Capítulo 38-. Qué ciudad del amor ni que nada...

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Capítulo 38-. Qué ciudad del amor ni que nada...

Un jueves por la tarde en plenas vacaciones de verano. Sin escuela, sin trabajo porque Ben era la persona más increíble del planeta, después de mí, desde luego, y porque era mi cumpleaños número diecisiete.

No podía creer que apenas hace una semana teníamos clases y ahora ya estábamos de vacaciones y el año escolar había culminado.

Eran las diez de la mañana, las chicas pensaban que seguía durmiendo pero la verdad es que estaba despierta desde las ocho gracias a los muchos bonitos mensajes de feliz cumpleaños que había estado recibiendo. Melani, Jaden, Tina, Ben e incluso Alex me habían estado dando los mejores deseos desde temprano. También había recibido un bonito mensaje de Maxon, no podía creer que realmente se acordara de la fecha; tal vez no todo había sido una completa farsa, tal vez en algunas ocasiones sí había sido sincero conmigo y realmente mi amigo.

Había un par de regalos en la mesita de noche que por la decoración sabía de quién venía cada uno. Tracy y Talia tenían un peculiar estilo para decorar las cosas, mis regalos especialmente.

— ¡Te dije que ya estaba despierta, ya se había tardado en roncar como foca asmática! —gritó, Tracy, asomando la cabeza por la puerta de la habitación y abriendo mucho los ojos, con toda esa alegría y energía que la caracterizaba. Yo me dejé caer nuevamente sobre la cama y me puse la almohada sobre el rostro; éste sería un día muy largo.

— ¡Vamos, Lía, arriba! —sí, hasta Talia se ponía entusiasta cuando de mi cumpleaños se trataba. No es que odiara esa fecha en especial, odiaba todo tipo de días que significaran muchas personas atosigándome y no dejándome comer en santa paz, navidad, año nuevo, acción de gracias, etc.

—Espero que hayan hecho spaguetti —les recriminé aún con la cara cubierta.

— ¿¡Cómo lo supiste!? —ruedo los ojos ante la pregunta de Tracy, sabía que era lo que habían cocinado para mí porque lo hacían cada año.

Ambas sabían que a mí eso del pastel de cumpleaños, las velas y los gorros festivos no me gustaban un poco; me conformaba con un gran platón de spaguetti y pan con ajo, mi comida favorita.

— ¿Cómo amaneciste? —cuestionó la maternal Talia, quitándome la almohada de la cara y revolviendo mi cabello; gesto que detesto, cabe decir.

— ¿Acostada? —respondí sardónica. Ella puso los ojos en blanco y mejor me tendió mi bandeja de comida en lo que yo me sentaba y recargaba mi espalda sobre la madera.

Mientras devoraba mi sustituto de pastel, ellas se me quedaban viendo con ojos brillantes y esas sonrisillas que comenzaban a ponerme los pelos de punta. Ese par traía algo entre manos, tanta atención y buen genio tenía algo detrás.

— ¿Qué es lo que no me están diciendo, par de malas mentirosas? —apunté a ambas con mi tenedor.

—Sobre eso... —musitó Tracy, quedándose muda de repente.

—Verás... —oh, no. Por favor que no sea lo que estoy pensando, por todos los dioses.

—Habrá una fiesta, ¿cierto? —entrecerré los ojos, como si con eso pudiera modificar una posible respuesta afirmativa.

Ambas sonrieron de manera maliciosa, yo sólo quería que un rayo me partiera en dos o que me atragantara con uno de los fideos de mi plato. Una fiesta nunca había sido lo mío aunque en ella estuvieran sólo personas que conociera de toda la vida o fueran de mi completo agrado; sólo no me gustaban y ya, no existe una explicación más que esa.

—Vaya mierda —comí con cara de pocos amigos mientras ellas seguían ahí observándome terminar mi platillo.

(...)

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