Capítulo 30: Dos Fuegos

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Clarke caminaba por los angostos pasillos del gran palacio, sintiendo el peso del Consejo y de las decisiones que allí se habían tomado. Cada paso resonaba en el silencio, un latido sordo que reverberaba como una advertencia. Estaba sumida en sus pensamientos, repasando los recientes acontecimientos que la habían llevado a dudar, a temer por el futuro de la alianza construida con tanto esfuerzo y sangre.
El día en que Lexa había recibido la tarea de revisar las leyes estaba impreso en su memoria como una marca. La escena se había desarrollado ante ella, un cuadro vívido e inquietante: Lexa, reina indiscutida, puesta a prueba y aparentemente sometida por el consejo. Clarke había quedado perpleja, incapaz de comprender cómo Lexa, normalmente tan segura de sí misma, aceptaba sin reservas cada propuesta. Lexa era la guía, la fuerza motriz de su pueblo, y sin embargo, parecía que algo más oscuro la estaba manipulando, dirigiendo sus acciones y decisiones hacia un fin oculto.
Clarke recordaba las miradas intercambiadas con Lexa en esos momentos, breves destellos de comunicación no verbal. Lexa, a pesar de su poder, parecía dividida entre el deber hacia su pueblo y un sentido de lealtad personal. Este conflicto interno se reflejaba en sus ojos, en los gestos imperceptibles que traicionaban una profunda inquietud. Clarke percibía el tormento de Lexa, la lucha silenciosa que la consumía.
El pueblo del cielo había intentado manipular las leyes y los conocimientos del pueblo terrestre, una acción que había cavado un profundo surco de desconfianza. Lexa, inicialmente favorable a Clarke y a su pueblo, se encontraba ahora navegando en aguas turbias, donde cada decisión podía ser malinterpretada, cada gesto interpretado como una traición. Clarke había observado estos cambios con creciente preocupación, percibiendo que algo fundamental estaba cambiando en Lexa.
La conciencia de que Lexa estaba dividida entre el deber y los sentimientos hacia Clarke se hacía cada vez más palpable. Lexa consideraba estos sentimientos una distracción peligrosa, un espejismo que podía comprometer su capacidad para tomar decisiones correctas. El consejo insistía en que un líder debía estar solo, libre de distracciones, y Clarke era vista como la mayor de estas distracciones. La tensión entre Lexa y el consejo era tangible, una cuerda tensa lista para romperse al menor movimiento en falso.
Clarke sentía la presión creciente del consejo sobre Lexa. Las palabras pesadas como piedras, las miradas de juicio, todo contribuía a crear un clima de opresión. El consejo era inflexible: el pueblo del cielo no podía formar parte de su comunidad. Lexa, aunque defendía a Clarke con vehemencia, comenzaba a mostrar signos de debilitamiento. Sus ojos, normalmente fieros y resueltos, reflejaban ahora una duda creciente, casi como si empezara a creer en las palabras del consejo.
Clarke había observado detenidamente cada cambio, tratando de comprender la razón de tanta hostilidad. ¿Por qué el consejo odiaba tanto la alianza? ¿Por qué no podían ver los beneficios de una unión pacífica? Clarke sabía que había algo no dicho, algo que escapaba a la comprensión superficial. Lexa, cada vez más distante, parecía ahora una marioneta en manos del consejo, una joya preciosa que no podía ser compartida.
El cambio en Lexa era evidente. Clarke percibía un miedo creciente, una señal de alarma que sonaba incesantemente en su mente. Lexa, que había defendido a Clarke con tanto ardor, ahora parecía dudar de sus propias palabras. El consejo estaba logrando sembrar la duda, hacer tambalear las certezas de Lexa. Cada observación, cada mirada intercambiada, revelaba una fractura creciente, una división que amenazaba con engullir todo lo que habían construido.
Clarke había estudiado cada detalle, tratando de armar las piezas de un rompecabezas complejo y oscuro. El consejo, con su hostilidad, parecía querer proteger algo más grande, un secreto que no podía ser revelado. Lexa, a pesar de sus rebeliones, seguía siendo una parte integral de ese sistema, y Clarke debía encontrar la manera de penetrarlo, de entender lo que realmente estaba sucediendo. El pueblo terrestre, con su reticencia a confiar en el pueblo del cielo, representaba un obstáculo adicional. La alianza, construida con tanto sacrificio, estaba amenazada por fuerzas internas y externas. Clarke sentía el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, consciente de que el futuro dependía de su capacidad para navegar en estas aguas turbulentas.
Lexa y Clarke eran dos caras de la misma moneda, unidas por un destino común pero separadas por una incomprensión creciente.
Clarke sabía que debía ser paciente, que cualquier paso en falso podía costar caro. Observaba al consejo y a Lexa, estudiando las dinámicas, tratando de entender lo que realmente estaba sucediendo. Cada conversación, cada encuentro, era un juego de equilibrios precarios, un baile sutil entre poder y vulnerabilidad. Clarke sentía que el tiempo se estaba agotando, que debía actuar antes de que fuera demasiado tarde.
El consejo, con su obstinación, representaba un desafío insuperable. Clarke sabía que debía ganarse la confianza de Lexa, convencerla de que la alianza era el único camino posible. Pero, ¿cómo podía hacerlo cuando cada avance parecía llevar a nuevos obstáculos? Clarke sentía el peso del pasado, de las guerras y los sufrimientos que habían marcado a ambos pueblos. Pero también veía la esperanza, la posibilidad de un futuro diferente, construido sobre la comprensión mutua y la colaboración.
Clarke sabía que su tarea era ardua, que cada decisión podía tener consecuencias impredecibles. Pero estaba decidida a no rendirse, a luchar por lo que creía. Lexa era la clave, la figura central en este complejo juego de poder y lealtad. Clarke debía encontrar la manera de llegar a ella, de hacerle entender que la alianza era el único camino hacia la paz.

The Grounders (Versión en Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora