Cadenas De Sombras

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La tormenta continuaba rugiendo fuera del monasterio, pero dentro de la pequeña habitación, las verdaderas tempestades se desataban en el interior de Naruto y Sasuke.

Mientras el fuego de la chimenea crepitaba suavemente, Sasuke, con los ojos clavados en las llamas, comenzó a hablar, su voz apenas un susurro, como si al revelar su historia, cada palabra lo despojara de una parte de sí mismo.

Naruto lo escuchaba en silencio, su corazón latiendo con fuerza, sintiendo que la barrera invisible entre ellos comenzaba a desmoronarse por completo.

—Después de que te dejé —comenzó Sasuke, su voz temblando ligeramente—, mi vida se convirtió en un infierno. Mi padre, siempre frío y calculador, nunca me perdonó por lo que había sentido por ti, por el amor que compartíamos. Para él, había traído deshonra a la familia Uchiha. Sabía que había fallado en su legado, pero fue mi hermano, Itachi, quien se aseguró de que pagara por ello. Junto a mi padre, me sometieron a un encarcelamiento oscuro, no con barrotes visibles, sino con cadenas invisibles que me ataban a su voluntad.

Sasuke hizo una pausa, el peso de sus recuerdos cayendo sobre él como una losa de piedra. Naruto lo observaba, el dolor de ver a Sasuke así lo partía en dos.

Sasuke nunca había compartido estas partes de su vida, y ahora, a medida que revelaba su pasado, Naruto comprendía cuán profundo había sido su sufrimiento. Las palabras de Sasuke fluían como ríos cargados de desesperación, y Naruto no podía más que escuchar, atrapado en el dolor que ambos compartían.

—Itachi fue el peor de todos —continuó Sasuke, su voz apenas un murmullo — Siempre fue el hijo perfecto, el que seguía las reglas de mi padre sin dudar. Él no me veía como su hermano, sino como un peso, un recordatorio de la debilidad de nuestra familia. Me vigilaba constantemente, asegurándose de que no me apartara del camino que mi padre había trazado para mí. Cada día era una batalla para sobrevivir, no solo a su desprecio, sino a la presión insoportable de las expectativas que se cernían sobre mí.

El rostro de Sasuke, iluminado por los destellos del fuego, reflejaba la oscuridad de su pasado. Naruto, aún en silencio, sintió cómo el dolor de Sasuke se volvía tangible, casi como si lo pudiera tocar. En sus ojos, vio la profundidad de las cicatrices que ese encarcelamiento había dejado en él. Sin embargo, en medio de ese abismo, había una luz tenue, una chispa de resistencia que Sasuke nunca había perdido.

—La única persona que me mantuvo cuerdo fue Hidari, mi gemelo —dijo Sasuke, su voz quebrándose ligeramente al mencionar el nombre de su hermano — Él fue mi único refugio en esa oscuridad. Nos entendíamos sin palabras, compartíamos el dolor de la opresión y la desesperanza. Si no hubiera sido por él, no sé si habría sobrevivido a todo aquello. Pero incluso con su apoyo, el vacío que dejaste en mi corazón nunca desapareció. Mi vida se convirtió en un ciclo interminable de sufrimiento, de obediencia ciega a una familia que solo veía en mí una herramienta, un peón en su juego de poder.

Naruto sintió un nudo en la garganta al escuchar las palabras de Sasuke. El dolor que había sentido por haber sido traicionado por él ahora se veía eclipsado por la cruda realidad que Sasuke le estaba revelando.

Sasuke no había elegido dejarlo, había sido forzado, destruido por las mismas fuerzas que lo habían aprisionado en un lugar más oscuro de lo que Naruto hubiera imaginado. De repente, el propio sufrimiento de Naruto se sentía pequeño en comparación. Al de su amado.

Sabía que había sido herido, pero Sasuke había perdido mucho más, había sido quebrado por quienes debían protegerlo.

—Sasuke… —susurró Naruto, su voz cargada de una compasión que no podía contener —, no sabía… No sabía que habías pasado por todo eso.

Sasuke lo miró, y en sus ojos ya no había la dureza de antes, solo una tristeza infinita, el reflejo de años de tormento. A pesar de todo, nunca había dejado de amar a Naruto. Ese amor, por prohibido que fuera, había sido la única chispa que lo había mantenido vivo durante los años más oscuros de su vida.

—No había nada que pudiera hacer, Naruto —dijo Sasuke con voz rota—. Mi padre me vigilaba como un halcón, y mi hermano... Itachi... él estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para que yo obedeciera. Me atraparon en su red, y me mantuvieron allí, lejos de ti, lejos de todo lo que amaba. Pero nunca dejé de pensar en ti, ni un solo día.

Naruto, que hasta entonces había luchado por contener sus emociones, sintió cómo las lágrimas llenaban sus ojos. Todo el dolor, toda la frustración, todo lo que había reprimido durante años, finalmente comenzaba a desbordarse.

Tener a Sasuke allí, frente a él, compartiendo su verdad, era algo que nunca había esperado. Y ahora, al escuchar la historia de Sasuke, Naruto sentía el deseo ardiente de protegerlo, de consolarlo, de borrar el dolor que había sufrido.

—Sasuke —murmuró Naruto, acercándose más a él —, no puedo imaginar lo que has pasado, pero estoy aquí ahora. No voy a dejar que vuelvas a sufrir solo.

La tormenta fuera continuaba con furia, los relámpagos iluminando el cielo como si reflejaran la intensidad de las emociones que ambos hombres sentían en ese momento. Sasuke, con los ojos llenos de dolor y amor, sostuvo la mirada de Naruto, sintiendo que, por primera vez en años, la oscuridad que lo había envuelto comenzaba a disiparse.

—Quédate conmigo esta noche —dijo Naruto, su voz suave pero firme—. No quiero que te vayas. No esta vez.

Sasuke, sorprendido por las palabras de Naruto, asintió en silencio. Naruto se levantó lentamente, su corazón latiendo con fuerza mientras lo conducía hacia una pequeña puerta en el rincón de la habitación, una puerta que parecía insignificante pero que, en realidad, guardaba un secreto.

—Esta es una salida que pocos conocen —dijo Naruto mientras giraba la llave en la cerradura — Da directamente al exterior del monasterio. Es mi única forma de salir sin ser visto por nadie.

Naruto le entregó una copia de la llave a Sasuke, colocando la pequeña pieza de metal en su mano con un gesto decidido.

—Así podrás entrar y salir cuantas veces quieras, sin que nadie te vea. Pero, Sasuke… —Naruto lo miró a los ojos, el dolor y la incertidumbre brillando en su mirada —, no puedo dejar el monasterio. No puedo abandonarlo. No puedo abandonar a Boruto. Si me voy de aquí, no tengo nada, ni nadie. Volvería a ser un plebeyo sin hogar, y tú… sigues siendo un aristócrata. Sabes que nuestras vidas nunca podrían unirse de nuevo, no en este mundo.

El silencio que siguió fue pesado, cargado de emociones no expresadas. Sasuke, apretando la llave en su mano, sabía que Naruto tenía razón. La sociedad en la que vivían aún estaba gobernada por las reglas de la aristocracia, reglas que prohibían que alguien como él, un Uchiha, estuviera con alguien como Naruto, que había perdido todo.

Pero a pesar de ello, Sasuke no estaba dispuesto a rendirse.

—No me importa lo que digan las reglas —dijo Sasuke, su voz firme, aunque suave — No me importan las expectativas ni los títulos. Todo lo que quiero es estar contigo, Naruto. No quiero perderte otra vez.

Naruto, atrapado entre el deseo de corresponder a ese amor y el deber que sentía hacia Boruto y su nueva vida, solo pudo bajar la mirada, sabiendo que la decisión no sería fácil. Afuera, la tormenta continuaba rugiendo, un reflejo de la tormenta que ahora se desataba dentro de ellos.

Y mientras las ráfagas de viento aullaban a través del monasterio, la noche seguía avanzando, dejando en su estela la promesa de un nuevo día, uno en el que las decisiones difíciles aún debían tomarse.

Y mientras las ráfagas de viento aullaban a través del monasterio, la noche seguía avanzando, dejando en su estela la promesa de un nuevo día, uno en el que las decisiones difíciles aún debían tomarse

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Entre Rejas Y Secretos (MitsuBoru) (SasuNaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora