El Protector

17 10 0
                                    

Los días en el monasterio se deslizaban como un río silencioso, pero para Boruto, todo había cambiado. Desde que Naruto había recibido la verdad de Sasuke,.sus labios y ojos llenos de asombro, su trato hacia Boruto había comenzado a transformarse.

Como un viento nuevo que acaricia los árboles después de una larga sequía, Naruto había empezado a proteger a Boruto, a ser esa presencia cálida y firme que el joven nunca había conocido.

Boruto, que había vivido toda su vida en la oscuridad del abandono y el desprecio, se sintió desconcertado al principio. La atención de Naruto, sus gestos de cariño y preocupación, eran como la luz de un sol que jamás había experimentado, y ese calor lo incomodaba. No sabía cómo recibirlo.

¿Por qué ahora? se preguntaba en silencio, mientras el padre rector lo observaba con ojos llenos de algo que Boruto no podía entender del todo. Era como si, de repente, todo el monasterio hubiera girado en torno a él, y Naruto, como un faro, lo guiara en la oscuridad. Una mano en su hombro, una sonrisa reconfortante, una palabra amable en medio del silencio.

Pero con el paso de los días, Boruto comenzó a aceptar ese calor que tanto había necesitado, aunque nunca supo cómo pedirlo. La sombra de su padre, se había convertido en su refugio, un lugar donde podía sentirse protegido por primera vez en su vida.

Sentía que, por fin, alguien estaba allí para él, no por obligación ni por el deber de un linaje olvidado, sino porque realmente lo querían cerca.

Con ese cambio, algo nuevo se despertaba en el monasterio. Boruto no pudo evitar notar cómo el ambiente a su alrededor se volvía más pesado. Los murmullos en los pasillos se volvían más frecuentes, las miradas que antes eran indiferentes ahora estaban cargadas de envidia y desprecio.

El protegido del padre rector. Así lo llamaban entre dientes, pero Boruto sentía la frialdad detrás de esas palabras, como puñales invisibles que se clavaban en su espalda cada vez que alguien pasaba junto a él.

El monasterio, que alguna vez había sido un lugar de neutralidad, ahora parecía dividirse entre aquellos que lo despreciaban por ser "el favorito" y aquellos que lo ignoraban con una indiferencia hiriente.

Los otros jóvenes, huérfanos o hijos de plebeyos, comenzaron a mirarlo con odio velado, una furia que brotaba del resentimiento de saberse eclipsados por alguien a quien consideraban un extraño.

¿Por qué él?, se preguntaban. ¿Por qué Boruto, el que siempre había sido un paria, de repente tenía el favor del padre rector? Boruto podía sentir las miradas como llamas ardiendo en su piel cada vez que caminaba por los pasillos, y los murmullos eran como un eco interminable de juicios que no podía escapar.

El desprecio crecía como una sombra interminable, y aunque Naruto lo protegía cuando estaba presente, Boruto sabía que no podía estar con él todo el tiempo.

Los demás sacerdotes lo miraban con desconfianza, y los otros internos, especialmente los jóvenes de su edad, esperaban cualquier oportunidad para hacerle pagar por lo que ellos consideraban un trato injusto.

Una tarde, cuando Boruto salía de la biblioteca con varios libros apilados en sus brazos, las miradas lo siguieron por el pasillo. Vestía los mismos pantalones y botas negras que todos los internos, pero su suéter de cuello V rosado y su capa de terciopelo negra lo hacían destacar. Era como una marca de diferencia que lo separaba aún más de los demás, como si llevara un distintivo que lo convertía en blanco fácil.

El pasillo estaba vacío, o al menos eso parecía al principio. Pero mientras Boruto caminaba, un grupo de jóvenes apareció a la vuelta de la esquina, esperándolo. Los conocía bien. Sus rostros estaban endurecidos por la envidia y el rencor, y aunque nadie había hablado aún, Boruto sintió el peligro que se cernía sobre él.

El líder del grupo, un joven con un suéter azul oscuro, avanzó primero, acercándose lo suficiente como para que Boruto pudiera sentir su aliento frío en la nuca. Boruto intentó caminar más rápido, pero antes de que pudiera reaccionar, el joven extendió una pierna y lo hizo tropezar.

Los libros que Boruto llevaba cayeron al suelo con un golpe seco, dispersándose por el pasillo, mientras su cuerpo se estrellaba contra el piso duro. El dolor lo atravesó como un rayo, pero fue el peso de la humillación lo que lo aplastó más.

Las risas resonaron en el aire como un eco cruel, llenando el pasillo vacío. Los jóvenes se reían con una crueldad desmedida, sus ojos brillando con la satisfacción de haber derribado al protegido del padre rector.

Era una caída simbólica, una victoria para ellos. Boruto, humillado y adolorido, se quedó en el suelo, su cuerpo temblando no solo por el golpe, sino por la marea de emociones que lo arrastraba.

Pero Boruto conocía bien ese tipo de sufrimiento. Había vivido eso antes, en la mansión de los Hyuuga, donde lo habían sometido a todo tipo de abusos físicos y emocionales. La humillación y el desprecio eran compañeros habituales en su vida.

Sabía lo que era ser tratado como si no valiera nada, y había aprendido que gritar o llorar solo les daría más poder. No les daría el gusto esta vez.

A pesar del dolor que sentía en sus costillas y su alma, Boruto se levantó lentamente, recogiendo sus libros en silencio, sin hacer contacto visual con ellos.

Su calma solo los enfureció más. El líder del grupo, furioso porque no había obtenido la reacción que esperaba, lo agarró por el cuello y lo empujó contra la pared con violencia. Boruto sintió el impacto en su espalda, pero permaneció en silencio, sus ojos fijos en el suelo.

Nada de lo que hicieran podría ser peor que lo que ya había soportado. Había aprendido que la resistencia solo empeoraba las cosas, y ahora, aquí en el monasterio, esa lección seguía vigente.

Justo cuando el ambiente parecía volverse más peligroso, una voz resonó por el pasillo.

—¡Ya basta! —La voz era profunda y firme, cortando el aire como una espada. Los jóvenes se detuvieron y se giraron para ver quién había hablado.

Kawaki, otro interno, alto y de mirada intimidante, caminaba hacia ellos. Su presencia imponía respeto, y aunque no era conocido por interferir en los problemas de los demás, esta vez había decidido intervenir. Con una sola mirada, dejó claro que no permitiría que continuaran.

Los jóvenes, sin más que hacer, se dispersaron rápidamente, murmurando entre ellos mientras se alejaban. Boruto, aún apoyado contra la pared, miró a Kawaki con una mezcla de gratitud y sorpresa. No esperaba que alguien lo defendiera, mucho menos alguien como él, que apenas hablaba con los demás.

—Gracias —murmuró Boruto, mientras intentaba recuperar el aliento.

Kawaki simplemente asintió, sus ojos oscuros reflejando una comprensión silenciosa. Sin decir más, ayudó a Boruto a recoger los libros que habían quedado esparcidos por el suelo, y juntos caminaron en silencio por el pasillo, mientras la tormenta de emociones que agitaba el corazón de Boruto comenzaba a calmarse, aunque fuera solo por un breve instante.

 Sin decir más, ayudó a Boruto a recoger los libros que habían quedado esparcidos por el suelo, y juntos caminaron en silencio por el pasillo, mientras la tormenta de emociones que agitaba el corazón de Boruto comenzaba a calmarse, aunque fuera so...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Entre Rejas Y Secretos (MitsuBoru) (SasuNaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora