Capitulo 10

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Cayó la noche y había comenzado a llover. Charles estaba en la sala jugando con Isabella, pero su jefe no había regresado todavía y se avecinaba una tormenta. El joven estaba empezando a tener miedo porque la lluvia era muy pesada cuando, de repente, la puerta principal se abrió y allí estaba Carlos, empapado de pies a cabeza. Sin pensar, el monegasco se levantó corriendo carreras y lo abrazó, lo que lo dejó petrificado y sin entender lo que estaba haciendo. Él le tocó la espalda y sintió que estaba tenso y tembloroso. Al darse cuenta de lo que había hecho, Charles lo soltó tan rápido que pareció como si se hubiera quemado.

—Lo siento.

—¿Por qué hiciste eso?

—Perdón, solo fue un impulso.

Cuando él estaba a punto de responder, hubo un fuerte estruendo de un trueno y Charles volvió a abrazarlo, por lo que él entendió lo que estaba pasando.

—Tienes miedo —. Sonrió.

—No, no es eso —. Balbuceó.

—Estás temblando, y no es de frío. La calefacción está prendida.

—Sí, le tengo miedo a los truenos.

—Sí me sigues abrazando, nos enfermaremos.

—Lo siento.

En cuánto Charles lo soltó y volvió al sofá, Carlos se fue arriba. Isabella, mientras tanto, estaba jugando tranquila y no se inmutaba por los truenos. El chico enseguida fue a cambiarse de ropa y luego se acurrucó en el sillón, viendo la obra de la niña. Carlos también bajó a la sala, pues ya se había duchado. Vestía una sudadera y llevaba una manta, que usó para cubrir a Charles.

—No hay que tener miedo, es solo un ruido. Estás a salvo aquí adentro —. Lo reconfortó.

—¿A dónde fuiste? Pensé que no volverías hoy.

—Fui a la empresa.

En ese momento, resonó otro trueno y el joven se tapó la cabeza con la frazada. A Carlos le causó gracia, así que lo descubrió para verle el rostro.

—Ven aquí, eres un miedoso —. Se burló.

—No te rías.

—Bueno, bueno.

—Basta —. El castaño lo miró con el ceño fruncido.

Tratando de contener la risa, Carlos lo abrazó, así que el se acomodó con la cabeza apoyada sobre su hombro y el hombre puso su brazo alrededor de la espalda de el joven. Charles cerró los ojos e intentó relajarse, pero un trueno ensordecedor lo hizo saltar del susto y apretarle la pierna a su jefe, así que él lo abrazó más fuerte.

Isabella, por su parte, miró a los dos juntos y se subió encima de su padre para sentarse en medio de los dos adultos. Charles la abrazó y Carlos rodeó a los dos con sus brazos mientras la niña miraba su caricatura favorita en la televisión. Él hombre comienza a acariciarle el cabello a Charles, que cerró los ojos Y se tranquilizó por fin. Con el pasar de las horas, cesaron los truenos y solo quedó el ruido de la lluvia torrencial de fondo. Isabella se había quedado dormida, así que su padre la levantó para llevarla a su cuarto. De regresó en la sala, vio a Charles acostado en el sofá, por lo que él se sentó en otro sillón.

—¿Quieres cenar? —. Preguntó el último.

—No tengo hambre.

—Pero no cenaste nada.

—Estoy bien. Come tú algo, si quieres.

El joven se levantó para dirigirse a la cocina. Sacó algunos embutidos del refrigerador, con los que se preparó un sándwich, y después empezó a hacer jugo. En ese momento, apareció Carlos, quien tomó la comida sin más y le dio un mordisco.

Un padre por contrato || CharlosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora