Luces Del Nuevo Amanecer

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El regreso de Naruto a la vida aristocrática era como una brisa que agitaba lentamente las hojas de un árbol, cada día trayendo consigo recuerdos del pasado y nuevas posibilidades para el futuro.

Su nombre había sido restaurado, pero su alma seguía buscando algo más: el retorno de su hijo, Boruto. Y mientras el viento seguía soplando, suave pero persistente, Naruto se apoyaba en Sasuke y Kawaki, sus pilares, quienes lo mantenían anclado en esa nueva vida que comenzaba a reconstruir.

Kawaki, por su parte, se encontraba inmerso en un mundo que apenas empezaba a conocer. El colegio privado aristocrático al que asistía era el más prestigioso de la ciudad, un lugar donde la élite de la sociedad enviaba a sus hijos a prepararse para un futuro lleno de poder y privilegios.

Las paredes del colegio estaban llenas de ecos de generaciones pasadas, con pasillos largos y techos altos que resonaban con pasos apresurados y risas contenidas. Pero para Kawaki, todo aquello no era más que una distracción. Su mente, siempre alerta, seguía centrada en una única misión: ayudar a Naruto a encontrar a Boruto.

Sin embargo, la atención que atraía no pasaba desapercibida. A pesar de que Kawaki prefería mantenerse al margen de los dramas escolares, dos chicas de su clase se habían fijado en él: Ada y Sumire.

Ada era como una flor en pleno florecimiento, su presencia era imposible de ignorar. Su largo cabello azul, con mechones de un suave rosa que caían sobre sus hombros, era como un lienzo pintado por los colores del atardecer.

Sus ojos verdes, profundos y seductores, irradiaban una confianza tan fuerte que parecía moldear el espacio a su alrededor. Ada era atrevida, una criatura que nunca conoció la vergüenza, acostumbrada a salirse siempre con la suya. Su andar era el de alguien que sabía que podía obtener lo que quisiera. Cada mirada que lanzaba a Kawaki era un desafío, un juego al que estaba decidida a ganar.

Por otro lado, Sumire era un susurro en el viento, discreta y sutil, pero con una belleza que florecía en su propia calma. Su largo cabello violeta caía en ondas suaves hasta su espalda, y sus ojos, del mismo tono violeta, eran como dos misteriosos lagos en calma que escondían una profundidad que pocos veían.

Su piel blanca reflejaba la pureza de una persona que no buscaba llamar la atención. A diferencia de Ada, Sumire era más reservada, más tímida, pero en esa timidez había un encanto que, aunque más sutil, no dejaba de ser poderoso. Mientras Ada brillaba como un sol, Sumire era la luna, ofreciendo una luz suave que sólo los más atentos podían notar.

Ambas competían por la atención de Kawaki, cada una a su manera, como dos fuerzas opuestas que chocaban pero que también complementaban el espacio que compartían.

Ada se acercaba a él con la osadía de quien nunca ha sido rechazada, lanzándole comentarios atrevidos y acercándose más de lo necesario, mientras que Sumire, más discreta, lo observaba desde la distancia, sus ojos siguiendo cada uno de sus movimientos con una mezcla de admiración y timidez.

Pero Kawaki no prestaba atención a esos juegos. Para él, la vida en ese colegio era un escenario temporal, una distracción que no podía permitirse. Su verdadero propósito estaba fuera de esas paredes, al lado de Naruto, ayudando a su padre en la búsqueda de Boruto., si terco hermano.

El peso de esa misión lo mantenía distante de las intrigas escolares, y aunque percibía los intentos de Ada y Sumire por acercarse a él, no podía permitirse caer en distracciones.

Los días pasaban, y mientras Ada continuaba con sus movimientos seguros y seductores, acercándose cada vez más, Sumire se debatía entre su timidez y su deseo de ser vista por Kawaki, pero no sabía cómo llamar su atención sin sentirse fuera de lugar.

En una de esas mañanas, Kawaki se encontró rodeado por Ada en un pasillo del colegio, donde la luz del sol filtrándose por las ventanas doraba su cabello azul y rosa, haciendo que sus ojos verdes brillaran con intensidad.

-Kawaki, ¿cuánto tiempo vas a seguir ignorándome? -preguntó Ada con una sonrisa que destilaba confianza-. Sabes que no suelo esperar tanto.

Kawaki la miró con calma, sin alterar su expresión, manteniendo la distancia emocional que siempre había tenido. No le interesaban los juegos de poder ni las conquistas.

Pero Ada no retrocedía, y antes de que pudiera responder, ella dio un paso hacia adelante, hasta quedar cara a cara, sus narices casi tocándose. El aroma a flores y especias que emanaba de ella lo envolvió, pero Kawaki, sereno como siempre, no se dejó intimidar.

-No estoy interesado en esas cosas, Ada -dijo Kawaki, con una voz que no buscaba confrontación, pero que tampoco dejaba espacio para dudas.

Ada rió suavemente, pero en sus ojos brillaba una chispa de desafío. Kawaki no era como los otros chicos que había conocido, y eso solo lo hacía más interesante para ella. Sus miradas se cruzaron, y por un instante, el mundo pareció detenerse a su alrededor.

Mientras tanto, en otro rincón de la ciudad, Naruto y Sasuke seguían construyendo una nueva vida juntos. El amor que los unía era como el fuego que crepitaba en la chimenea de su dormitorio, cálido y constante, pero también lleno de pasión.

Sasuke, siempre el protector, había aprendido a ser el ancla que mantenía a Naruto conectado a la realidad, evitando que la desesperación por la desaparición de Boruto lo consumiera.

Esa noche, mientras una tormenta de nieve golpeaba las ventanas, Naruto se encontraba en los brazos de Sasuke, sus cuerpos envueltos en la calidez del fuego que iluminaba la habitación. La nieve caía en el exterior, pero dentro, el calor de sus abrazos y besos era el refugio que ambos necesitaban.

-No te pierdas en la desesperación, Naruto -murmuraba Sasuke, su voz suave pero firme, mientras acariciaba el cabello de su amado-. Lo encontraremos. Lo sé.

Naruto se hundía en el abrazo de Sasuke, su frente apoyada contra el pecho fuerte y protector de quien había sido su compañero en las sombras y la luz. Cada beso que compartían era un recordatorio del amor que había perdurado a través del tiempo, un amor que los mantenía unidos incluso en medio del dolor.

-No sé qué haría sin ti -susurró Naruto, cerrando los ojos mientras dejaba que el calor de Sasuke lo envolviera-. A veces siento que estoy a punto de caer.

Sasuke lo abrazó más fuerte, su propia voz contenida por la emoción.

-No te dejaré caer, Naruto. Siempre estaré aquí.

Y mientras la tormenta rugía afuera, el fuego dentro de la habitación seguía ardiendo, no solo en la chimenea, sino también en sus corazones. Un fuego que, sin importar las tormentas que los rodearan, no se apagaría jamás.

 Un fuego que, sin importar las tormentas que los rodearan, no se apagaría jamás

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Entre Rejas Y Secretos (MitsuBoru) (SasuNaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora