Las primeras luces del alba se filtraban a través de las vidrieras de colores de la iglesia, proyectando reflejos rojos y dorados sobre las antiguas piedras. El aire estaba denso de incienso, y el silencio sagrado del lugar parecía envolverlo todo. En el centro del altar, descansaba un cuenco de plata, que contenía el color que marcaría la transformación de Lexa. El líquido parecía brillar con un resplandor sobrenatural, como si estuviera impregnado de poderes antiguos y olvidados.
El cuenco había sido bendecido por los sacerdotes del Templo de los Clanes, hombres y mujeres que custodiaban los secretos de las tradiciones milenarias. Cada clan tenía sus propios ritos y símbolos, pero el que Lexa estaba a punto de realizar era único: el **Ritual del Cabello Dorado**. Solo los grandes líderes, aquellos destinados a comandar y proteger, podían teñir su cabello con ese tono dorado, signo de poder y pureza, una promesa de gloria futura.
Lexa caminaba lentamente hacia el altar. Su corazón latía con fuerza, no por miedo, sino por el peso de la responsabilidad. Sus pasos eran decididos, a pesar de sentir sobre sí el peso de decenas de ojos. Los ancianos de su clan estaban presentes, sus miradas cargadas de expectativas y esperanzas. Lexa, el rostro y el alma de su pueblo, estaba lista para guiarlos en la fiesta y en las batallas.
El sacerdote se acercó a ella, solemne. Con manos delicadas, sumergió un pincel ceremonial en el cuenco de plata, levantándolo lentamente mientras las gotas de color parecían brillar bajo la tenue luz de las velas. Sin decir una palabra, Lexa se arrodilló ante el altar, inclinando la cabeza. Podía sentir el olor acre del tinte, una mezcla sagrada de hierbas y polvos recolectados en montañas lejanas. Cada ingrediente había sido elegido con cuidado, cada uno tenía un significado.
Con movimientos lentos, casi hipnóticos, el sacerdote comenzó a pintar los mechones de Lexa. La sensación del color frío sobre su cuero cabelludo la hizo estremecer, como si el poder de la tierra misma estuviera penetrando en sus raíces, en sus huesos. Cada pincelada parecía un gesto antiguo, cargado de simbolismo. Los primeros mechones se transformaron en un rubio dorado, reluciente como el sol de la mañana. Las palabras de una oración olvidada, cantada en voz baja por el sacerdote, llenaron el aire:
"Color del oro, reflejo de poder, que las llamas de la victoria brillen en ti, Lexa. Que seas nuestra luz, nuestra guía, nuestro escudo. El sol nace en tu cabello, y con él, la esperanza de nuestro pueblo."
Las palabras penetraron en su mente, como si las antiguas divinidades del clan le hablaran directamente a su espíritu. Lexa cerró los ojos, sintiéndose conectada con algo mucho más grande que ella. Una sensación de calor se extendió por su cuerpo, un fuego que ardía dentro de ella pero sin hacerle daño. Su mente viajó hacia atrás en el tiempo, hacia visiones de antiguas batallas, de héroes de cabello dorado que blandían espadas resplandecientes y traían gloria a su pueblo.
Cuando el sacerdote terminó, Lexa se levantó lentamente, con el cabello completamente teñido de oro. Eran más luminosos que cualquier color natural, casi sobrenaturales en su brillo. Con una profunda respiración, se giró hacia la multitud reunida en la iglesia. Los ancianos del clan asintieron en silencio, aprobando. Los guerreros a su alrededor se inclinaron, reconociendo en Lexa a su líder, el símbolo de su fuerza y unidad.
La ceremonia aún no había terminado. Debía enfrentar el último paso, el más importante. Lexa se acercó a un gran espejo colocado a los pies del altar. Las velas brillaban a sus espaldas, proyectando un aura cálida alrededor de su figura. Se miró en el espejo y, por un momento, no se reconoció a sí misma. Su imagen reflejada era la de una guerrera lista para la batalla, ya no una simple joven al frente del clan, sino la reina de los Terrestres.
Con una sensación de orgullo y temor reverencial, se dio cuenta de que el paso estaba completo. Su cabello, ahora dorado como el sol, era el símbolo de su identidad. Estaba lista para la Fiesta de los Clanes, pero sobre todo, estaba lista para cualquier destino que se le presentara. Con una última mirada a su reflejo, Lexa se giró hacia la multitud, alzando la vista.
El silencio se rompió. Un murmullo se extendió entre la gente, primero suave, luego cada vez más fuerte, transformándose en un coro de voces festivas. Los ancianos del clan se inclinaron nuevamente, esta vez con un respeto que iba más allá del protocolo. Lexa, con su cabello dorado, era ahora una leyenda viviente.
La Fiesta de los Clanes la esperaba, pero en su interior sabía que el verdadero camino apenas comenzaba.
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The Grounders (Versión en Español)
FanfictionEn una época de tumultuosos cambios en la Tierra, dos pueblos se enfrentan en una guerra sin cuartel: los fieros Grounders y el Pueblo del Cielo. En el torbellino de este conflicto interminable, destacan dos figuras destinadas a cambiar el curso de...