La lluvia caía incesante, creando un manto plateado que envolvía todo el bosque. Los árboles, testigos silenciosos, parecían inclinarse al paso de las dos protagonistas, Lexa y Clarke, cuyas figuras se recortaban contra el gris del cielo. El aire estaba denso de humedad, cada respiro era una mezcla de frescura e intensidad, como si la misma naturaleza se hubiera detenido para observar ese momento tan esperado.
Las gotas de lluvia resbalaban por sus rostros, confundiéndose con las lágrimas que apenas contenían. Lexa, la orgullosa comandante de los Trikru, aún llevaba su máscara de guerra, ese símbolo de fuerza y misterio que había usado incontables veces para guiar a su pueblo. Pero en ese momento, bajo ese cielo tormentoso, la máscara parecía un peso insoportable, un velo entre ella y la verdad de sus sentimientos.
Clarke, con sus ojos azules que reflejaban la luz de los relámpagos en la distancia, avanzó un poco más hacia ella. Cada paso era una lucha eterna entre el deseo y el miedo, entre la necesidad de abrazar a la mujer que amaba y el terror de lo que ese gesto podría desencadenar. Lexa era el símbolo de la fuerza, la encarnación del deber y la responsabilidad. Clarke, la chica venida del cielo, era el corazón y el alma que habían desafiado todas las adversidades para llegar hasta allí.
La tormenta parecía intensificarse, como si la naturaleza quisiera acompañar con su ritmo el crescendo de las emociones. Clarke estaba frente a Lexa, sus dedos a un suspiro de distancia. El sonido de la lluvia era ensordecedor, un rugido primordial que cubría cualquier otro ruido, dejándolas solas en ese mundo de agua y cielo.
Lexa levantó la mirada, y mientras esos ojos verdes miraban a Clarke con intensidad, Lexa posó su mano para darle un beso apenas insinuado, apartándose luego delicadamente mientras la miraba directamente a los ojos. Clarke vio una profundidad que la dejó sin aliento. No era solo la comandante la que tenía delante, sino la mujer que había aprendido a conocer y amar, con todas sus fragilidades escondidas tras una coraza de hierro. Clarke levantó una mano, acercándola al rostro de Lexa, sus dedos temblorosos mientras rozaban la superficie de la máscara dibujada en el rostro.
"¿Puedo?" susurró, la voz casi cubierta por el estruendo de los truenos.
Lexa asintió lentamente, sus ojos nunca apartándose de los de Clarke. Con un gesto delicado, Clarke comenzó a retirar la máscara, sus dedos explorando con reverencia cada centímetro del rostro de Lexa que se revelaba lentamente. La lluvia, cada vez más intensa, ayudaba a disolver las marcas que mantenían la máscara en su lugar, gota a gota lavando el símbolo de autoridad para revelar a la mujer debajo de él.
Cuando la máscara desapareció, Lexa pareció más vulnerable que nunca. Pero al mismo tiempo, había una belleza cruda, una fuerza en esa vulnerabilidad que la hacía aún más majestuosa. Clarke contuvo el aliento, el corazón martilleando en su pecho. El rostro de Lexa, ahora completamente expuesto, estaba empapado por la lluvia que corría por sus mejillas como lágrimas de alivio.
El mundo pareció detenerse mientras Clarke se acercaba aún más, la distancia entre ellas reducida a un parpadeo. Lexa atrajo a Clarke hacia sí, el calor de su toque contrastando con el frío de la lluvia. Sus labios estaban tan cerca que Clarke podía sentir el aliento de Lexa mezclándose con el suyo propio, un ritmo único que las unía de manera indisoluble.
En ese momento, el cielo explotó en un relámpago brillante, y con él, Clarke colmó la distancia entre ellas, sus labios encontrando nuevamente los de Lexa. El beso fue una explosión de emociones, un encuentro de almas que habían esperado demasiado tiempo ese momento. La lluvia, implacable, parecía lavar toda duda, todo miedo, dejando solo el puro sentimiento de amor y devoción.
Las manos de Clarke se entrelazaron en el cabello de Lexa, acercándola más, mientras Lexa la rodeaba con fuerza, como si temiera que pudiera desvanecerse. El mundo a su alrededor se convirtió en un eco lejano, reducido al latido de sus corazones y al calor de su abrazo. Cada toque, cada respiro era una afirmación de su vínculo, una promesa que iba más allá de las palabras.
Cuando finalmente se separaron, con la respiración agitada, sus ojos se encontraron una vez más, llenos de una nueva comprensión. No eran solo dos líderes, dos guerreras, sino dos almas que habían encontrado refugio la una en la otra. Clarke sonrió, una sonrisa que hablaba de esperanza y de futuro, una sonrisa que Lexa devolvió con una ternura que nunca había mostrado a nadie más.
"Eres hermosa," susurró Clarke, el sonido de su voz una melodía suave entre el fragor de la tormenta.
Lexa no respondió con palabras, sino con otro beso, más dulce, más lento, un sello de ese momento que quedaría grabado en sus corazones para siempre. La lluvia seguía cayendo, pero ahora parecía solo un acompañamiento a su unión, un testigo silencioso de su promesa eterna.
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The Grounders (Versión en Español)
FanfictionEn una época de tumultuosos cambios en la Tierra, dos pueblos se enfrentan en una guerra sin cuartel: los fieros Grounders y el Pueblo del Cielo. En el torbellino de este conflicto interminable, destacan dos figuras destinadas a cambiar el curso de...