Capitulo 55.

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Samantha

Cuando Raúl me había dicho lo que pasó, inmediatamente le pedí a Adrik que moviera a toda su gente para encontrarlo.

Y si, fue bastante difícil entrar a la casa de Mireya. Estaba repleta de guardias armados que nos dificultaban la entrada a cinco personas.

Fuimos Adrik, Vladimir, Jayden, Raúl y yo al rescate de mi esposo.

Cómo pudimos nos habíamos escabullido y ahora estábamos en la planta baja de la casa.

Antes de abrir la puerta de la bodega, Raúl me detuvo.

— Es mejor entrar por otro lugar. No sabemos si hay gente ahí, entrar por esta puerta nos deja a merced.

— ¿Y por dónde? Yo no veo otra entrada.

— Sígueme.

Los otros tres se quedarían ahí para custodiar todo, mientras que Raúl y yo entraríamos por otro lugar.

Está puerta era mucho más visible que la otra.

Para entrar fue una completa osadía.

— Quédate aquí, iré por los dos que están ahí.

Asiento mientras observo a Raúl alejarse.

Se escucharon un par de golpes pero no me asome para nada. Espere a que Raúl me diera la señal.

— Sal, Samantha.

Asomo primero la cabeza y después me acerco.

— Antes que nada, se sumamente silenciosa. Tienes el arma con el silenciador. Por nada del mundo dejes que te desarmen. Y sobre todo, no temas en matar si estás en peligro.

— Todo listo, terrón.

Raúl abre la puerta. Entro yo primero y el después.

Lo primero que captan mis ojos no es para nada agradable.

Una mujer andaba de encimosa con Alexander. El estaba amarrado a una silla.

Raúl y yo nos quedamos en una esquina sin que nos vea para saber en qué momento atacar. Tenemos que ser inteligentes.

— No te dejes llevar por eso .— me susurra, Raúl que me es bastante difícil escucharlo.

La sangre me hierve al ver que está tipa se agacha para comenzar a bajarle el cierre del pantalón a Alexander.

Sin que Raúl me de la orden, me acerco sigilosamente.

Pero me detengo al ver que Alexander le pateo la cara con sus pies.

— Uy lo siento patee tu broche .— dice, el.

La mujer se levanta furiosa y le apunta con un arma en la cabeza. No puedo perder tiempo.

Me apresuró para llegar hasta ellos y sin pensarlo le quitó el seguro al arma que tengo y le apunto a la cabeza a Mireya.

— Atrévete a jalar el gatillo .— le digo.

La mujer voltea a verme de reojo.

El silencio en la habitación es mucho más del que ya había.

Veo a Raúl acercarse a nosostros entre las sombras.

— ¿Quien eres? .— me pregunta.

— Hay, ¿no sabes? Soy su esposa.

Mireya se queda callada.

— Y te voy a enseñar a respetar hombres casados.

Me le lanzo a Mireya para que Raúl tuviera tiempo de desamarrar a Alexander.

Matrimonio Por Contrato Donde viven las historias. Descúbrelo ahora