Capítulo 26: Luz Dorada al Atardecer

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Clarke estaba envuelta en un delicado velo de luz dorada, que parecía danzar a su alrededor como una caricia suave sobre su cabello rubio y su rostro delicado. Cada rayo de sol que se filtraba entre las ramas de los árboles al atardecer se posaba sobre ella, creando un aura casi divina que acentuaba su belleza natural. Sus labios, suaves y rosados como pétalos de rosa recién florecidos, se abrían en una sonrisa dulce y radiante, un gesto que iluminaba su rostro y llenaba el corazón de quien tuviera la fortuna de presenciar esa escena.

Los ojos de Clarke, dos estrellas azules incrustadas en un cielo sereno, brillaban de alegría y amor, reflejando los colores cálidos del atardecer. Esos ojos, que habían visto tanto dolor y dificultades, ahora parecían llenos de una paz inesperada, una serenidad que emanaba desde lo más profundo de su ser. Cada mirada que lanzaba a su alrededor era como una promesa de esperanza, un compromiso de encontrar belleza y alegría a pesar de las adversidades.

Para Lexa, observar a Clarke al atardecer era una especie de ritual sagrado. En esos momentos, el mundo parecía detenerse y todo lo que existía era la visión encantadora de Clarke. Lexa amaba la tranquilidad que este espectáculo le infundía, un bálsamo para las heridas invisibles que llevaba en su corazón. Clarke era como una luz guía en el periodo oscuro que Lexa estaba atravesando, una fuente de consuelo e inspiración que la ayudaba a encontrar la fuerza para seguir adelante.

Lexa se encontraba a menudo reflexionando sobre la fragilidad y la belleza de esos momentos pasados junto a Clarke. Cada atardecer en su compañía era un regalo precioso, un fragmento de eternidad que guardaba celosamente en su memoria. La conciencia de que su tiempo juntas era limitado hacía que cada instante fuera aún más intenso y significativo. Cada mirada, cada sonrisa, cada palabra intercambiada estaba cargada de una emoción palpable, un vínculo que iba más allá de las palabras.

Clarke era la personificación de la gracia y la belleza, un ser que parecía casi fuera de lugar en un mundo tan crudo y brutal. Sin embargo, su presencia traía una especie de equilibrio, un recuerdo constante de lo que valía la pena proteger y por lo que luchar. Lexa encontraba un sentido de paz y propósito simplemente observando a Clarke, viendo cómo la luz del atardecer jugaba con las tonalidades doradas de su cabello y acariciaba la suavidad de su piel.

El atardecer, con sus tonos cálidos y envolventes, parecía crear un marco perfecto para Clarke, resaltando cada detalle de su belleza. Los colores del cielo, que iban desde el naranja brillante hasta el rosa tenue, desde el rojo profundo hasta el violeta desvanecido, se reflejaban en los ojos de Clarke, amplificando su luminosidad. Lexa sentía una conexión profunda con ese momento, una comunión silenciosa que le permitía encontrar un poco de serenidad en el caos que la rodeaba.

En el silencio de esos atardeceres compartidos, Lexa a menudo se perdía en sus pensamientos, reflexionando sobre todo lo que había vivido y sobre lo que aún le esperaba. Clarke se había convertido en su punto fijo, la estrella polar que le indicaba el camino incluso en los momentos más oscuros. Su relación, nacida en circunstancias difíciles y llenas de incertidumbres, se había convertido en una fuente de fuerza y esperanza para ambas.

Mientras el sol se ocultaba lentamente tras el horizonte, Lexa sabía que cada instante pasado con Clarke era un regalo, una pieza de un rompecabezas más grande que aún estaba tratando de comprender. La conciencia de que pronto las cosas cambiarían aún más entre ellas llenaba su corazón de una dulce melancolía. Sabía que el futuro traía consigo nuevos desafíos y dificultades, pero también sabía que el amor y la conexión que compartían con Clarke eran lo suficientemente fuertes como para superar cualquier obstáculo.

Clarke, con su dulzura y su fuerza interior, representaba todo lo que Lexa admiraba y deseaba. Era una guerrera, una líder, pero también una persona capaz de gran amabilidad y compasión. Lexa se sentía honrada de poder compartir esos momentos de intimidad y belleza con ella, sabiendo que cada atardecer pasado juntas era un testimonio de su vínculo indisoluble.

La luz dorada que envolvía a Clarke era como un símbolo de su amor, una llama que brillaba luminosa a pesar de las sombras que las rodeaban. Lexa se prometía a sí misma cuidar de esa luz, protegerla y alimentarla, sabiendo que juntas podrían enfrentar cualquier adversidad. Mientras el cielo se teñía de azul profundo y las primeras estrellas comenzaban a aparecer, Lexa sentía una renovada determinación en su corazón. Clarke era su fuerza, su inspiración, y haría todo lo posible por mantener vivo ese vínculo, para honrar la belleza y la gracia que Clarke traía a su vida.

En esos momentos de contemplación silenciosa, Lexa encontraba la paz que tanto deseaba. Clarke, con su sonrisa radiante y sus ojos brillantes, era la promesa de un mañana mejor, la certeza de que incluso en los periodos más oscuros, siempre había una luz al final del túnel. Y mientras el mundo seguía girando y los desafíos continuaban presentándose, Lexa sabía que juntas encontrarían la manera de superar todo, porque su amor era la fuerza más poderosa de todas.

The Grounders (Versión en Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora