💭 act thirty four.

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Mia's pov

Un cosquilleo cálido en mi mejilla me sacó lentamente del sueño. Sentí el roce suave de unos labios, insistentes y cariñosos, y antes de abrir los ojos, ya sabía quién era. Sonreí aún con los ojos cerrados, disfrutando de la sensación. Mi cuerpo estaba adolorido, con ese dolor agradable que te recuerda lo vivido la noche anterior.

Él me lastimó, pero se sintió cómo amor verdadero.

Abrí los ojos despacio y me encontré con la mirada de Arda, iluminada por los primeros rayos del amanecer que se filtraban a través de la pequeña ventana del camarote. Su sonrisa era amplia y tierna, y sus ojos brillaban con una mezcla de ternura y picardía.

— Buenos días, hermosa — dijo con esa voz baja que siempre me hacía sentir cálida por dentro.

— Buenos días — respondí con un suspiro, estirándome un poco — Siento que es muy temprano…

Arda se rió suavemente, negando con la cabeza.

—Lo es — respondió— pero tenemos que volver a la villa antes de que todos despierten.

Asentí, tratando de apartar el sueño de mis ojos, pero no pude evitar sonreír. Había algo en su expresión, en la forma en que me miraba, que hacía que cualquier incomodidad valiera la pena. Me levanté despacio, sintiendo un leve dolor en mis piernas y en mi espalda, pero nada que pudiera borrar la sonrisa de mi cara. Arda me pasó su camisa y yo me puse el vestido con una risa suave.

Una vez listos, salimos del camarote y el aire fresco de la mañana nos recibió. El cielo aún estaba teñido de tonos rosados y naranjas, y el mar estaba tranquilo, casi como si estuviera durmiendo también. Sentí la mano de Arda en la mía, fuerte y segura, y me volví hacia él.

—¿Cómo te sientes? — me preguntó m ientras caminábamos hacia la proa.

Me detuve un momento para pensarlo, aún con esa sonrisa en los labios.

—Estoy bien… un poco adolorida, pero feliz — admití con sinceridad.

Arda soltó una risa suave, con una mezcla de diversión y preocupación en su expresión.

— No quería que nada te incomodara, Mia.

— No podrías incomodarme ni aunque lo intentaras — respondí, apretando su mano con fuerza — Estoy más que bien.

Nos quedamos así por un segundo, mirando el mar que brillaba bajo el sol naciente, disfrutando del silencio compartido. El mundo aún estaba tranquilo, y por un instante, solo existíamos nosotros dos. Arda me dio un pequeño apretón en la mano y me guió hacia la borda del yate, preparándonos para volver. Mientras caminábamos, sentí el calor de su piel contra la mía, la seguridad de su presencia.

𝘿𝙚𝙡𝙞𝙘𝙖𝙩𝙚 ☆ Arda Güler Donde viven las historias. Descúbrelo ahora