🌹 Capítulo 97🌹

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A la mañana siguiente, después del tenso enfrentamiento con Sakura, Kizashi y Mebuki decidieron seguir adelante con sus planes para la boda. No podían permitir que la reputación del reino se viera afectada por el comportamiento rebelde de su hija. Aunque la noche anterior había sido difícil, estaban convencidos de que eventualmente Sakura aceptaría su destino.

En el salón del castillo, Mebuki estaba ocupada escribiendo las invitaciones para la boda. La pluma se movía rápidamente sobre el papel mientras redactaba cuidadosamente cada carta. Cada palabra estaba cargada de formalidad y un tono de celebración, tratando de ocultar la tensión que se cernía sobre la familia real.

Kizashi, por su parte, se encargaba de coordinar con los mensajeros y asegurar que cada invitación fuera entregada personalmente. No quería dejar nada al azar. Sabía que la noticia de la boda tenía que esparcirse rápidamente para evitar más rumores y chismes. Los mensajeros partieron uno tras otro, llevando las invitaciones a cada rincón del reino.

Mientras tanto, en las calles de la aldea de la Hierba, los rumores sobre la propuesta y la inminente boda de Sakura y Sasuke se esparcieron como pólvora. Las conversaciones en los mercados, tabernas y plazas giraban en torno a la princesa rebelde y su desdén por el matrimonio arreglado. Algunos murmuraban sobre la valentía de Sakura al enfrentarse a sus padres, mientras otros criticaban su falta de obediencia y respeto hacia la tradición.

En una taberna cercana, un grupo de aldeanos discutía acaloradamente sobre el tema.

— Escuché que la princesa se negó rotundamente a casarse con Sasuke.— Dijo uno de ellos, bajando la voz como si compartiera un secreto.

— No puedo culparla.— Respondió otro, encogiéndose de hombros.— ¿Quién querría casarse con alguien por obligación?

— Además escuché que Sasuke iba a esis bares de mala muerte y ahí se acostaba con las mujeres de ahí.— Intervino una mujer mayor, frunciendo el ceño.— Que desagradable hombre.

Los chismes y las opiniones divergentes se mezclaban, creando una atmósfera cargada de especulación y curiosidad.

De vuelta en el castillo, Mebuki y Kizashi se sentaron en el salón, exhaustos pero satisfechos con el progreso que habían hecho. Las invitaciones estaban enviadas, y solo quedaba esperar la respuesta de los invitados. Sin embargo, la preocupación por la reacción de Sakura seguía pesando sobre ellos.

Mebuki miró a su esposo, su voz llena de duda.

— ¿Crees que estamos haciendo lo correcto?

Kizashi suspiró, frotándose las sienes.

— No lo sé, Mebuki.— Admitió con franqueza.— Pero tenemos que mantener la estabilidad del reino. No podemos permitir que los caprichos de nuestra hija pongan todo en peligro.

Mebuki asintió, aunque la preocupación no abandonaba sus ojos.

— Solo espero que, con el tiempo, Sakura entienda nuestras razones.— Dijo en voz baja.— Y que podamos sanar las heridas que hemos causado.

En ese momento, un sirviente entró en la habitación, anunciando la llegada de un mensajero con una respuesta urgente. Kizashi y Mebuki intercambiaron una mirada, preparándose para enfrentar las consecuencias de sus decisiones.

Mientras tanto, en Konoha, Kakashi continuaba su lenta recuperación. Los pequeños movimientos y respuestas a los estímulos llenaban de esperanza a todos los que lo cuidaban. La canción de cuna que su madre seguía tarareando parecía tener un efecto calmante, ayudando a su mente a encontrar el camino de regreso a la consciencia.

La reina, observando a su hijo, sintió una renovada determinación. Sabía que la recuperación de Kakashi no solo era importante para él, sino también para el reino. Y, en algún lugar de su corazón, creía que él podría ser la clave para resolver el misterio que envolvía su pasado y, quizás, ayudar a sanar las heridas de otra familia real en un reino cercano.

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