El Médico Del Destino

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Los días se deslizaban con el ritmo constante del monasterio, y mientras la vida dentro de sus muros continuaba en su quietud habitual, una nueva figura había comenzado a caminar entre ellos.

Sasuke Uchiha, presentado por Naruto como el nuevo doctor del monasterio, se instaló en la pequeña enfermería con la misma naturalidad con la que el viento se infiltra entre las ramas de un árbol, moviendo lo que parecía inmóvil.

La enfermería era un espacio modesto, una sala sencilla con paredes blancas y ventanas que dejaban entrar la luz del sol en la mañana, bañando todo con un resplandor dorado. En una de las esquinas, un pequeño escritorio estaba colocado junto a un estante con libros médicos, algunos desgastados por el uso, otros recién adquiridos.

La cama para los pacientes, de sábanas inmaculadas, parecía más un símbolo de reposo espiritual que un simple lugar de cura física. Junto a la cama, un pequeño botiquín contenía los suministros básicos: ungüentos, hierbas y vendas. Pero, para Sasuke, este espacio era más que una enfermería; era su refugio, el lugar donde podría encontrarse con Naruto en los días asignados.

Sasuke se estableció allí tres días a la semana, una decisión que tanto él como Naruto tomaron para poder verse con más frecuencia, sin levantar sospechas. Cada minuto que pasaba en el monasterio era un bálsamo para el alma herida de Sasuke, una oportunidad para recuperar lo que había perdido, aunque fuera en secreto.

Mientras Sasuke recorría la pequeña enfermería, sus pensamientos se dirigían inevitablemente hacia su pasado, hacia el dolor que había soportado, pero también hacia las pequeñas victorias que le habían permitido llegar hasta aquí.

La muerte de su padre había sido el primer respiro de libertad que había sentido en años. Fue como si una montaña hubiera sido removida de sus hombros, y por primera vez, Sasuke había podido caminar sin el peso de las expectativas paternas aplastando su espíritu.

Sin embargo, la sombra de Itachi aún se cernía sobre él. Itachi había heredado el liderazgo del clan Uchiha, y con ese poder vino la rigidez de las reglas aristocráticas que su hermano mayor exigía cumplir con exactitud.

Para Itachi, el honor del clan estaba por encima de todo, y eso incluía a su propio hermano. Sasuke, sin embargo, ya no era el joven indefenso que una vez había sido. Ahora, con la ayuda de Hidari, su gemelo, había encontrado su camino hacia la libertad.

Hidari, quien había seguido las expectativas familiares y se había convertido en un abogado respetado, era el orgullo de los Uchiha. Cumplía con todo lo que Itachi y su padre alguna vez esperaron de él, pero detrás de esa fachada de perfección, estaba su lealtad hacia Sasuke, su hermano rebelde.

Había sido Hidari quien, en secreto, ayudó a Sasuke a recuperar su independencia, librándolo de las garras de la familia. Fue Hidari quien se aseguró de que Sasuke tuviera los medios para mantenerse solo, sin la necesidad de depender de Itachi o de nadie más.

Ahora, Sasuke ya no tenía miedo. Su apellido Uchiha seguía siendo suyo, inquebrantable, y aunque el clan lo tratara como a un paria, ya no le importaba. Había recuperado su vida, su autonomía, y lo más importante, había encontrado a Naruto nuevamente.

El dinero y el poder de su apellido ya no eran cadenas, sino un escudo que le permitía moverse con libertad por el mundo, lejos de la influencia de su familia. Y con esa libertad, Sasuke había seguido el rastro de Naruto hasta esta ciudad, hasta este monasterio, donde finalmente se habían reencontrado.

Ahora, mientras observaba la pequeña enfermería que se había convertido en su nuevo espacio, el alma de Sasuke se llenaba de una sensación que no había experimentado en años: paz.

Aunque su relación con Naruto aún estaba rodeada de sombras y secretos, el simple hecho de estar cerca de él le daba fuerzas para seguir adelante.

Una tarde, mientras Sasuke organizaba los suministros, una presencia nueva llamó su atención. Un joven, de cabellos rubios y semblante melancólico, cruzó el umbral de la enfermería. Sasuke levantó la vista y, por un instante, el tiempo pareció detenerse.

El joven, que apenas parecía tener la edad suficiente para haber conocido el dolor que reflejaba en sus ojos, tenía un parecido asombroso con alguien que Sasuke conocía muy bien: Naruto.

El corazón de Sasuke dio un vuelco. Los mismos ojos azules, el mismo cabello desordenado, y sobre todo, esa tristeza insondable que parecía haberlo atrapado desde dentro. Sasuke quedó atónito al ver ese reflejo de Naruto en aquel joven. Se acercó, observando con mayor atención.

-Tú debes ser Boruto -dijo Sasuke, su voz calmada pero cargada de una emoción que intentaba ocultar.

Boruto asintió, sus ojos clavados en el suelo. Su apellido, "Hyuuga", no coincidía con lo que Sasuke veía frente a él. Algo en su mente comenzó a hacer clic, una sospecha que se había estado gestando desde que supo de la existencia de Boruto. Aquel rostro, esos gestos... no eran casualidad.

Sasuke frunció el ceño, sumido en sus pensamientos. No podía ignorar lo que veía. La conexión era demasiado fuerte para ser una coincidencia.

Y entonces, los recuerdos volvieron con fuerza, recuerdos de un Naruto de dieciséis años, llegando a la mansión Uchiha, buscando desesperado su ayuda, con la misma expresión que ahora veía en Boruto. Era la misma tristeza, la misma desesperación, como si el ciclo del dolor se hubiera repetido en una nueva generación.

Sasuke no dijo nada más. Se limitó a observar a Boruto mientras su mente se llenaba de preguntas, preguntas que no podía dejar sin respuesta. En ese momento, decidió que haría lo que fuera necesario para confirmar lo que ya comenzaba a sospechar. Boruto podría ser el hijo biológico de Naruto, y si eso era cierto, Sasuke necesitaba saberlo.

Con determinación, Sasuke comenzó a idear una forma de realizar una prueba de paternidad, sin que Boruto ni Naruto se dieran cuenta. Si sus sospechas eran correctas, todo lo que creía saber sobre el pasado, y sobre el futuro, estaba a punto de cambiar.

Y mientras Sasuke miraba una vez más a Boruto, el eco del pasado resonaba con fuerza en su mente. Todo lo que había perdido, todo lo que había sufrido, parecía entrelazarse con el destino de ese joven.

Y la tormenta que aún rugía fuera del monasterio era el reflejo de la tormenta interior que ambos hombres enfrentaban, una tormenta que solo acabaría cuando las verdades ocultas finalmente salieran a la luz.

Y la tormenta que aún rugía fuera del monasterio era el reflejo de la tormenta interior que ambos hombres enfrentaban, una tormenta que solo acabaría cuando las verdades ocultas finalmente salieran a la luz

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Entre Rejas Y Secretos (MitsuBoru) (SasuNaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora