Capitulo 48.

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Alexander

— ¡Suéltame! ¡Suéltame! .— grita, Raúl.

No hago caso, someto mi agarre y lo intensificó.

El se continúa quejando.

— Alexander, ya suéltalo .— indica mi papá.

Suelto por fin a mi amigo.

El se levanta del piso y mueve su brazo derecho, el que se lo torci para mantenerlo sometido.

— Te pasaste esta vez. Ve como me dejaste mi brazo, parece matraca.

— Dijiste que me ibas a ganar, ¿que paso? .— me burlo.

— Me agarraste desprevenido.

— Si claro.

— Bajen de ahí .— nos dice mi tío.

Raúl y yo hacemos caso y nos acercamos hacia los dos hombres que tenemos enfrente.

— Andan muy bajos de rendimiento, ¿puedo saber la razón? .— nos habla papá.

— No lo se. Quizás, ¿por qué nadie quiere entrenar en la jodida madrugada? .— contesto.

— Ni si quiera es tan tarde.

— Papá, son las seis de la mañana.

Papá voltea verse el reloj para voltear a verme otra vez.

— Si, bueno, es de suma importancia.

— Pudimos haber entrenado en la tarde.

— No íbamos a poder. En la tarde dejo el puesto oficialmente.

— Sigo sin entender por qué lo hace .— le dice mi amigo.

— Me quiero comenzar a enfocar en algunas cosas que son más importantes. Sobre todo, ustedes .— nos señala —. Ya sabían que no iba a quedarme tanto tiempo en el puesto.

— Si, pero se lo estás dejando en bandeja de plata a Jayden.

— Jayden no pasará jamás al mandato .— aclara mi tío.

— ¿Que nos lo asegura? Prácticamente toda la familia lo quiere al mando.

— La familia no tiene gran voto en este asunto, solo son gente de relleno. Así que no te preocupes, que por mi van a tener que pasar si quieren dejar a Jayden en mi lugar.

Esto no está bien. Para nada bien y soy consiente de que se puede ir al carajo todo.

— No piensen en eso, mejor ya vayan a descansar, regresen aquí por la tarde. Sean puntuales si no quieren que Adrik les vuelva a jalar las orejas .— nos dice, Vladimir.

— Advertidos están .— complementa, papá, cruzado de brazos.

Raúl y yo salimos de aquella sala y caminamos en silencio hacia la salida.

Pero antes de salir, detengo mi paso.

— ¿Que sucede? .— me pregunta.

— Vete tu, yo me quedaré un rato para pensar en un par de cosas.

— ¿Estás seguro? Llegamos juntos, ¿cómo te irás a casa?

— Le pido un coche prestado a papá.

— No te va a querer prestar nada. No después de que casi te matas con uno de sus más costosos carros.

Olvidaba eso.

— Mejor quedate las llaves del mío, y yo le pido a Vladimir que me preste uno .— me dice.

— ¿Seguro?

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