🌹 Capítulo 103🌹

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Mientras los días pasaban, la tristeza de Sakura solo parecía aumentar. Su figura delgada y la palidez de su rostro eran evidentes para todos en el castillo. Apenas comía, y el vestido de novia que le habían ajustado recientemente ya no le quedaba bien. Los modistas murmuraban entre ellos, preocupados por la necesidad de realizar más ajustes debido a la drástica pérdida de peso de la joven princesa.

El bebé que Sakura llevaba en su vientre, el hijo de Kakashi, era su único vínculo con el hombre que amaba, pero ni siquiera eso parecía suficiente para levantar su ánimo. Sakura se sentía atrapada en una espiral de dolor y desesperación, incapaz de encontrar una razón para seguir adelante.

Un día, mientras se miraba en el espejo, notó lo demacrada que estaba. Su rostro, antes lleno de vida y esperanza, ahora reflejaba solo cansancio y tristeza. Pasó los dedos por el anillo de flores marchitas que Kakashi le había dado, recordando las promesas y sueños que habían compartido. La vida sin él parecía insoportable.

Mebuki, observando a su hija desde la puerta entreabierta, sintió una oleada de preocupación y culpa. Sabía que algo debía cambiar, que debía encontrar una manera de ayudar a Sakura a salir de ese abismo de dolor. Decidió hablar con los médicos y los sirvientes, buscando cualquier cosa que pudiera hacer para mejorar la salud de su hija, tanto física como emocionalmente.

Durante una de las noches, mientras Sakura yacía en su cama, incapaz de dormir, una suave brisa entró por la ventana abierta. Cerró los ojos y recordó la última vez que estuvo verdaderamente feliz, cuando Kakashi le había propuesto matrimonio por segunda vez. La calidez de su amor y la seguridad de sus brazos eran recuerdos que mantenían su corazón latiendo, aunque fuera débilmente.

En el jardín, donde solía encontrar un momento de paz, Sakura se dejó caer en el mismo banco donde había llorado antes. Acariciaba su vientre, consciente del bebé que crecía dentro de ella, pero sin sentir la conexión que esperaba. Su mente estaba nublada por el dolor y la pérdida, y ni siquiera el pensamiento de su hijo parecía suficiente para traerle consuelo.

Mebuki, observándola desde una distancia segura, comprendió que el camino hacia la recuperación de Sakura sería largo y difícil. Decidió que hablaría con Kizashi para buscar una solución, aunque sus motivos estuvieran más enfocados en la imagen del reino que en el bienestar de su hija.

Al día siguiente, Mebuki y Kizashi se reunieron en privado. Mebuki le explicó la gravedad de la situación, la salud de Sakura y la necesidad de hacer algo drástico para ayudarla a recuperar las ganas de vivir.

— Kizashi, tenemos que hacer algo.— Dijo Mebuki, su voz llena de desesperación.

Kizashi despidió a los consejeros y se volvió hacia su esposa, su expresión endurecida.

— ¿Qué sucede, Mebuki? Estoy en medio de algo importante.— Respondió con impaciencia.

— Es sobre Sakura.— Mebuki dio un paso adelante, su voz quebrándose ligeramente.— No podemos continuar con esta boda. Nuestra hija está muriendo de tristeza, y si seguimos adelante, temo que no sobrevivirá.

Kizashi frunció el ceño, sin mostrar ninguna emoción.

— La boda debe continuar. Es crucial para el reino.— Declaró con firmeza.

— ¡No!— Exclamó Mebuki, su voz llena de desesperación.— Si seguimos presionándola, Sakura podría morir. No puedo permitir que eso suceda. Debemos detener esta boda, por el bien de nuestra hija.

Kizashi la miró con frialdad, su mente ya hecha.

— Adelantaremos la boda.— Dijo con una decisión inquebrantable.— Cuanto antes se celebre, antes se estabilizará la situación. Es una cuestión de estado, Mebuki. No podemos permitirnos más retrasos.

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