Capitulo 54.

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Alexander

Abri los ojos después de un rato. Me encontraba en una habitación oscura, nada nuevo.

Tenía las manos y pies atados, me encontraba en una silla y tenía una tela negra en la boca. El cuerpo me dolía mucho.

Después de que Raúl y Jayden huyeran, los malditos me dieron la paliza de mi vida para que fuera con ellos a la fuerza cuando yo me estaba entregando a ellos.

Más pendejo no se puede ser.

Mis ojos son deslumbrados por una luz proveniente de la puerta.

Era uno de los tipos de seguridad, venía a dejarme una comida que no me apetecía probar.

Me la suda completamente si creen que voy a comer su comida. Capaz y tenia veneno.

Como puedo me bajo el trapo que traigo en la boca.

— Come .— dice el.

— Obligame.

— Dios santo, eres insoportable.

— Que bueno que pregunte, ¿no crees?

Recibí un golpe en mi pómulo derecho con el arma que portaba. Diría que dolió por qué si me pegó fuerte. Pero me vale mierda. Raúl pega mucho más fuerte que el.

El hombre sale de la habitación dejándome a oscuras y solo nuevamente.

Me preguntó que estarán haciendo mis fieles familiares para salvarme. Voy a quitar a Jayden de la lista por qué ese fácilmente me deja morir.

Me preguntó cómo estará Samantha. Seguramente disfrutando su viaje sin tener idea de que su lindo esposo está secuestrado por una loca.

Estar aquí abajo es bastante aburrido. No tengo nada que hacer y nada que ver. Por qué todo está a obscuras.

Aprovecho que ya no tengo algo que me tape la boca y comienzo a tararear una canción cualquiera.

Ahora solo me queda pensar en todo lo que he hecho en mi vida. Los únicos recuerdos frescos que tengo de mi adolescencia fue cuando Raúl y yo cruzabamos la universidad y amabamos hacer bromas a cualquier idiota que se nos cruzara.

Pasado

Raul había salido a hacer compras para la despensa del cuarto.

Yo tenía tarea que hacer pero me daba bastante hueva hacerla.

Estaba en mi cama, boca arriba, acostado viendo el techo. Tenía una mancha peculiar que me recordaba a un dinosaurio.

Soy un chico de 18 años y todavía sigo pensando en esas idoteses.

Alguien habré de pronto la puerta de la habitación. Era mi buen amigo, Raúl.

— ¿Compraste todo? .— le digo.

— Si. Ya acomode todo.

— Esto es una tortura. No poder disfrutar de los lujos que goza tu familia.

— Será por qué un idiota llamado Alexander se pasó comprando cerveza con una tarjeta que claramente era de su padre.

— No entiendo por que papá se enojo. El también fue joven. Me tuvo en su niñez y me crío en su adolescencia. Sabe perfectamente lo que yo estoy pasando.

Matrimonio Por Contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora