Cap 34: Solo era una cena

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Matthew

La noche de navidad en casa fue convulsa. Vinieron a cenar Carl, Judith, sus padres y el pequeño Denis.

Por otro lado, Sandro con su esposa Lauren, Andrew también vino.

Karen y yo éramos los ayudantes de mamá. Para nuestro alivio, este año contrataron un catering, para evitarnos las molestias.

Solo debíamos ayudar a colocar los cubiertos y fregar luego. ¡Genial!

Cuando todos se marcharon, finalmente pude respirar en paz, aunque por algún motivo me sentía tenso, creía que era por la aglomeración de personas en casa, pero al colocar mi cabeza en la almohada, recordé la cena de mañana.

Cierto, había quedado con la señora Kim de que los acompañaría.

No podía decir que no ahora, ellos habían pospuesto su cena de navidad solo por mí.

Esperaba que no pasara nada raro porque, conociendo a Kim, eso sería algo que estaría en el menú.

                                    (…)

El día siguiente, desperté aún más ansioso y así fueron pasando las horas hasta que la noche comenzó a caer.

El sonido de mi móvil mientras estaba en la ducha me hizo sobresaltar. Lo alcancé con las manos húmedas aún para revisarlo.

¿Qué era esta desesperación?
Desbloqueé solo para ver que eran mensajes de Hajun.

Idiota Kim:
“No olvides la cena de hoy”.

“Mamá pasó todo el día haciendo platos porque teníamos a un invitado más, así que más vale que traigas tu trasero aquí sin excusas”.

“Ah, y una cosa más: llevo todo el día ayudándola y ni he podido descansar. Necesito una recompensa como que valió la pena tanto esfuerzo”.

Instantáneamente, una sonrisa ridícula se dibujó en mi rostro.

No entendía el porqué. Solo eran unos estúpidos mensajes.

Pensé responderle con un: Ok, pero tuve una mejor idea.

No dejaría a tu madre plantada, tranquilo. Estoy bañándome en este instante para salir.

Al segundo de leerlo comenzó a hacerme una videollamada. Le colgué dos veces con una risa maliciosa. Me envió otros mensajes.

¡Quiero ver!

“¡Activa la cámara AHORA!

“Matt, no juegues conmigo”.

Le respondí con un simple: “No quiero.

Por el contrario, bajé el móvil, le hice una foto a mis abdominales; subí y le hice otra a mis clavículas.

Podía sentir mi rostro y orejas encenderse cuando las envié. Respondió al instante.

De verdad que era un salido.

A eso lo llamo tortura psicológica. No importa, algún día me vengaré por todo esto. Nos vemos en un rato, Matt”.

Cuando estaba a punto de dejar el móvil sobre la encimera para terminar de ducharme, llegó otro mensaje.

“Más te vale que ese día no sea hoy, Capitán”

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