Capítulo 5-.Vaya adolescentes con problemas de bipolaridad...
Abrí los ojos y los cerré de inmediato. Mi vista era pesada, y sentía que los ojos me ardían y picaban. La cabeza se me había convertido en una caravana, porque sentía como si retumbaran tambores en ella.
Me pasé gran parte de la noche sentada en la cama, sin hacer más nada que ver por la ventana mientras las gotas de lluvia se deslizaba por ésta.
Estaba furiosa con Talia. Sabía que odiaba que usara su maldito tono de autoridad conmigo. Sabía que lo odiaba tanto porque me recordaba a nuestra madre. Y eso sólo me hacía querer golpearla y arrastrarla por todo el vecindario.
Siempre era yo la que estaba de mal humor, siempre era a mí a quien le decían que debía cambiar su carácter y que debía ser más amable con todo el mundo. ¿Por qué no el mundo cambiaba para mí? Estaba harta de tratar de agradarle a la gente. Al final siempre recibía caras largas de desaprobación como respuesta. Y estaba harta de toda esta mierda.
Me levanté de la cama, con un suspiro de irritación. Había despertado media hora antes y despertar temprano aumentaba mi mal humor.
Me metí a la regadera sin pensarlo demasiado, la cabeza estaba por explotarme y sentía que si no tomaba una ducha rápidamente terminaría esparcida por la habitación. Dejé que el agua se deslizara por mi columna vertebral y que empapara por completo mi cabello y cuerpo. Estuve así alrededor de quince minutos, hasta que oí movimiento en la planta baja. Para entonces ya había disminuido un poco el dolor de cabeza.
Salí del baño enrollada en la toalla, y me detuve un momento a observarme frente al espejo. No estaba acostumbrada a hacerlo, siempre me había dado igual mi apariencia, si al mundo le gusta que bien y sino pues me daba exactamente lo mismo. Pero tenía un mal aspecto, uno terrible; me veía cansada y unas grandes ojeras nacían bajo mis ojos, lo que me hacía parecer a una drogadicta.
De entre mis cosas busqué mi kit de maquillaje, no sabía bien cómo hacerlo, pero después de algunos años de observar a Talia y a Tracy había logrado parecer decente. Me maquillé muy finamente, polvo compacto, algo de rubor en mis pómulos, máscara para pestañas y brillo labial. Tampoco quería que le diera un infarto a aquel que no estuviese acostumbrado a verme tan arreglada.
Caminé a mi armario y elegí unos jeans desgastados color azul y una playera verde que traía una leyenda que parecía ser macedonia. No me interesaba demasiado mi vestimenta, así que nueve de cada diez prendas con oraciones en ellas les desconocía el significado.
Me hice una coleta alta, pero me arrepentí al instante y dejé mi cabello suelto.
Bajé las escaleras y desde éstas vi como Talia buscaba algo en la alacena. Entré a la cocina y fui directo al refrigerador por algo de leche. No me gustaba la leche, me daba náuseas y no es porque sea intolerante a la lactosa, porque, vamos, amo el helado y el helado está hecho de leche, ¿no? Pero definitivamente detesto beber leche; aunque en estos momentos no quería estar tanto tiempo cerca de Talia, aún estaba enojada con ella y no me gustaría gritarle alguna que otra cosa indebida.
Cuando dejé vacío el vaso, lo enjuagué y lo puse de nuevo en la vitrina. Después tomé una manzana y salí de la cocina.
-No pensarás desayunar sólo eso, ¿verdad? -la ignoré. También me ponía los pelos de punta que me dijera qué debía comer. Pero no tenía siquiera ganas de fulminarla con la mirada.
Me cepillé los dientes en el baño inferior, luego tomé mi mochila dispuesta a irme, pero Talia tenía ganas de hacer de mi mañana una verdadera escoria.
- ¿Sigues enojada por lo de anoche? -me tapaba la salida. Y por primera vez la miré, con furia, mientras apretaba mi mandíbula.
-Muévete.
-Vamos, Lía, sabes que tengo razón.
-Hazte. A. Un. Lado.
Se cruzó de brazos, no iba a dejarme salir hasta que le diera la razón. Si quería que habláramos no era para pedirme una disculpa, lo hacía para lavarme el cerebro y que yo me sintiera mal por mi actuación, pero no se lo iba permitir.
La tomé de un brazo y la empujé tan fuerte como me fue posible hacia un lado. El ruido que provocó el impacto fue tan estruendoso que Tracy bajó corriendo las escaleras para preguntar qué había pasado.
Con el rostro deformado por el horror, Tracy llegó hasta Talia para ayudarla a ponerla en pie, y me dirigió una mirada desaprobatoria.
Cerré la puerta de un gran golpe y me fui a la escuela. En el camino gritaba con frustración y pataleaba, enojada.
Llegué pronto a mi aula, así que no me dio demasiado tiempo para calmarme, y no quería calmarme tampoco. Me irritaba saber que Tracy había escuchado cuando empujé a Talia, pero me irritaba aún más que creyera que había sido todo mi culpa. Era a mí a quien todos culpaban, y a pesar de las explicaciones que diera nadie creía en mí. Por ello había tenido conflictos en mis escuelas anteriores, no porque yo buscara problemas, sino porque los demás chicos me molestaban y cuando yo me defendía resultaba perjudicada. Lo mínimo que esperaba de mis hermanas era que me creyeran, que confiaran en que yo no había hecho nada malo y sobre todo que me defendieran, ¿pero qué era lo que me daban? Me decían que debía cambiar, que ya no buscara más problemas, que fuera una chica normal. Peleé durante mucho tiempo por esto, pero al final me rendí, al final cedí ante el mundo. Y me convertí en lo que ellos querían.
Unas lágrimas comenzaron a descender por mis mejillas, y me sentí aún peor. Las limpié de inmediato cuando vi como el salón comenzaba a llenarse.
Me reflejé en el teléfono y busqué en mi mochila un poco de corrector para las ojeras, y en los ojos me apliqué unas gotitas de manzanilla para la irritación. Quedé como si nada hubiese pasado.
Todos ocuparon sus lugares y el profesor de inglés se hizo presente a los cinco minutos.
Por el rabillo del ojo fijé mi vista en el asiento de Maxon. No estaba. ¿Se habrá quedado dormido y llegará tarde?
Volví mi vista al frente porque al señor Roberts se le ocurrió dejar algunos ejercicios, y si no me apresuraba a copiar iba a borrarlos y tendría puntos menos en la asignatura.
Después de una clase estresante y aburrida fui por algo de comer a la cafetería. Sabía que lo que había ingerido por la mañana no serviría de mucho, y mi estómago comenzaba a crujir.
Había una larga fila para comprar, me formé, y a un par de personas delante de mí vi a Maxon, que charlaba con un chico con el que le había visto el día anterior. Estuve buscando su mirada por algunos segundos, y cuando por fin volteó a verme lo saludé agitando levemente mi mano y la sonrisa que tenía en su rostro desapareció al instante y salió de la cafetería junto a su amigo.
¿Por qué rayos me había ignorado? ¿Aún seguía enojado por lo de ayer? ¿Eso qué tenía que ver conmigo? Tantas preguntas vagaban en mi cabeza, realmente no podía entenderlo. Ayer había sido tan amable y tierno, pero después de discutir con su hermano se había comportado como un patán.
Lo que más me sacaba de quicio era que me estaba afectando su actitud distante. ¿Qué estaba pasando conmigo? ¡Basta! ¿Quién se creía que era, Patch Cipriano? Si está creyendo que voy a rogarle, está más que equivocado, oh, sí.
Las siguientes horas fueron pasando sin inconvenientes. El proyecto de ciencias había resultado mejor de lo que esperaba y había sacado una buena nota.
Entre clases me encontré con Tracy y me pidió que no peleáramos más, así que decidí complacerla y dejar de lado mi orgullo. Si habíamos venido a RoastFalls era para comenzar de cero, y eso haríamos.
De Maxon, bueno, al él lo había topado en los cambios de clases, pero había hecho como si no me percatara de su presencia y por lo que vi eso le afectó.
Vaya adolescentes con problemas de bipolaridad.
Revoleé los ojos y sonreí.
Como última clase tenía artes visuales, así que debíamos trasladarnos al taller. Seguía a mis demás compañeros que se empujaban para ocupar un buen asiento. Me limitaba a observarlos y negar con la cabeza en repetidas ocasiones, ellos podían ser infantiles si se lo proponían.
Al final de la clase me fui directamente al estacionamiento. No quise esperar a Tracy porque tenía algo importante que hacer, después la vería en casa y le explicaría todo, pero ahora debía buscar alguna distracción.
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Extrañas©✓
Teen FictionLía James es una joven que ha pasado por infinidad de situaciones a su corta edad, unas más aberrantes que otras: la muerte misteriosa de sus padres y quedar a la tutela de su tío Reynold, quien busca retenerla a ella y a sus hermanas por un motivo...