Gritos De Desesperación

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El amanecer llegó con una luz fría, quebrando la noche con sus tímidos rayos que se filtraban por las rejas de la pequeña ventana. La claridad no traía alivio a Boruto, solo revelaba con más detalle el estado espeluznante de la habitación donde se encontraba.

El polvo y la basura, acumulados durante años de abandono, formaban un manto grisáceo que cubría el suelo y las paredes. Ratas y arañas deambulaban libremente, como si ese lugar les perteneciera, y cada rincón estaba lleno de sombras que parecían alargar sus dedos oscuros hacia Boruto.

La puerta permanecía cerrada con un pasador externo, y el viento, que alguna vez había sido su consuelo, ahora soplaba débilmente, como si estuviera perdiendo fuerzas en ese lugar de tinieblas.

Boruto, acurrucado sobre el colchón, rodeó sus piernas con sus brazos, buscando un consuelo inexistente. Su cuerpo temblaba, pero no por el frío, sino por el miedo abrumador que lo estaba consumiendo.

Sus lágrimas caían silenciosas, formando pequeños ríos en su rostro mientras sus ojos fijos en el suelo no podían apartarse de los recuerdos de su pasado, de ese tiempo en que el aislamiento y el encierro habían sido su única realidad.

Las sombras de aquellos días oscuros volvían a su mente, como una bruma que lo envolvía lentamente, bloqueando cualquier esperanza de escape.

-¿Por qué siempre me encierran? -se preguntó Boruto en silencio, su mente llena de confusión y desesperación.

El rugido de su estómago le recordaba que no había comido desde la noche anterior. El hambre era una presencia constante, pero más allá del hambre física, lo que más lo torturaba era la soledad, la idea de estar de nuevo apartado de todo lo que amaba.

Las personas que más quería, Mitsuki y su padre, estaban lejos, y no sabía si volvería a verlos, si volvería a sentir su amor o su abrazo cálido. La luz del sol, aunque débil, parecía cruel, como si quisiera recordarle todo lo que estaba perdiendo.

Boruto cerró los ojos con fuerza, intentando bloquear todo, pero los recuerdos seguían asediándolo. Su mente comenzó a retroceder, reviviendo aquellos días de encierro, cuando la mansión de los Hyuuga se había convertido en su prisión. Recordaba el miedo constante de no saber si lo alimentarían, si lo dejarían morir en la oscuridad, abandonado como un prisionero olvidado.

-Preferiría que me mataran de una vez -pensó Boruto, con una sensación de derrota aplastante. El dolor mental era mucho peor que cualquier dolor físico, y la agonía de la incertidumbre lo estaba destrozando.

Sus labios temblaron, pero ningún grito salió de su garganta. Solo un débil sollozo logró escapar de su boca, un sonido ahogado, como si incluso su voz hubiera sido tomada por las sombras que lo rodeaban.

Pero el viento, siempre fiel, recogió ese dolor profundo y silencioso, llevándolo lejos, como un mensaje desesperado destinado a Mitsuki. El viento sabía a dónde debía ir, y aunque débil, logró alcanzar el corazón de Mitsuki.

Mitsuki, incansable en su búsqueda, sintió el sufrimiento de su amado sol atravesar su ser como un cuchillo. El dolor de Boruto era su dolor, y esa conexión le permitió sentir la profundidad de la desesperación que Boruto estaba viviendo.

-Aguanta, mi sol -murmuró Mitsuki, su voz baja pero cargada de determinación-. Estoy cerca, lo siento por el viento. No dejaré que nada te pase.

El tiempo parecía moverse más rápido. Las horas del día se esfumaban como arena entre los dedos, y aunque Mitsuki se apresuraba, cada minuto era como una eternidad. El viento lo guiaba, pero todavía no lo había llevado hasta Boruto.

El edificio abandonado, oculto entre las sombras de la ciudad, lo esperaba, pero el camino hacia su sol estaba lleno de obstáculos invisibles.

En la celda, Boruto se sumía cada vez más en su propia oscuridad, hasta que una voz, lejana pero familiar, rompió el silencio.

-Boruto, si salimos de ésta, te aseguro que no permitiré que vuelvan a encerrarte ni aislarte.

Esas palabras resonaron en la mente de Boruto como un bálsamo sobre una herida abierta. Era Neji, su tío, quien poco a poco comenzaba a retomar el control de sí mismo. La prisión mental en la que estaba atrapado se aflojaba ligeramente, dándole momentos de lucidez, aunque aún débil.

Neji no podía soportar la idea de terminar sus días cumpliendo una condena por un crimen que no había cometido. La injusticia de su situación lo impulsaba a seguir luchando, a recuperar lo que le había sido arrebatado.

-Tío Neji... ayúdame. - pensó Boruto, su mente intentando alcanzar la de su tío -. Sácame de aquí.

La lucha interna de Neji era feroz. Cada segundo que pasaba, las sombras dentro de él lo asfixiaban, pero las palabras de Boruto eran como pequeñas grietas en el muro que Sai había construido alrededor de su conciencia. Neji quería liberarse, quería proteger a su sobrino, quería romper las cadenas que lo mantenían prisionero.

-Nunca fue mi intención hacerte daño, querido sobrino. Nunca.

-Lo sé, tío Neji, lo sé -pensó Boruto, con una tristeza profunda en su corazón -. Pero esto me está destrozando. Por favor.

Las horas pasaban y el mediodía llegó sin piedad, con su luz más brillante, pero para Boruto, el tiempo no traía alivio. Cada segundo que pasaba era como un cuchillo que lo desgarraba más y más. El aislamiento y el encierro, esa sombra que nunca había logrado sacudirse completamente, volvían a envolverlo con más fuerza.

Neji, aunque más consciente, aún no podía liberarse por completo. El control de Sai era como un ancla pesada, tirando de su mente hacia las profundidades.

-Boruto, te sacaré de aquí, lo prometo. -La voz de Neji resonaba en su mente, pero el control que Sai tenía sobre él seguía siendo fuerte.

La tarde avanzaba rápidamente, y el sol comenzó a descender, teñiendo el cielo con colores dorados y rojizos. El viento seguía susurrando, llevando consigo el rastro de Boruto a Mitsuki, que no había dejado de rastrearlo ni por un segundo.

Finalmente, la noche volvió a caer sobre la ciudad, trayendo consigo una nueva oscuridad, pero esta vez, el viento era más fuerte, más determinado. Mitsuki lo sentía en su piel, en su alma: estaba cerca, muy cerca. El edificio abandonado se alzaba frente a él, como una sombra amenazante en medio de la noche.

-Estoy aquí, Boruto -murmuró Mitsuki, mientras sus ojos se posaban en la estructura ruinosa que lo separaba de su amado-. Voy a salvarte.

La luna brillaba alta en el cielo, y mientras el viento soplaba con más fuerza, Mitsuki se adentró en las sombras del edificio, guiado por el único sentimiento que jamás lo abandonaría: su amor por Boruto.

La luna brillaba alta en el cielo, y mientras el viento soplaba con más fuerza, Mitsuki se adentró en las sombras del edificio, guiado por el único sentimiento que jamás lo abandonaría: su amor por Boruto

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Entre Rejas Y Secretos (MitsuBoru) (SasuNaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora