Epílogo

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Matthew

Cuatro años después.

Nunca imaginé todo lo que se podía conseguir cuando te enfocabas y esforzabas al máximo.

Hajun y yo habíamos logrado llegar a la cima de nuestra carrera profesional gracias a nuestras habilidades y trabajo duro. Llevábamos casi cuatro años como miembros del equipo de fútbol de los Estados Unidos.

Aunque había otras selecciones de las cuales recibíamos ofertas, nunca pretendimos cambiarnos.
Debíamos enfocarnos y estar más juntos que nunca.

A pesar de que todo iba viento en popa, aún nos faltaba algo importante y que era común en todas las parejas: deseábamos tener nuestra propia familia. Fue un proceso largo y angustioso. Lleno de prejuicios y malos ratos. Nuestra situación era compleja, el fútbol es muy entregado y la opinión de todos los abogados coincidía: iba a ser muy difícil llevar las dos cosas a la vez, el fútbol y nuestra vida privada. Estábamos dolidos y decepcionados.

A pesar de esto, no nos rendimos y conseguimos nuestro objetivo.

Amal solo tenía seis meses cuando perdió a sus padres en un accidente de tráfico y no tenía familiares que se ocupasen de ella. Cuando recibimos la llamada, la aceptamos sin dudar y la adoptamos.

Fueron momentos de muchos sacrificios y dificultades. Debíamos sobrellevar nuestra profesión, matrimonio y paternidad. Éramos dos orgullosos, pero tuvimos que pedirles ayuda a nuestras madres. No hubiésemos podido lograrlo sin ellas.

Cuando Amal tenía tres años, recibimos una llamada de una de las agencias que usamos para el proceso de adopción. Una chica de dieciséis años que estaba dispuesta a darnos su bebé en adopción. Era demasiado joven y no tenía una buena posición económica.

Además de hacer todo el proceso de forma legal, le ofrecimos un cheque de por vida para que pudiera realizar sus estudios y cuando tuviese edad suficiente tener su propia familia. Realmente no era el momento para ella.
Finalmente, la dicha tocó a nuestra puerta cuando el bebé nació. Lo llamamos Lucas.

Ahora debíamos enfrentarnos nuevamente a los primeros meses de vida. Mi madre estaba ocupada con el primer hijo de Sandro y su esposa, que había nacido un mes antes que el nuestro y estaba viviendo con mis padres temporalmente. Solo teníamos a Yuna, pero no vendría hasta finales del mes pues estaba en una gira con un grupo musical, ya que había retomado su profesión.

Solté un suspiro prolongado e hice una mueca.

—No hagas eso —me reprendió Hajun.

—¿Qué?

—Ese gesto. Son nuestros hijos. En unos diez años ya no serán como licuadoras sin tapa por toda la casa.

Supongo que se refería al hecho de que, a pesar de no haber dormido prácticamente en toda la noche, los dos diablillos estaban con las baterías recargadas. Amal había vaciado por tercera vez su caja de muñecas y las tenía dispersas por el lugar. Lucas gateaba con tanta rapidez que apenas podía seguirle el paso. No podía dejarlos solos ni un segundo.

Tenía cientos de cosas por hacer, pero no tenía tiempo.

                            (…)

Cuando finalmente llegó la noche, creía que podríamos descansar, pero alguien estaba bastante convencido de que eso no ocurriría.

—¡Dios! No deja de llorar —Hajun sostenía a Lucas y lo mecía de un lado al otro —. ¿Qué tengo que hacer? Llevo una semana sin pegar ojo.

—Llevamos —le rectifiqué mientras me acercaba para comprobar que no fuese el pañal sucio —. Debe tener hambre. Voy a buscar el biberón.

Cuando venía caminando hacia ellos, me di cuenta de que mi esposo estaba llorando.

—¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras? Sufre en silencio, despertarás a Amal. Y ya veremos como nos la arreglamos para dormirlos a los dos.

—Mi hijo me odia, ¿qué voy a hacer?

—No digas tonterías. Eras tú el que en la mañana me reprendió por hacer gestos desaprobatorios.

—Se irrita cada vez que me ve y cuando lo cargo peor. Me odia.

—Calla de una vez. —Tomé a Lucas y lo acomodé sobre mi hombro como le gustaba estar y al momento se calmó —. Es que no lo colocas donde le gusta. —Cuando Hajun sollozó una vez más, lo pellizqué en el hombro —. Y si te alteras es peor. Los bebés sienten las emociones intensificadas. No te odia, solo está llamando tu atención.

—Soy un asco de padre. 

Rodé los ojos y me senté en el sofá de la sala para darle su biberón. De inmediato lo tomó. Sus manitas tocaban los bordes del pomo y no dejaba de mirarnos con atención.

—También tenía hambre —expliqué, mientras Hajun se sentaba a mi lado.

Entonces el sonido de unos pies en el suelo nos hizo voltear. Amal venía caminando con su peluche de piolín en una mano y frotándose los ojos con la otra.

—Hola, amor, ¿te despertamos? —Hajun fue hasta ella para cargarla y llevarla hasta el sofá.

Ella se inclinó y posó una de sus manitas sobre la cabeza de Lucas. Con delicadeza la acarició y dejó un beso en esta.
La escena era tan tierna que sentí deseos de llorar.

Hajun la acostó sobre su pecho y ella de inmediato se acomodó hasta quedarse dormida una vez más.

Así despertamos en la mañana, Hajun y yo con nuestros hombros juntos y los niños en el pecho de cada uno, de la misma forma que nos habíamos quedado la madrugada anterior.

.....    .....     ....

Pues bien, así hemos llegado al final de esta aventura.

Adoro la forma en la que me han apoyado y como han acogido a Matt y Hajun en sus vidas.

Quiero que me hagan saber que tal les pareció el final.

¿Fue lo que esperaban?

Tuvimos final feliz después de todo.

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