El Vínculo De Las Sombras

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Los días en el monasterio seguían deslizándose como sombras largas, pero Naruto comenzaba a notar algo que lo inquietaba profundamente. Había observado a muchos jóvenes pasar por esos muros, cada uno con su carga de dolor y esperanza, pero ninguno había tocado su corazón como Boruto lo hacía.

Había algo en el sufrimiento silencioso del muchacho, algo en la manera en que cargaba con el peso de la discriminación y el rechazo, que encendía en Naruto una llama de preocupación que no podía apagar.

Cada vez que veía a Boruto ser rechazado por los demás, sentía un dolor inexplicable en su pecho, como si las espinas del desprecio se clavaran en su propia piel. Los otros chicos, tan unidos por su destino común, excluían a Boruto como si fuera un intruso en su círculo de dolor compartido.

Para ellos, Boruto era diferente, un símbolo de la vida que habían perdido o nunca habían tenido, un recordatorio de las diferencias que los separaban. Y cada día, Naruto observaba cómo esa soledad se enroscaba más alrededor del joven, ahogando cualquier destello de alegría que pudiera haber tenido.

La confusión crecía en el corazón de Naruto. Jamás, en todos sus años en el monasterio, había sentido una conexión tan intensa con un estudiante. Se preguntaba por qué, de entre todos los jóvenes que habían pasado por ese lugar, era Boruto quien despertaba en él esos sentimientos de protección y dolor compartido.

Era como si algo en el fondo de su alma reconociera en Boruto una parte perdida de sí mismo, una pieza del rompecabezas de su vida que hasta ahora había estado incompleta.

En su búsqueda de paz, Boruto había encontrado un rincón escondido del monasterio, un pequeño refugio donde el mundo exterior no podía alcanzarlo. Era un jardín olvidado, oculto tras un muro cubierto de enredaderas que casi nadie recordaba.

Allí, entre las sombras de los árboles y las flores marchitas, Boruto encontraba un respiro en medio de la tormenta que era su vida. El jardín era como un oasis en un desierto de piedra, un lugar donde podía permitirse ser él mismo, aunque solo fuera por unos momentos.

El rincón estaba cubierto de hierba alta, salpicada de flores que habían sobrevivido milagrosamente al abandono. Un viejo banco de madera, desgastado por el tiempo y la intemperie, se erguía en medio del jardín, como un testigo mudo de todas las almas que alguna vez buscaron refugio allí.

Los rayos del sol se filtraban a través de las hojas, creando un mosaico de luz y sombra en el suelo, y el aire estaba cargado con el suave murmullo de las hojas susurrantes.

Era aquí donde Boruto se escondía del mundo, donde podía respirar sin sentir el peso de las miradas ajenas sobre él. Pero incluso en este paraíso oculto, la tristeza lo seguía, como una sombra que no podía dejar atrás.

Cada vez que cerraba los ojos, veía el rostro de Mitsuki, sentía la ausencia de su amor como una herida abierta que nunca sanaba. El dolor de haber sido separado de él era un veneno que corría por sus venas, recordándole constantemente lo que había perdido.

Una tarde, mientras Boruto se sumía en sus pensamientos en su escondite secreto, Naruto lo encontró. Había seguido los pasos del joven sin quererlo realmente, guiado por un instinto que no podía explicar.

Al atravesar las enredaderas y ver a Boruto sentado en el viejo banco, sintió una oleada de felicidad inesperada, como si el simple hecho de verlo le trajera una paz que no había sentido en años. Pero esa felicidad chocó de frente con la confusión en el rostro de Boruto, que no entendía por qué el padre rector lo había buscado allí.

Naruto se acercó con cautela, tratando de no perturbar la calma del lugar. Se sentó junto a Boruto, sin decir nada al principio, dejando que el silencio hablara por ellos. Finalmente, cuando las palabras llegaron, lo hicieron con una suavidad que Naruto no había usado en mucho tiempo.

—Boruto, este lugar es hermoso. —Naruto dejó que sus palabras se fundieran con el suave susurro del viento—. Entiendo por qué vienes aquí. Todos necesitamos un lugar donde podamos ser nosotros mismos, lejos de las expectativas de los demás.

Boruto lo miró con una mezcla de desconfianza y sorpresa. Nunca antes había tenido una conversación tan personal con alguien en el monasterio, y mucho menos con el padre rector. Sin embargo, había algo en la voz de Naruto que le hacía querer confiar en él, algo que lo tranquilizaba y aliviaba su constante tensión.

—No es fácil aquí —continuó Naruto, su mirada fija en el jardín, pero su mente claramente en otro lugar—. Sé que no encajas, que los otros te hacen sentir como si no pertenecieras a este lugar. Pero no estás solo en tu lucha, Boruto. Todos aquí llevamos nuestras propias cicatrices, aunque las tuyas sean más visibles.

Boruto sintió un nudo en la garganta, como si las palabras de Naruto hubieran tocado algo profundo dentro de él, algo que había intentado ignorar. Había esperado rechazo, como siempre, pero en lugar de eso, encontró comprensión. Quería creer en lo que Naruto decía, quería aferrarse a esa pequeña chispa de esperanza, pero el dolor y la desconfianza aún lo mantenían a la defensiva.

—No sé por qué estás aquí —dijo Boruto finalmente, su voz apenas un susurro—. Nadie antes se ha preocupado tanto. ¿Por qué tú?

Naruto no tenía una respuesta clara, pero la necesidad de proteger a Boruto era algo que no podía ignorar. Había un vínculo, una conexión que no podía explicar, pero que sentía con cada fibra de su ser.

—Quizás porque veo en ti algo que he visto en mí mismo —respondió Naruto, su voz firme pero gentil—. O tal vez porque quiero ayudarte a encontrar tu camino, a superar el dolor que llevas dentro. No importa la razón, Boruto. Estoy aquí para ti, si me lo permites.

La conversación se desvaneció en el silencio del jardín, pero algo había cambiado. Boruto sintió que la barrera entre ellos se había debilitado, que tal vez, solo tal vez, podía confiar en Naruto. Era un pensamiento que le traía alivio, aunque todavía mezclado con la sombra del dolor que siempre estaba presente.

Naruto, percibiendo que había logrado un pequeño avance, decidió ofrecerle algo más, algo que pudiera darle a Boruto una razón para seguir adelante, para encontrar fuerza en medio de la adversidad.

—¿Sabes? Aquí en el monasterio, los sacerdotes y las monjas en el suyo no solo rezamos —dijo Naruto con una leve sonrisa—. También entrenamos con el chakra. Es una disciplina que nos ayuda a mantener el equilibrio, a estar preparados para cualquier amenaza. Podría enseñarte, si quieres. Podría ayudarte a concentrar tu mente y cuerpo, a encontrar una nueva forma de liberar esa energía que llevas dentro.

Boruto lo miró, sorprendido por la oferta. La idea de entrenar, de aprender a usar el chakra, era algo que nunca había considerado, pero la posibilidad de hacerlo despertó en él un interés genuino. Tal vez, a través de ese entrenamiento, podría encontrar una forma de canalizar todo el dolor y la confusión que sentía, de transformarlos en algo más.

—Me gustaría eso —dijo Boruto finalmente, su voz más firme de lo que había sido en mucho tiempo—. Me gustaría aprender.

Naruto asintió, sintiendo una oleada de satisfacción al ver que Boruto aceptaba su propuesta. Era un pequeño paso, pero uno importante. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero por primera vez, sentía que podía hacer una diferencia en la vida de alguien que realmente lo necesitaba.

Y así, en el silencio del jardín escondido, comenzó a formarse un nuevo vínculo entre Boruto y Naruto, un lazo que traería consigo tanto consuelo como desafíos, y que ayudaría a Boruto a encontrar algo de paz en medio de su dolorosa separación de Mitsuki.

Entre Rejas Y Secretos (MitsuBoru) (SasuNaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora