caer sobre mí. Comencé a esparcir el jabón por todo mi cuerpo. Lentamente.

De pronto, una imagen vino a mi mente: Matt en bañador en el lago mientras jugábamos en el lago, cuando lo sostuve bajo el agua fingiendo ahogarlo. La forma en que su cuerpo se veía, luchando por soltarse, pero sin lograrlo.

Recordé el día que nos peleamos sobre la pintura, sus ojos enfurecidos, y sus manos en comparación con las mías. Y yo a horcajadas sobre él, aprisionándolo… bajé la vista, para mi sorpresa, mi pene había cobrado vida.

Estaba duro por completo.

—¿Y ahora esto?

No entendía lo que estaba pasando, ni como esa imagen podría haberme hecho esto.

Cambié el regulador de agua y lo pasé a fría. Un calor inexplicable se apoderó de mi cuerpo. Necesitaba apagarlo.

Habían pasado unos minutos y no parecía mejorar, de hecho, mi erección estaba peor. Decidí que darme placer era la única forma de hacer que se detuviera.

Cerré mi mano alrededor de ella para acariciarla, sin preámbulos. Necesitaba hacerlo fuerte y duro, para terminar pronto.

A mi mente vinieron cientos de imágenes de las chicas que posaban desnudas en las revistas. Sus pechos prominentes, sus muslos, miradas sensuales.

Pensé también en todas las veces que había estado en una cama con algunas, lo bien que se sintió.

Luego recordé todos los chicos por lo que he pasado, sus brazos fuertes, sus pechos y abdomen tonificados, la sensación de estremecimiento cuando los acaricias.

Me gustaba, pero sentía que eso no sería suficiente para hacerme terminar.

Entonces una imagen nueva vino a mi mente y me hizo temblar: era Matt, con su cuerpo fuerte y delgado. Su piel blanca y delicada y esos ojos verdes.

Mi excitación aumentó cuando lo imaginé desnudándose y mostrando cada pedazo de su piel. El ritmo en mi mano aumentó. Se sentía tan bien, estaba casi ahí. 

Apoyé mi frente en el frío azulejo, tratando de controlar mi respiración. En ese instante, escuché un ruido fuera de la ducha.

Me giré lentamente, temiendo que alguien hubiese escuchado mi indiscreta masturbación en la ducha y se chivase al entrenador.

—¿Quieres dejar de hacer cochinadas y darte prisa? Necesito ducharme también.

La voz de Matt se escuchaba baja, y burlona. A través de la bruma de placer que aún invadía mis sentidos, pude verlo por el cristal.

Tenía la toalla encima de los hombros, alrededor del cuello, con su bóxer ajustado de color gris.

Sin pensarlo ni un segundo, salí de la ducha, abrí la puerta de cristal y lo halé hacia dentro.

—¿Qué crees que haces? —cuestionó cuando hice su espalda chocar con el azulejo —. ¿Te acabas de volver loco o qué?

Pero a pesar de que sus palabras tenían la intención de ser amenazantes, su cuerpo me dejó manipularlo como quise.

Bajé su bóxer hasta el suelo y lo acorralé aún más.

—Has interrumpido mi momento de placer, y no me dejaste terminar. Vas a tener que ayudarme a hacerlo.

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