Prisiones Mentales

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Dentro de la celda, Neji luchaba en silencio, atrapado en una batalla invisible, una guerra que se libraba no con espadas, sino con la voluntad y la mente.

Cada segundo era una tortura, como si las sombras que controlaban su cuerpo se aferraran a él, negándose a soltarlo. Su alma gritaba, queriendo romper las cadenas invisibles que Sai había puesto alrededor de su conciencia.

En su interior, una chispa de resistencia aún brillaba, aunque pequeña, casi imperceptible. Era un rayo de luz atrapado en medio de la tormenta, luchando por expandirse, por romper las nubes de oscuridad que lo cubrían.

Neji sentía cómo, poco a poco, esa chispa se hacía más fuerte, impulsada por las palabras de Boruto, por su comprensión, por su fe en que su tío no era el verdadero enemigo.

-Boruto... no puedo... -pensaba Neji, su conciencia, aunque débil, seguía viva dentro de él, y cada intento de liberarse era como una ola rompiendo contra una roca.

Sabía que cada pequeño avance era importante, pero las fuerzas de Sai seguían envolviéndolo, tratando de apagar cualquier atisbo de resistencia.

Fuera de la celda, el lugar era aún más aterrador. Oscuridad y abandono reinaban en cada rincón, como si el tiempo mismo hubiera decidido olvidar aquel lugar.

Las paredes del edificio, viejas y polvorientas, estaban cubiertas de grietas profundas, como cicatrices de un pasado que había sido dejado atrás. El aire estaba lleno de polvo, como si nadie hubiera respirado allí en siglos, y cada paso que se daba en ese lugar resonaba como un eco de soledad.

El suelo, cubierto de escombros y basura, era como un campo de ruinas, testigo de un tiempo mejor que ya no existía. Las ventanas estaban rotas, y la luna, que brillaba fuera, apenas lograba penetrar con su luz fría, dejando el interior sumido en una penumbra constante.

El edificio parecía un esqueleto, una estructura vacía y derruida que se desmoronaba lentamente, como el reflejo físico del estado mental de Neji.

Boruto, aunque atrapado en esa celda fría, sentía en su corazón que algo estaba a punto de suceder. El silencio que lo rodeaba era opresivo, como si el aire mismo estuviera en contra de él. Su desesperación crecía, y aunque sabía que Mitsuki estaba en camino, no podía evitar sentir cómo el tiempo se escapaba como arena entre sus dedos.

-Mitsuki... ayúdame -susurró Boruto, su voz quebrada por la desesperación.

El viento, su único aliado, le devolvía solo susurros, como si intentara calmar su alma, pero incluso el viento parecía debilitado por el lugar sombrío en el que se encontraba.

Boruto cerró los ojos, concentrándose con todas sus fuerzas, intentando conectar con Mitsuki a través del viento, a través del amor que compartían. Sus dedos temblaban, su corazón palpitaba con fuerza, pero la conexión no era clara, como si las sombras del lugar intentaran bloquear cualquier rayo de esperanza.

-Mitsuki, te necesito. -pensaba Boruto, su mente enfocada en su amado, en su luz, en la única persona que podía salvarlo.

Cada segundo que pasaba parecía eterno, como si el tiempo mismo se hubiera detenido en esa celda, pero Boruto sabía que no podía rendirse.

La chispa de lucha en su corazón seguía viva, aunque pequeña, y esa chispa era lo único que lo mantenía firme. No dejaría que Sai ganara, no dejaría que su tío Neji se convirtiera en una víctima más de esa venganza cruel.

A kilómetros de allí, en su mansión oscura, Sai observaba su tablero de ajedrez con una sonrisa cruel pintada en sus labios. Las piezas estaban dispuestas cuidadosamente, como un reflejo de los planes que tejía en su mente.

Cada peón, cada torre, representaba a las personas que había manipulado, controlado, y ahora estaba a punto de destruir.

La luz tenue de una lámpara de aceite proyectaba sombras alargadas sobre las paredes de la sala, mientras el aire se mantenía denso, casi sofocante.

El ajedrez era su símbolo de control, y movía cada pieza con la precisión de alguien que había estudiado el arte de la manipulación durante años. En ese tablero, Neji era solo una pieza más, un peón que había rechazado su amor y que ahora pagaría el precio.

-Neji... -murmuró Sai mientras movía una pieza blanca, su sonrisa ensanchándose - Tuviste la oportunidad de ser mi pareja y me rechazaste. Ahora mírate: mi esclavo, una sombra de lo que alguna vez fuiste.

El placer que sentía Sai era palpable, casi tangible en el aire. Había sido rechazado no solo por Neji, sino también por Naruto, dos hombres que, en su mente retorcida, debían haber sido suyos. Naruto, con su espíritu indomable, había osado negarle su amor, y ahora pagaría el precio más alto.

-Naruto... -susurró Sai, mientras sus dedos rozaban suavemente la torre negra en el tablero-. Pudiste ser mi amante y no quisiste. Ahora perderás a Boruto, tu querido hijo.

La satisfacción en su voz era profunda, mientras imaginaba el dolor que Naruto sentiría cuando el cuerpo sin vida de su hijo le fuera entregado por su propio amigo, Neji.

El ajedrez no era solo un juego para Sai, era un reflejo de la vida misma, de las decisiones y las consecuencias, de quién controlaba y quién era controlado.

-Pronto, muy pronto, todo estará en su lugar. -dijo Sai en voz baja, mientras movía otra pieza del tablero, disfrutando de cada segundo de su plan.

Las sombras se extendían por la habitación, alargándose como tentáculos que envolvían todo lo que tocaban. La venganza era un fuego oscuro que ardía en el alma de Sai, y ese fuego lo consumía lentamente, mientras su mente maquinaba los próximos pasos.

El destino de Neji estaba sellado, lo sabía. Neji sería acusado no solo de secuestrar a Boruto, sino también de su asesinato. El paria de los Hyuuga, el hombre que había rechazado su amor, sería condenado a muerte.

-Neji... pronto serás solo un recuerdo, una sombra en mi pasado. -Sai murmuró, moviendo la reina en el tablero de ajedrez.

El placer que sentía al pensar en la destrucción de Neji y Naruto era intoxicante. Ambos habían osado rechazarlo, humillarlo, y ahora ambos sufrirían las consecuencias. Neji perdería su vida, y Naruto perdería a su hijo, su luz, su Boruto.

Sai se levantó lentamente, sus movimientos elegantes y calculados, mientras se acercaba a la ventana, observando el paisaje oscuro y sombrío que se extendía ante él.

El viento soplaba suavemente, pero incluso en su suavidad, Sai podía sentir la inevitable tormenta que estaba a punto de desatarse.

-La venganza siempre es dulce, -dijo Sai, cerrando los ojos mientras el viento acariciaba su rostro - especialmente cuando aquellos que te rechazaron sufren las consecuencias.

Mientras Sai maquinaba su cruel venganza, Neji seguía luchando en su prisión mental, y Boruto, en su celda física, intentaba desesperadamente comunicarse con Mitsuki, buscando una esperanza en medio de la oscuridad que los rodeaba.

Pero el viento no había dejado de soplar, y en algún lugar, Mitsuki seguía su rastro, guiado por la brisa, determinado a salvar no solo a su amado Boruto, sino también al hombre atrapado por la sombra de Sai.

Pero el viento no había dejado de soplar, y en algún lugar, Mitsuki seguía su rastro, guiado por la brisa, determinado a salvar no solo a su amado Boruto, sino también al hombre atrapado por la sombra de Sai

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Entre Rejas Y Secretos (MitsuBoru) (SasuNaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora