Capítulo 31: Lágrimas de Trueno: El Amanecer de la Desilusión

12 3 1
                                    

Clarke continuaba recordando, incluido aquel acto casi violento de Lexa, como si hubiera sucedido ayer. Había sido un momento de tal intensidad que aún le ardía en la piel, como una cicatriz invisible pero siempre presente. El cielo era un manto gris, una cortina de nubes oscuras que amenazaba con lluvia, reflejando el ánimo turbado de Lexa. Después de la noche pasada juntas, un momento de pasión y promesas susurradas, todo cambió a partir de entonces; el amanecer había traído consigo una sombra de duda y desesperación. Lexa, en el corazón de la sala del trono, era una figura de resolución y poder, pero dentro de sí era un volcán listo para estallar.

Clarke, determinada a buscar un acuerdo que pudiera aliviar las tensiones entre su gente y los terrestres, se dirigió a la sala del trono con un sentido de esperanza. Había pasado horas coordinando recursos, intentando equilibrar los intereses de su gente con el deseo de paz. Pero cuando cruzó las grandes puertas de la sala, encontró a Lexa furiosa, con una mirada de fuego que parecía querer incinerarla.

Clarke, a pesar del frío en el aire, se acercó con una sonrisa, tratando de suavizar la tensión. Sus manos delicadas tomaron la cintura de Lexa, un gesto de intimidad y afecto que debería haber aliviado las heridas invisibles que ambas cargaban. Pero Lexa, con una mirada endurecida y una mano firme, golpeó el rostro de Clarke con una fuerza casi brutal, un gesto que parecía querer alejarla para siempre.

La presión de la mano de Lexa sobre el rostro de Clarke era intensa, casi asfixiante. Clarke podía sentir el temblor oculto en el puño cerrado de Lexa, un temblor que traicionaba la verdadera naturaleza de su gesto. El corazón de Clarke se rompió mientras miraba en los ojos de Lexa, intentando entender el motivo de tanta violencia. Su mente era un torbellino de preguntas sin respuesta, mientras trataba de mantener la calma ante aquella tormenta emocional.

Lexa se giró, encapuchando su rostro, y con pasos decididos salió de la sala del trono, dejando a Clarke atónita y herida. La lluvia comenzó a caer, una lluvia fría e incesante que parecía querer lavar toda huella de aquel doloroso momento. Clarke, a pesar del golpe recibido, decidió seguir a Lexa, su corazón oprimido por el dolor y la confusión.

Mientras caminaba bajo la lluvia, Clarke podía ver la figura de Lexa alejándose, una silueta solitaria en un mundo gris. Lexa estaba sombría, más de lo habitual, y Clarke no podía entender el motivo de aquella distancia repentina. Lo que Clarke no sabía era que Lexa había descubierto su inminente partida, un hecho que Lexa no podía soportar. Clarke había prometido quedarse a su lado, pero los deberes hacia su pueblo la llamaban, y esa traición, esa distancia, era demasiado para Lexa.

El Consejo del Pueblo del Cielo había convocado a Clarke debido a conflictos internos, una disputa sobre compartir conocimientos y curas con los terrestres. Lexa sabía de infiltrados y traidores, convencida de que Clarke estaba al tanto de estas tramas pero elegía callar. La confianza de Lexa se había erosionado, no solo en Clarke, sino también en sus propios consejeros. Estaba confundida, enojada, y temía un nuevo conflicto que solo traería dolor.

Lexa sabía que tenía que tomar una decisión drástica por el bien de su pueblo, aunque eso significara sacrificar a Clarke y todo lo que habían construido juntas. La frágil tregua entre los dos pueblos estaba pendiendo de un hilo, y Lexa sentía que el momento de la verdad estaba cerca. Clarke, ajena a las oscuras tramas, seguía persiguiendo a Lexa, esperando encontrar una explicación, una reconciliación.

La lluvia caía incesante, mezclándose con las lágrimas no derramadas de Lexa. Cada paso era un peso sobre su corazón, un corazón que latía por Clarke pero que se veía obligado a dejar de lado los sentimientos por el bien de su pueblo. Lexa sentía que vivir en la mentira era insoportable, que la tregua era una farsa y que Clarke, de alguna manera, trataba de mantener la paz a costa de la verdad.

El consejo de Lexa había subrayado cuánto Clarke era un freno para ella, una distracción que impedía tomar las decisiones correctas. Lexa, dividida entre el amor y el deber, estaba elaborando un plan que traería guerra y sufrimiento, pero que finalmente sacaría a la luz la verdad. Clarke, cada vez más suspicaz, empezaba a recordar fragmentos de eventos, intuyendo que algo terrible era inminente.

Lexa, cansada de vivir en la mentira, sabía que había llegado el momento de enfrentar la realidad, aunque eso significara herir a Clarke sin piedad. El peso de las decisiones recaía sobre ella, consciente de que cada paso la acercaba a un punto sin retorno. Clarke, su amor y su debilidad, se había convertido en un obstáculo que debía ser superado por el bien de todos.

La lluvia continuaba cayendo, un presagio de lo que estaba por venir. Lexa, con el corazón pesado, sabía que el tiempo de las mentiras había terminado. La verdad, por dolorosa que fuera, debía ser revelada. Y así, bajo ese cielo gris, Lexa se preparó para dar el único paso posible, un paso que cambiaría para siempre el destino de sus pueblos y su propio destino.

The Grounders (Versión en Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora