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Hyunwoo caminaba por las calles sin rumbo fijo, perdido en sus pensamientos y sintiendo un vacío en el estómago que no tenía nada que ver con el hambre. Las luces de la ciudad parpadeaban a su alrededor, y las sombras largas de la noche lo envolvían como una manta fría. Después de todo lo que había pasado en la comisaría, no tenía ganas de volver a casa de inmediato. Necesitaba tiempo para procesar, para encontrar una forma de encajar en la nueva realidad que lo golpeaba con fuerza.

Mientras deambulaba, sus pasos lo llevaron hasta una tienda de conveniencia. Sin pensarlo demasiado, entró y recorrió los pasillos, sus ojos fijándose en las estanterías repletas de productos. Finalmente, se detuvo frente a la sección de bebidas. No era alguien que solía beber, pero hoy… hoy era diferente. Necesitaba algo que lo adormeciera, que apagara el torbellino de emociones que lo consumía.

Agarró un par de latas de cerveza, pagó rápidamente en la caja y salió de la tienda. No tenía un destino en mente, pero sus pies lo llevaron a un parque cercano, uno que solía visitar de niño. Encontró un banco vacío, casi oculto entre los árboles, y se sentó con un suspiro.

Abrió la primera lata con un sonido suave y tomó un sorbo, sintiendo cómo el líquido frío bajaba por su garganta. Al principio, la cerveza no sabía particularmente bien, pero con cada trago, empezó a sentir una ligera calidez en su pecho, una sensación que, aunque temporal, le brindaba un alivio pasajero.

El tiempo se deslizó, y Hyunwoo perdió la cuenta de cuántas latas había abierto. El parque estaba tranquilo, solo con el sonido ocasional de hojas susurrando al viento. Mientras bebía, su mente volvía a las palabras de su jefe, al peso de la realidad que ahora debía enfrentar. La desesperación lo golpeó de nuevo, y, sin darse cuenta, lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas.

Horas más tarde, cuando la noche se había asentado por completo y el parque estaba prácticamente vacío, Hyunwoo estaba completamente ebrio. El mundo a su alrededor daba vueltas, y las luces de la ciudad se veían borrosas. Intentó ponerse de pie, pero sus piernas temblaron, y cayó de nuevo al banco.

Fue en ese momento que una figura conocida pasó por la zona. Minho, que estaba en su camino de regreso a casa después de una larga jornada, notó algo inusual en el parque. Cuando miró más de cerca, su corazón dio un vuelco al reconocer a Hyunwoo sentado en el banco, con varias latas de cerveza vacías a su lado.

—Hyunwoo… —dijo Minho, acercándose rápidamente, la preocupación evidente en su voz.

Hyunwoo levantó la vista con dificultad, sus ojos vidriosos enfocando lentamente la cara de Minho. Intentó sonreír, pero el gesto fue débil y triste.

—Minho… —balbuceó, con una voz pesada y tambaleante—. ¿Qué… qué haces aquí?

Minho se arrodilló frente a él, tomando sus manos con suavidad.

—Eso debería preguntártelo yo, ¿qué haces aquí bebiendo solo? —Minho miró las latas vacías y luego volvió a fijarse en Hyunwoo—. ¿Qué ha pasado?

Hyunwoo soltó una risa amarga, una que rápidamente se convirtió en un sollozo.

—Todo está mal, Minho… todo… —murmuró, inclinando la cabeza para ocultar las lágrimas que seguían cayendo—. Perdí mi trabajo… no puedo cuidar de mi familia… no sé qué hacer…

Minho sintió una punzada en el pecho al escuchar las palabras de Hyunwoo. Sin decir nada más, se sentó junto a él en el banco, pasando un brazo alrededor de sus hombros.

—No estás solo en esto, Hyunwoo —susurró Minho, su voz firme pero gentil—. Estoy aquí para ayudarte, para lo que necesites. No tienes que enfrentarlo todo solo.

entre sombras y deseos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora