Cap 21: Sientes por mí

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Matthew

Al día siguiente, cuando llegué al aula, aún era temprano, no había nadie allí. Solo estaba Hajun discutiendo algo con el entrenador.

—¿Qué es eso de que no puedes entrenar hoy? ¿Por qué?

—Lo siento, entrenador. No estoy bien del estómago. Creo que es algo que comí y me hizo mal. Pero mañana estaré mejor, lo prometo.

—Más te vale. Deja de comer comida chatarra o terminarás con diabetes antes de los treinta.

Cuando ambos terminaron la discusión, y el entrenador se marchó, entré en el salón, solo para encontrarme la mirada de Hajun recriminatoria.

—Buenos días —dije por cortesía.

—Buenos días —me respondió sin mucho interés.

—¿No irás a la práctica de hoy? —le cuestioné una vez sentado y abrí uno de mis libros fingiendo estar leyendo —. Los exámenes finales se acercan y no tendremos tiempo de entrenar mucho. Deberías aprovechar.

—¿Lo dices como amigo?

—Lo digo como capitán, no quiero tener un equipo incompleto.

—Eso no pasará. Mañana podré jugar.

—Como digas. Espero que esa comida no te traiga males mayores... —insinué que era todo mentira y que probablemente se haya ido a casa de Danya a pasar la noche con ella.

—Gracias por la preocupación, pero eso no es problema tuyo.

Y ahí terminó la conversación. No nos hablamos ni nos miramos más.

Unos minutos antes de que sonara el último timbre, la voz irritante de Danya nos recordó que tendríamos otra sesión de fotos en otra ubicación.

Maravilloso. Lo menos que necesitaba.

                          (...)

La sesión correspondiente era en un auditorio abandonado. Con algunas vibras oscuras, pero era enorme y aún conservaba su majestuosidad.

Los adornos extravagantes y elegantes continuaban en el lugar. Estábamos ubicados en un palco superior.

—¿Vas a estar moviéndote durante toda la toma? Tendremos que amarrarte —amenacé irritado, tomando una de las cintas que Danya había colocado a nuestro alrededor.

—No te atrevas a tocarme. —Y lanzó lejos la cinta que tenía en mi mano.

—¡Chicos! Parece que en cualquier momento van a molerse a golpes. Por favor, solo quiero terminar esto cuanto antes. Debo entregar las fotos pronto. —
Ambos suspiramos y asentimos. Ella se acercó y tiró del brazo de Hajun para abrir los botones de su camisa. Él gimió y se colocó una mano sobre el brazo.

—¿Qué tienes ahí? ¿Estás herido? —preguntó ella preocupada. Pero cuando fijó la vista se llevó las manos a los labios —. ¿Te has tatuado? ¿Cuándo? Déjame ver.

Giré el rostro, pero continué mirando de reojo la situación.

—¡Oh, Dios! Es hermoso. Es que llevas tanto tiempo sin pasar por casa que no lo había visto.

—Creí que estábamos apurados —recordé porque al parecer a ellos se le había olvidado mi presencia —. Tengo mejores cosas que hacer.

—Sí, lo siento —se excusó ella, apartándose —. Esto del tatuaje ha cambiado mi idea inicial, ahora quiero que Hajun se quite la camisa por completo.

Los dos la miramos incrédulos.

—Háganme caso. Sé lo que hago.

Hajun se apartó, zafó los botones que aún estaban puestos y se quitó la camisa.

—Siéntate aquí —le dijo a Hajun y señaló una silla adornada que había en el centro del palco. A nuestras espaldas quedaba todo el lugar, dando un toque vintage a la toma. Él obedeció —. Ahora Matt, quiero que te sientes sobre él.

Nuestras expresiones de asombro no pasaron desapercibidas por ella, así que negó con la cabeza.

—Chicos, solo serán dos o tres fotos.

Volví a ceder y me senté en una de sus piernas, pero casi en el borde.

—Matt, de frente a él.

Mis hombros se tensaron, pero una vez más, obedecí. Me senté a horcajadas sobre él, intentando mantener la mayor distancia posible.

En esa posición, miré hacia abajo y pude ver su tatuaje. Cubría todo el brazo izquierdo. Era una mezcla de rosas, letras y justo en el hombro se alzaba un hermoso tigre de ojos azules.

Los colores eran increíblemente vívidos, una mezcla de marrón, amarillo y azul, perfectamente distribuidos y hacían juego con el cuerpo perfecto del propietario.

No pienses en eso, por favor. Ni en como se ve de rodillas frente a ti.

La respiración comenzó a agitárseme de forma inconsciente. Afortunadamente, él no estaba mirándome.

Danya tomó mi camisa y la bajó un poco, dejando al descubierto parte de mi espalda. Tomó ambas manos de Hajun y las colocó alrededor de mi cintura.

—Así, perfecto. No se muevan.

Mis manos descansaban sobre sus hombros, estábamos muy cerca, podía sentir cada vello de su piel levantarse.

De repente, las luces del lugar se apagaron.

—¿Andy? —gritó Danya irritada desde arriba —. ¿Qué pasó? Enciende el interruptor.

—Lo siento, me resbalé y ahora no encuentro donde está.

Ella bufó, y se separó de la cámara.

—Ustedes dos, no se muevan ni un milímetro. Cuando vire les haré las fotos y podrán irse. Todo lo tengo que hacer yo. —Encendió la linterna de su celular y se marchó resoplando.

Nos quedamos en silencio por unos segundos.

—No hagas eso —ordenó con la voz un poco temblorosa.

—¿Qué?

Hajun estiró su mano para alcanzar su móvil y encender la linterna.

—¿Eso? —Señaló mi parte inferior.

Sí, era humillante, pero tenía una puta erección más que notable. En mi defensa, esa posición era demasiado íntima.

—Sí, eso, yo lo siento. No sé qué sucede. —Me removí e intenté colocarme de pie, pero cerró sus brazos con más fuerza alrededor de mi cintura.

—Lo empeoras. Dijo que no nos moviéramos y, no sé tú, pero yo quiero terminar esto cuanto antes.

Tragué grueso, deslizó sus manos y apretó mi cuerpo contra el suyo solo para que pudiera sentir que él también estaba duro como piedra.

—¿Qué problema tienes?

—Si tu sexualidad flaquea cuando estoy cerca de ti, no creo que el del problema sea yo, Matthew —dijo e introdujo uno de sus dedos, tomando la cinturilla de mi bóxer.

De un manotazo retiré su agarre y sentí de inmediato un ardor al pegarme en la piel con el elástico.

—Como capitán eres muy rudo y finges ser quien domina, pero cuando estás en mis brazos no puedes controlar el deseo que sientes por mí. —Sus palabras me hicieron estremecerme. Acercó sus labios a los míos, cerré los ojos esperando lo que vendría, pero para mi sorpresa solo se quedó mirándome con una sonrisa malvada —. Pero nadie me va a hacer daño y menos un idiota pretencioso como tú.

En ese momento, las luces del auditorio se encendieron.

Esperaba que mi sonrojo pasara desapercibido, de lo contrario sería demasiado vergonzoso.

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