💭 act thirty eight

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Mia's pov

Los últimos días habían sido un torbellino de emociones. Cada vez que llegaba a la universidad, sentía que el peso en mi pecho se hacía más y más grande. Mis amigos, Amelie y Rodrigo, no dejaban de buscarme, pero yo... simplemente los evitaba. No podía enfrentarme a ellos, no podía soportar sus miradas de preocupación, sus preguntas... ¿Qué les iba a decir? ¿Cómo les explicaba lo que estaba pasando cuando ni siquiera yo sabía cómo manejarlo?

La culpa me carcomía por dentro. Me sentía atrapada, asfixiada. Había ignorado a Arda, a mis amigos, incluso a Amalia, que me había ofrecido su ayuda con tanta sinceridad. Pero cada vez que sonaba mi teléfono y veía su nombre en la pantalla, sentía un nudo en la garganta. ¿Cómo podía hablar con ella sin derrumbarme? ¿Cómo podía decirle que había arruinado todo?

Me escondía en los pasillos de la facultad, desviando la mirada cuando veía a Amelie o a Rodrigo. Sabía que estaban preocupados, que intentaban alcanzarme cada vez que me veían, pero yo me escabullía como si huyera de un monstruo. En realidad, estaba huyendo de mí misma.

Hoy, mientras caminaba por el campus, con el sol de septiembre brillando intensamente, sentí el cansancio acumulado en mis hombros. Mis pasos eran pesados, como si cada uno costara más que el anterior. Me detuve un momento, tratando de recuperar el aliento, tratando de convencerme de que todo estaba bien, de que podría seguir fingiendo por un día más.

- ¡Mia! - oí la voz de Rodrigo llamándome a lo lejos. Mi cuerpo se tensó al instante.

Aceleré el paso, sin siquiera mirarlo. Sabía que se acercaba, que me seguiría si me quedaba quieta un segundo más. Giré por uno de los pasillos menos transitados y me dirigí a la biblioteca, mi refugio temporal. Me dejé caer en una de las sillas vacías y apoyé la cabeza en mis manos.

¿Cuánto tiempo más podría seguir así? ¿Cuánto tiempo más podría seguir huyendo?

Escuché el sonido de mis propios pensamientos, que eran tan ruidosos como mi respiración agitada. ¿Cómo había llegado a esto? Todo parecía tan claro antes, tan simple... Y ahora, cada decisión, cada acción, se sentía como una montaña imposible de escalar.

Amalia me había enviado un mensaje esa misma mañana, preguntándome cómo estaba, si necesitaba algo. Había leído sus palabras y las había dejado en visto. Incluso eso me hacía sentir culpable. Ella no tenía por qué cargar con mis problemas, con mis miedos. Pero también sabía que ignorarla solo empeoraba las cosas. Cerré los ojos, tratando de calmarme. Tal vez, debería dejar de huir. Tal vez, debería enfrentar esto. Pero ¿cómo? ¿Cómo enfrentarlo cuando ni siquiera podía enfrentarme a mí misma?

Suspiré profundamente, sintiendo el peso de las lágrimas amenazando con salir. No, no aquí, no ahora. Me limpié el rostro con rapidez y traté de enfocar mi mente en cualquier otra cosa. Pero el miedo y la culpa seguían ahí, como un eco constante en mi mente, recordándome que, por mucho que lo intentara, no podía escapar de lo que sentía.

𝘿𝙚𝙡𝙞𝙘𝙖𝙩𝙚 ☆ Arda Güler Donde viven las historias. Descúbrelo ahora