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La luz del sol ya se filtraba por las calles cuando Hyunwoo, junto con otros oficiales, salió de la comisaría. Después de una larga noche de trabajo, el grupo decidió hacer una parada en un restaurante cercano para desayunar antes de dirigirse a casa a descansar. Las calles comenzaban a llenarse de vida, con personas que empezaban su día y otros que, como ellos, lo estaban terminando.

El restaurante era un lugar modesto, pero acogedor, con un aroma a café recién hecho y pan tostado que llenaba el aire. Hyunwoo se sentó en una mesa junto a sus compañeros, todos ellos visiblemente cansados, pero de buen ánimo. La camaradería entre ellos era palpable, y aunque no hablaban mucho, la simple compañía era suficiente para levantar el ánimo.

—Nada como un buen desayuno después de una noche larga —comentó uno de los oficiales mientras hojeaba el menú, y los demás asintieron en acuerdo.

Hyunwoo, sin embargo, estaba algo distraído. Sus pensamientos iban y venían entre los eventos de la noche anterior y el encuentro con Minho. A pesar del cansancio, había algo que lo mantenía alerta, una sensación persistente en el fondo de su mente.

—¿Qué vas a pedir, Hyunwoo? —preguntó uno de sus compañeros, llamando su atención.

—Ah, creo que solo un café y un par de tostadas —respondió Hyunwoo, sonriendo—. No tengo mucho apetito.

Su compañero asintió, pero antes de que pudiera decir algo más, otro oficial, un joven que había hecho buenas migas con Hyunwoo en los últimos meses, se acercó y lo abrazó amistosamente por los hombros.

—Vamos, Hyunwoo, anímate —dijo con una sonrisa—. Hemos sobrevivido otra noche más, merecemos algo mejor que solo café y tostadas.

Hyunwoo rió suavemente, reconociendo la broma, pero antes de que pudiera responder, algo llamó su atención al otro lado de la calle. A través de la ventana del restaurante, sus ojos captaron una figura familiar.

Minho.

Estaba de pie, observando desde la distancia, con una expresión que Hyunwoo no podía descifrar del todo. Parecía estar solo, pero algo en su postura sugería una especie de preocupación, como si estuviera indeciso sobre si acercarse o no.

Hyunwoo sintió un nudo formarse en su estómago. No había esperado ver a Minho tan pronto, y menos en un lugar público donde estaba con sus compañeros. A pesar de la distancia, podía sentir la intensidad de la mirada de Minho, lo que hizo que su corazón latiera más rápido.

—¿Estás bien? —preguntó el joven oficial que aún lo abrazaba, notando la repentina tensión en Hyunwoo.

Hyunwoo asintió rápidamente, apartando la vista de la ventana.

—Sí, sí, estoy bien —respondió, forzando una sonrisa—. Solo estaba… pensando en algo.

El joven lo soltó, aún mirándolo con cierta curiosidad, pero decidió no insistir. Hyunwoo agradeció internamente el gesto, mientras trataba de concentrarse en el desayuno que estaba por llegar. Pero aunque intentaba ignorarlo, no podía sacudirse la sensación de ser observado.

Desde la distancia, Minho siguió observando, viendo cómo Hyunwoo se esforzaba por parecer tranquilo. Sabía que no podía acercarse en ese momento, no con los compañeros de Hyunwoo tan cerca, pero la urgencia de hablar con él crecía dentro de él.

—Nos vemos luego, Hyunwoo… —murmuró Minho para sí mismo antes de darse la vuelta y alejarse, sabiendo que tarde o temprano encontraría una oportunidad para estar a solas con él de nuevo.

Mientras tanto, en el restaurante, el desayuno llegó y Hyunwoo intentó relajarse, pero la presencia de Minho seguía pesando en su mente. Aunque se esforzó por disfrutar del momento con sus compañeros, sabía que esa no sería la última vez que vería a Minho observándolo desde lejos.

Después del desayuno, Hyunwoo se despidió de sus compañeros y pagó su parte de la cuenta. El cansancio se hacía cada vez más evidente en su rostro; sus ojos pesaban y su cuerpo pedía a gritos llegar a casa y descansar. Sin embargo, había algo más que lo mantenía despierto, algo que lo hizo caminar por las calles en busca de alguien en particular.

Mientras caminaba, sus pasos eran lentos, casi arrastrados, pero sus ojos permanecían alerta, escudriñando cada esquina, cada sombra, con la esperanza de encontrar a Minho. El recuerdo de la mirada de Minho desde la distancia seguía fresco en su mente, y había algo dentro de él que necesitaba una última interacción antes de retirarse a descansar.

Después de recorrer algunas calles, finalmente lo encontró. Minho estaba apoyado contra la pared en una calle más apartada, aparentemente relajado, pero con una expresión que mostraba que había estado esperando. El alivio que Hyunwoo sintió al verlo fue casi palpable; su paso se aceleró y, al llegar junto a él, tocó suavemente su brazo para atraer su atención.

Minho giró la cabeza, y al ver a Hyunwoo, una sonrisa cálida se formó en sus labios. Esa sonrisa, aunque pequeña, era suficiente para borrar parte del cansancio que pesaba sobre Hyunwoo.

—Minho… —Hyunwoo dijo suavemente, sin saber realmente qué más decir.

—Hyunwoo —respondió Minho, su tono bajo y lleno de afecto mientras extendía la mano para acariciar el cabello rubio de Hyunwoo. Sus dedos recorrieron los mechones con una familiaridad que hizo que Hyunwoo se sintiera cómodo, seguro, a pesar del entorno cansado que lo rodeaba.

Hyunwoo no pudo evitar sonreír también. A pesar de lo agotado que estaba, la presencia de Minho tenía una forma de darle un tipo de energía diferente, una que nacía del simple hecho de estar cerca de él.

—¿Estabas buscándome? —preguntó Minho, bajando la mano hasta la mejilla de Hyunwoo, acariciándola suavemente.

—Sí, quería verte… aunque sea un momento —respondió Hyunwoo, su voz apenas un susurro mientras cerraba los ojos y se inclinaba un poco hacia la mano de Minho.

Minho lo observó por un momento, disfrutando de la tranquilidad del momento. A pesar de la dureza de la noche anterior y el cansancio que ambos sentían, había algo reconfortante en este pequeño instante que compartían.

—Vamos, te acompañaré a casa —dijo Minho finalmente, notando el evidente agotamiento en el rostro de Hyunwoo.

Hyunwoo asintió, demasiado cansado para protestar. Caminó al lado de Minho, sintiendo que aunque estaba exhausto, la compañía de Minho hacía que el peso del día fuera más llevadero. No importaba cuán difícil fuera el día, mientras pudiera terminarlo con Minho a su lado, sabía que todo estaría bien.

entre sombras y deseos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora