La Torre se alzaba imponente en el cielo plomizo, un faro de poder y gloria que dominaba el paisaje circundante. Lexa avanzaba con paso decidido por el pasillo principal, el sonido de sus botas sobre el suelo de piedra resonaba como un eco distante. La Gran Guerra había terminado, pero sus cicatrices, tanto físicas como emocionales, seguían frescas y sangrando. Cada paso que daba era un recordatorio del sacrificio y el dolor que había soportado.
El Consejo la esperaba en la Sala del Trono, con rostros graves y austeros. Cuando Lexa cruzó el umbral, el silencio que cayó sobre la sala era pesado como una capa de plomo. Ellos la habían convocado, con noticias que la habían dejado incrédula y furiosa.
"Lexa," comenzó Titus, el miembro más anciano del Consejo, con una voz baja y áspera, "tenemos noticias sobre Clarke."
El corazón de Lexa dio un vuelco. Clarke. El nombre resonó como un tambor en su mente, una melodía dulce y amarga al mismo tiempo. "Habla," ordenó, tratando de mantener su voz fría y carente de emociones.
"Ha huido," dijo Titus, pronunciando cada palabra con cuidado. "Ha declarado la guerra. A pesar de nuestro acuerdo de permanecer aliados, ha decidido darle la espalda a su palabra y a ti."
Lexa apretó los puños, sintiendo cómo sus uñas se clavaban en las palmas. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso, como una cuerda a punto de romperse. "¿Y qué hicieron ustedes?" preguntó, la tensión evidente en su voz.
"Intentamos convencerla," respondió Anya, otra voz del Consejo, con una calma glacial. "Pero no quiso escuchar razones. Al final, tuvimos que exiliarla. No podíamos permitir que una amenaza así permaneciera entre nosotros."
Las palabras del Consejo eran como espinas en el corazón de Lexa. Siempre había sabido que Clarke era una luchadora, pero esta traición era inesperada y devastadora. Aún así, algo dentro de ella se negaba a creer completamente esa historia. Clarke no era una traidora. No Clarke. No la mujer a la que amaba y respetaba.
"A pesar de sus palabras, me cuesta creer que Clarke haya hecho todo esto sin razón," dijo Lexa, su voz temblando de rabia contenida. "Hay algo que no me están diciendo."
El Consejo permaneció en silencio, sus expresiones impenetrables. Lexa los miró uno por uno, buscando una señal, una grieta en su fachada de seguridad. Sus ojos, duros y fríos, no traicionaban ninguna emoción.
"Yo... quiero escucharlo de ella," declaró Lexa finalmente, pronunciando cada palabra con firmeza. "Antes de emitir un juicio definitivo."
Pasaron días, semanas. Lexa esperó una señal, esperó el regreso de Clarke. Pero no pasó nada. Cada amanecer traía consigo una nueva esperanza, y cada atardecer la rompía de nuevo. El vacío dejado por Clarke se hacía cada vez más pesado, y la soledad se instalaba en el corazón de Lexa, alimentando su furia. ¿Clarke realmente la había abandonado?
En las noches de insomnio, Lexa vagaba por los pasillos de la Torre como un alma perdida. Sus pensamientos siempre volvían a Clarke, a lo que habían compartido, a las promesas hechas y rotas. Cada rincón de la Torre le recordaba a Clarke, haciendo su ausencia aún más dolorosa. Los días se arrastraban en una monótona sucesión, cada momento cargado de espera y desilusión.
Al final, agotada por la espera y el dolor, Lexa se convenció de que el Consejo tenía razón. Clarke había sido un error. Un error que no podía permitirse volver a cometer. Con cada día que pasaba, su determinación crecía, como una llama que se convierte en un incendio.
La noche en que tomó su decisión, una tormenta azotó la Torre. Los truenos rugían como bestias feroces, y los relámpagos iluminaban el rostro de Lexa, surcado de lágrimas que no quería derramar. Pero las lágrimas no eran por Clarke. Eran por la guerrera que había amado y que ahora debía borrar de su vida.
Subió a la cima de la Torre, el viento arrancando su cabello y su capa. Con una mirada decidida, enterró todas sus emociones en lo más profundo de su corazón. Clarke había desaparecido, y con ella, todos los sentimientos de amor y esperanza. La herida era profunda, pero Lexa sabía que debía seguir adelante.
Desde ese día, Lexa se convirtió en una figura de piedra, impasible y fría. Su corazón se endureció como el acero, y su determinación de proteger a su pueblo se volvió inquebrantable. Clarke había sido un error. Un error que no permitiría que se repitiera.
Los días estaban marcados por entrenamientos agotadores y reuniones estratégicas. Lexa se sumergió completamente en sus deberes, encontrando alivio solo en la acción. Cada movimiento, cada decisión era calculada con precisión quirúrgica. No había espacio para la debilidad, no había espacio para el arrepentimiento.
Sus guerreros la miraban con una mezcla de temor y admiración. Lexa se había convertido en un símbolo de fuerza y determinación, un faro para aquellos que habían perdido la esperanza. Pero dentro de ella, el dolor siempre estaba presente, oculto tras una máscara de indiferencia.
El Consejo, al ver el cambio en Lexa, se sintió aliviado. Creían que finalmente había aceptado la verdad sobre Clarke y que estaba lista para guiarlos hacia un futuro seguro y próspero. Pero la realidad era más compleja. Lexa no había olvidado a Clarke, ni había aceptado completamente la versión de los hechos del Consejo. Sin embargo, había decidido seguir adelante, proteger a su pueblo a cualquier costo.
De vez en cuando, en los momentos de quietud, Lexa se encontraba pensando en Clarke. Se preguntaba dónde estaba, qué estaba haciendo. La esperanza de que algún día pudieran encontrarse de nuevo y aclarar las cosas no había desaparecido por completo. Pero por ahora, Lexa debía apartar esos pensamientos y concentrarse en el presente.
El día de la ceremonia de conmemoración del fin de la Gran Guerra, Lexa se encontró frente a su gente, con el rostro impasible. Mientras el sol se ponía, las sombras alargándose como dedos oscuros sobre el suelo, Lexa pronunció un discurso poderoso, lleno de pasión y determinación.
"Hemos luchado y sufrido," dijo, con voz fuerte y clara. "Hemos perdido amigos y seres queridos. Pero todavía estamos aquí, más fuertes que nunca. Debemos mirar al futuro con esperanza y determinación. Nunca más permitiremos que alguien amenace nuestro hogar y nuestra gente."
Sus palabras fueron recibidas con un estruendoso aplauso, pero Lexa sabía que el camino por delante sería largo y difícil. A pesar de que su corazón estaba roto, estaba decidida a guiar a su pueblo hacia un futuro mejor.
Con el paso de los meses, Lexa se adaptó a su nuevo rol con una frialdad y una precisión que sorprendían a todos. Su liderazgo era indiscutible, y el respeto y el temor que inspiraba eran palpables. Sin embargo, dentro de ella, el vacío dejado por Clarke seguía siendo insuperable.
Un día, mientras Lexa estaba sola en su habitación, uno de los miembros del Consejo llamó a la puerta. "Lexa, hemos recibido noticias," dijo en voz baja.
"¿De qué se trata?" preguntó Lexa, levantando la vista de los documentos.
"Hemos encontrado rastros de Clarke," respondió el consejero. "Parece que ha sobrevivido y está reuniendo un ejército."
El corazón de Lexa dio un vuelco. Clarke estaba viva. La esperanza que había mantenido oculta en lo profundo de su corazón se reavivó, pero pronto fue sofocada por la realidad. Clarke estaba reuniendo un ejército. ¿Para qué? ¿Para vengarse? ¿Para declarar la guerra de nuevo?
Mientras el consejero salía, Lexa se levantó y se acercó a la ventana. Miró hacia afuera, hacia el horizonte, con el corazón en tumulto. Clarke estaba viva, pero ¿qué significaba esto para ellas? ¿Era realmente una enemiga, como sostenía el Consejo, o todavía había una posibilidad de redención?
Con el corazón pesado, Lexa sabía que debía prepararse para lo peor. Su determinación se fortaleció aún más. No permitiría que su pueblo sufriera de nuevo. Clarke sería enfrentada, cualquiera que fuese la verdad.
Y así, mientras la noche caía sobre la Torre, Lexa se preparó para una nueva batalla. Esta vez, no solo era una cuestión de supervivencia, sino de redención y de verdad. La guerrera dentro de ella estaba lista, y nada la detendría en su esfuerzo por proteger a su pueblo y descubrir la verdad sobre Clarke.
La tensión era palpable, y el futuro incierto. Pero una cosa era segura: Lexa enfrentaría cualquier desafío con la fuerza y la determinación que la habían convertido en la líder que era. Y en el corazón de la noche, con el viento aullando fuera de su ventana, Lexa se preparó para luchar una vez más, con el corazón frío como el acero y la mente afilada como una espada.

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The Grounders (Versión en Español)
FanfictionEn una época de tumultuosos cambios en la Tierra, dos pueblos se enfrentan en una guerra sin cuartel: los fieros Grounders y el Pueblo del Cielo. En el torbellino de este conflicto interminable, destacan dos figuras destinadas a cambiar el curso de...