Renacer Entre Vientos Y Sombras

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El viento soplaba suave y fresco, envolviendo la figura de Naruto mientras caminaba con paso firme, su silueta recortada contra el horizonte como si, finalmente, hubiera encontrado la luz que tanto había buscado.

El peso de la oscuridad que Sai había arrojado sobre él se desvanecía con cada paso que daba, cada respiración profunda que llenaba su ser. Naruto había salido victorioso, no solo de las sombras de su mente, sino también de la trampa invisible que lo había mantenido prisionero.

Su alma, ahora purificada por el viento de Boruto y Mitsuki, sentía la libertad que le había sido negada durante tanto tiempo. Pero había algo más que Naruto debía hacer, algo que había estado en su corazón desde el primer momento en que vio a su hijo, Boruto, de pie frente a él, con los ojos llenos de amor y esperanza.

-Boruto... -dijo Naruto, su voz profunda y cargada de emoción-. Es hora de que recibas lo que siempre te ha pertenecido.

Boruto lo miró con ojos brillantes, sin poder evitar que una sonrisa asomara en su rostro. Finalmente, su padre lo iba a reconocer, no solo como su hijo, sino como parte de su legado, como el verdadero heredero del apellido Uzumaki.

-Te doy mi apellido, Boruto -continuó Naruto, acercándose a su hijo, colocando una mano firme y protectora sobre su hombro-. Eres un Uzumaki, legítimo y orgulloso, y nada ni nadie te podrá quitar eso.

El viento sopló con más fuerza, como si respondiera a las palabras de Naruto, envolviendo a padre e hijo en un abrazo invisible. La luz del atardecer se filtraba a través de los árboles, proyectando sombras doradas sobre ellos, pero esas sombras ya no tenían poder.

Naruto, el hombre que había sido prisionero de la oscuridad, ahora irradiaba la luz de la verdad, la fuerza y el amor.

Boruto alzó la cabeza con orgullo, sus ojos reflejando el brillo del viento que lo rodeaba. Por fin llevaba el apellido Uzumaki, y con ello, todo el peso y la responsabilidad que conllevaba.

El linaje aristocrático de su padre fluía ahora en su sangre, no solo como un lazo de herencia, sino como una fuerza que lo protegería y lo guiaría.

-Gracias, papá -murmuró Boruto, su voz llena de gratitud y determinación - Prometo honrar el apellido Uzumaki.

Con ese reconocimiento, Naruto sabía que había cumplido uno de los deseos más profundos de su corazón. Pero ahora, la sanación debía continuar. La ciudad, con sus intrigas y sombras, ya no podía ser su hogar. Al menos de momento.

Necesitaban un lugar lejos de todo, un refugio donde pudiera sanar por completo, rodeado de aquellos que amaba. Sasuke, Kawaki, Mitsuki y Boruto debían estar a su lado mientras su alma y su espíritu se recuperaban de la batalla mental que había librado.

Juntos, se alejaron de la ciudad, viajando por caminos ocultos, dejando atrás el bullicio y las sombras que una vez los rodearon.

El aire se volvía más puro con cada paso. Los sonidos de la naturaleza reemplazaban el ruido del mundo exterior, y el viento, siempre presente, los guiaba hacia su nuevo destino: una cabaña escondida entre árboles y montañas, un santuario alejado de todo.

La cabaña de los Uzumaki estaba rodeada de paz, como un lugar que existía fuera del tiempo. Los árboles eran antiguos, sus ramas extendiéndose como brazos protectores que rodeaban la casa, creando una sensación de intimidad y calma. Las hojas, movidas por el viento, susurraban secretos de serenidad, envolviendo a la familia en una atmósfera de sanación.

La cabaña, construida de madera oscura, estaba perfectamente integrada en el entorno, como si hubiera crecido de la tierra misma.

El musgo cubría algunas de las piedras que rodeaban el lugar, y un pequeño arroyo fluía cerca, su murmullo constante proporcionaba una melodía tranquila que acompañaba el canto de los pájaros y el crujido de las hojas bajo sus pies. Era un lugar donde el tiempo se detenía, un lugar donde la mente podía descansar, y el alma podía respirar libremente.

-Este es el lugar que necesitábamos -murmuró Sasuke, su voz baja mientras observaba el entorno-. Aquí, podemos comenzar de nuevo.

Naruto asintió, dejando que la brisa acariciara su rostro. El aire aquí era diferente, más limpio, más fresco. Era como si el viento se hubiera llevado consigo los restos de la oscuridad que aún quedaban en su mente, dejando solo la paz, la claridad.

Boruto y Mitsuki se instalaron cerca del arroyo, sus risas suaves resonando en el aire, mientras Kawaki, más reservado, se apoyaba contra un árbol, observando la escena con una sonrisa leve. La familia, por fin, había encontrado el refugio que necesitaba.

El lugar estaba lleno de luz, de vida, y poco a poco, el espíritu de Naruto comenzaba a fortalecerse. El aire, las montañas y el agua le hablaban de paz, y por primera vez en mucho tiempo, Naruto pudo sonreír sin el peso de las sombras.

Pero mientras ellos sanaban en ese refugio, en otro rincón del mundo, las sombras seguían moviéndose. En un lugar oscuro y sombrío, donde la luz del día nunca parecía llegar, Sai esperaba, su mirada fija en el horizonte, su mente consumida por pensamientos de venganza.

El sitio en el que se encontraba era tan oscuro como sus intenciones. Las paredes de piedra, húmedas y frías, absorbían cualquier rastro de luz, y el aire en ese lugar era denso, como si la oscuridad fuera una entidad viva que envolvía todo lo que tocaba. Sai estaba allí, inmóvil, esperando la llegada de alguien.

-Estás tardando demasiado -murmuró Sai, sus palabras cortantes resonando en la penumbra.

A lo lejos, una figura se acercaba, emergiendo de las sombras. Era Neji Hyuuga, su rostro serio y lleno de calma, pero sus ojos reflejaban algo más, una inquietud que Sai no dejó pasar desapercibida. El paria del clan Hyuuga, siempre observando desde las sombras, ahora se encontraba en una situación que no podía controlar.

Neji no esperaba lo que venía.

Sai, con una rapidez que solo la frialdad de su mente podía calcular, atacó a Neji por la espalda, una traición que llegó como un rayo en medio de la oscuridad. Neji, sorprendido, giró rápidamente, sus ojos llenos de asombro y desconcierto.

-¿Sai? -dijo Neji, su voz llena de incredulidad-. ¿Tú? ¿Por qué?

Sai esbozó una sonrisa cruel, una que no contenía nada de calidez, solo frialdad y desprecio.

-Necesito vengarme de Naruto, y para eso, tú eres la herramienta perfecta -respondió Sai, su voz gélida, mientras sus manos se movían con precisión. La oscuridad a su alrededor parecía aumentar con cada palabra que decía.

-Tranquilo, Neji, no sufrirás mucho. A partir de este momento, tu conciencia será borrada, y serás completamente mío. Un Hyuuga bajo mi control.

Neji intentó resistir, pero la oscuridad que Sai había desatado lo envolvió rápidamente. Sus ojos, llenos de sorpresa y confusión, comenzaron a apagarse, y su cuerpo, alguna vez lleno de vida y determinación, se entregó lentamente a la sombra que Sai había invocado.

Neji cayó al suelo, sus pensamientos desvaneciéndose, y su voluntad siendo reemplazada por la oscuridad que ahora lo gobernaba. La última chispa de conciencia que tuvo fue la imagen de Sai, mirándolo con una frialdad abrumadora, antes de que todo se volviera negro.

-Perfecto -susurró Sai, observando a Neji-. Ahora, la verdadera venganza puede comenzar.

El viento no soplaba en ese lugar, solo quedaba la oscuridad, y en medio de ella, Sai se regodeaba en su triunfo momentáneo. El próximo paso estaba en marcha, y el mundo de Naruto y su familia, que había encontrado la paz, pronto se vería amenazado de nuevo.

Entre Rejas Y Secretos (MitsuBoru) (SasuNaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora