Capitulo 9

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Pasaron el resto de la mañana en la piscina. Cerca del almuerzo, Charles se dio el último chapuzón, Reyes subió con Isabella a ducharse y su esposo se fue a su habitación. Gustavo, por su parte, decidió volver a su casa, así que el joven se había quedado solo con Carlos. El monegasco se sumergió y sintió que lo jalaban de la pierna, por lo que miró hacia atrás al hundirse y se encontró a su jefe debajo del agua, mirándolo y sonriendo. Después él la soltó para pasarle por delante, y Charles fue a la superficie.

—Ese fue un golpe bajo —. E sonrió.

—¿No lo pudiste soportar? —. Carlos miró con ojos burlones.

—Payaso.

—Nada bien, ¿aprendiste cuando eras pequeño?

—No, aprendí de viejo —. Se echó a reír —. Un amigo mío me enseñó —. Carlos asintió con la cabeza. —Voy a ducharme.

—Yo también.

Charles salió de la piscina, seguido de Carlos. Mientras se escurría el cabello, él lo empujó de nuevo al agua mientras se reía.

—No puedo creer que hayas hecho eso —. Lo miró frunciendo el ceño.

—No pensaste rápido.

—Ayúdame a salir —. Le extendió la mano. Cuando él la tomó, el joven tiró con fuerza y lo hizo caer en la piscina. Se apresuró a nadar hasta las escarelas para salir rápido, pero Carlos lo alcanzó y logró hundirlo justo a tiempo.

—¿De verdad crees que te vas a ir y dejarme aquí? —. Preguntó con una sonrisa divertida. Charles se rió.

—Qué malo eres —. Bromeó.

—Tú me jalaste del brazo.

—Y tú me empujaste primero.

—Qué vengativo.

—Exacto —. Charles no paraba de reír —. Ahora sí, en serio, necesito ir a darme una ducha.

—Está bien.

Ambos salieron del agua y se secaron con las toallas antes de subir a sus habitaciones. En el camino, Carlos lo empujaba con el hombro y el le devolvía el gesto, hasta que llegaron a la puerta del dormitorio de Charles. Cuando estaba a punto de entrar, Carlos lo tomó del brazo para decirle algo.

—Deja tus cosas listas para que nos vayamos, ¿de acuerdo?

—Perfecto.

El entró a su cuarto y Carlos se fue. Luego de bañarse, empacaron sus cosas, y Charles fue a armar las maletas de Isabella. Los dos salieron de las habitaciones al mismo tiempo y bajaron juntos a la sala.

—¿Almorzamos? —. Preguntó Reyes en cuanto los vio.

Una vez en la mesa, donde ya estaba servido el almuerzo, Gustavo regresó justo a tiempo y se sentó al lado de Charles. Al terminar, todos fueron a la sala, excepto por el señor Carlos, que citó a su hijo en su oficina.

—¿Cómo va la empresa?

—Muy bien. Genera cada vez más ganancias —. Informó el.

—Qué bueno. Te visitaremos más adelante, pero no te olvides de nosotros.

—Sabes que no me olvidó de mis padres, pero no puedo irme de la empresa desatendida.

—Lo sé. Recuerda mi consejo, hijo. Charles es una persona de carácter excepcional; no te metas en la cabeza que todas son iguales a esa cabrona.

—Bueno.

—Cierto que ni te importa lo que te diga. Ya lo extrañarás cuando no esté y será tarde.

Un padre por contrato || CharlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora