El Olvido Del Viento

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La tormenta eléctrica rugía sobre la ciudad de Konoha como un presagio de lo que estaba por suceder, iluminando las torres de las mansiones aristocráticas con relámpagos que destellaban en el cielo oscuro.

El aire denso parecía cargar la tensión que recorría las calles silenciosas, donde las sombras se movían como figuras danzantes bajo la furia del cielo.

En medio de esa oscuridad, Mitsuki, inquieto y decidido, se encontraba en la biblioteca central de la zona privilegiada de la Aristocracia, buscando respuestas que lo atormentaban desde hacía tiempo.

Rodeado por estanterías llenas de tomos antiguos, la luz de los relámpagos iluminaba fugazmente su rostro, dibujando sombras en sus ojos, llenos de determinación. Mitsuki había estado buscando la verdad sobre Boruto, siguiendo el rastro de pistas y rumores que lo llevaron hasta allí. Finalmente, entre los libros, encontró lo que tanto temía.

Los Hyuuga habían encerrado a Boruto en el monasterio de aspirantes a sacerdotes y monjes guerreros de Konoha, un lugar a las afueras de la ciudad, lejos de las miradas de la sociedad.

Pero lo que lo asombró aún más fue descubrir la identidad del padre rector de ese monasterio: Naruto, un antiguo aristócrata que había sido despojado de su apellido, un hombre cuya historia había sido borrada por las sombras del desprecio y el exilio. Y ahora, ese hombre era el padre biológico de Boruto, su amado sol.

El corazón de Mitsuki latía con fuerza, como si el trueno en el cielo reflejara la intensidad de su descubrimiento. Cada página que leía era como un golpe a su alma, revelando la verdad que había estado buscando durante tanto tiempo.

Naruto, el hombre que había sido desterrado por su propia madre, ahora era el padre de Boruto, el hombre que Boruto jamás había conocido como tal. Todo encajaba, todas las piezas de un rompecabezas que Mitsuki nunca había imaginado que existía.

El dolor y el alivio se entrelazaban en su pecho, como dos corrientes que se encontraban en medio de una tormenta. Boruto, su amado, había sido arrancado de él, pero ahora sabía dónde estaba. Mitsuki sentía el impulso de correr, de ir a buscar a Boruto, de sacarlo de las garras de los Hyuuga y de ese lugar donde lo habían encerrado como si fuera una carga indeseada.

Sin embargo, no estaba solo en esa noche tormentosa. Desde las sombras, un hombre había estado observándolo, esperando el momento adecuado para intervenir.

El abuelo de Boruto, Hiashi Hyuuga, se acercó sigilosamente, como una sombra más entre las muchas que la tormenta proyectaba. Con la frialdad de alguien que no conoce la compasión, lo sorprendió por la espalda.

Mitsuki no tuvo tiempo de reaccionar. Sintió el pinchazo de una aguja atravesar su piel, y antes de poder entender lo que estaba ocurriendo, una droga comenzó a invadir su sistema.

El veneno invisible recorrió sus venas como una serpiente que envenena todo a su paso, y pronto, el mundo alrededor de Mitsuki comenzó a desvanecerse. Su visión se nublaba, y el sonido de la tormenta se volvió distante, como si estuviera siendo arrastrado por una marea oscura.

-Perdóname... mi sol... -susurró Mitsuki, su voz quebrándose mientras su mente se nublaba por completo.

Las palabras se desvanecieron en el viento, llevadas por la tormenta, perdidas en la noche. Su amor, su sol, Boruto, todo lo que había descubierto y sentido, comenzaba a desintegrarse, como arena que escapa entre los dedos. La droga borraba sus recuerdos, arrastrándolo al olvido.

Hiashi lo observaba con ojos fríos, sin el menor rastro de arrepentimiento. Para él, Boruto era una mancha en el prestigio de su familia, y cualquier amenaza de que esa mancha pudiera extenderse debía ser eliminada. Mitsuki, el joven aristócrata que había osado descubrir la verdad, no debía recordar nada.

Al día siguiente, Mitsuki despertó en la misma biblioteca, rodeado de libros, pero todo lo que había descubierto la noche anterior se había desvanecido. Sus recuerdos estaban vacíos, como una hoja en blanco.

Se frotó los ojos, confundido, mirando a su alrededor sin entender cómo había llegado allí ni por qué se sentía tan extraño. Ninguno de los documentos que había llevado consigo estaba a la vista, y su mente, antes clara y decidida, ahora era un mar en calma, sin tormenta, sin dirección.

Con el corazón inquieto pero sin entender por qué, Mitsuki salió de la biblioteca y se dirigió a su mansión, donde lo esperaba su hermano mayor, Long. Long era su tutor, un científico renombrado, y la única figura de autoridad en la vida de Mitsuki.

Al llegar, Long lo saludó con una sonrisa tranquila, sin darse cuenta de la tormenta que se había borrado de la mente de su hermano menor.

-¿Cómo te fue en la biblioteca? -preguntó Long, ajeno a la tragedia invisible que había envuelto a Mitsuki.

Mitsuki sonrió débilmente, sin saber qué responder. No recordaba qué había estado buscando. Solo sabía que había pasado una noche de tormenta rodeado de libros, pero más allá de eso, su mente estaba vacía.

Decidido a seguir adelante, Mitsuki dejó atrás la extraña inquietud que lo rondaba y se preparó para ir al colegio, como si todo en su vida siguiera su curso normal.

Mientras tanto, a varios kilómetros de distancia, en el monasterio, Boruto se encontraba solo en uno de los jardines, el viento frío soplando entre los árboles.

Había pasado varios días practicando su chakra con Naruto, y finalmente, después de tanto esfuerzo, había logrado controlar el elemento viento. El viento, para Boruto, era un símbolo de libertad, de cambio, de todo lo que deseaba alcanzar.

Y esa madrugada, decidido a conectarse con Mitsuki a través del chakra, Boruto dejó que el viento fluyera a través de él, dirigiéndolo hacia el lugar donde su amado estaba.

El viento, cargado con el anhelo de Boruto, atravesó la ciudad, cruzando las mansiones aristocráticas hasta llegar a Mitsuki. Pero al tocarlo, algo estaba terriblemente mal.

Mitsuki, la luna que siempre había respondido a Boruto con la misma intensidad de su amor, estaba completamente ausente. Boruto sintió cómo la conexión se rompía, como un hilo cortado en el aire.

Mitsuki no recordaba nada. Su mirada era vacía, como si Boruto nunca hubiera existido para él. Al sentir la frialdad en esa desconexión, Boruto sintió cómo su corazón se rompía en mil pedazos.

-¿Por qué...? -susurró Boruto, sus ojos llenos de lágrimas - ¿Por qué me olvidaste?

La respuesta que nunca llegó dejó a Boruto con una sensación de vacío absoluto. Creía que Mitsuki lo había olvidado voluntariamente, que había decidido arrancarlo de su corazón.

Y esa idea despedazó lo poco que quedaba de su alma, dejándolo solo, una vez más, en medio de la madrugada, acompañado solo por el viento que ya no traía consigo el consuelo de su amor.

Y esa idea despedazó lo poco que quedaba de su alma, dejándolo solo, una vez más, en medio de la madrugada, acompañado solo por el viento que ya no traía consigo el consuelo de su amor

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Entre Rejas Y Secretos (MitsuBoru) (SasuNaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora