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Hyunwoo cerró la puerta de su habitación detrás de él, sintiendo el peso de sus emociones aplastándolo. Sin fuerzas para luchar contra la tormenta interna que lo consumía, se dejó caer en su cama y abrazó la almohada con fuerza. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, deslizándose por sus mejillas y empapando la almohada. No entendía por qué se sentía así, por qué algo dentro de él se había roto y no sabía cómo arreglarlo.

Siempre había pensado que le gustaban las chicas. Pero ahora, después de lo que había pasado con Minho, todo se había puesto patas arriba. Minho no solo había irrumpido en su vida, sino también en sus pensamientos y deseos. Y eso lo aterraba.

¿Cómo podía ser que alguien como Minho, un hombre al que apenas conocía, causara un torbellino de emociones tan poderosas en su interior? Hyunwoo enterró su rostro en la almohada, intentando silenciar los sollozos que escapaban de su pecho. No quería que nadie lo viera así, vulnerable y perdido.

Sin embargo, la puerta de su habitación se abrió suavemente, dejando entrar a su hermano menor. El niño, con un mechón de cabello rubio que resaltaba entre su cabello oscuro, se acercó a la cama con pasos silenciosos. Al ver a su hermano mayor llorando, no dijo nada; simplemente se subió a la cama y se acurrucó junto a él, abrazándolo con toda la ternura que podía ofrecer.

Hyunwoo sintió los pequeños brazos de su hermano rodeándolo y, aunque no quería preocuparlo, no pudo evitar abrazarlo de vuelta. Las lágrimas continuaban cayendo, pero ahora había algo más en ellas: una mezcla de tristeza y consuelo. El calor del pequeño cuerpo de su hermano contra el suyo le recordaba que no estaba solo, que aún había alguien en su vida que lo amaba sin condiciones, sin importar lo que estuviera pasando en su cabeza.

—Hyunwoo... —susurró el niño, con su voz suave y preocupada—. ¿Estás bien?

Hyunwoo intentó sonreír, aunque sabía que no estaba logrando convencer a su hermano.

—Estoy bien, solo... solo estoy un poco triste —respondió, su voz quebrándose.

El niño, con ese mechón rubio que siempre le recordaba a Hyunwoo la travesura que había hecho meses atrás, no dijo nada más, simplemente se quedó allí, abrazando a su hermano con fuerza. Aunque no entendía completamente lo que estaba ocurriendo, sabía que su hermano mayor lo necesitaba, y eso era suficiente para él.

El silencio en la habitación fue interrumpido únicamente por el suave sonido de las respiraciones y los sollozos que lentamente se apagaban. A medida que el tiempo pasaba, Hyunwoo comenzó a sentir una calma inusual. La presencia de su hermano, tan pequeña y frágil, pero a la vez tan llena de amor, le brindaba un ancla en medio de su caos emocional.

Con su rostro aún escondido en la almohada y su largo cabello rubio tapando sus ojos, Hyunwoo se permitió un momento de respiro. Sabía que las respuestas a sus preguntas no vendrían fácilmente, que su confusión no desaparecería de la noche a la mañana. Pero al menos, en ese instante, tenía a alguien que lo sostenía, alguien que lo aceptaba tal como era, sin importar las dudas y miedos que lo atormentaban.

Y por ahora, eso era todo lo que necesitaba.

entre sombras y deseos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora