Capítulo 25-.Nuestra peor pesadilla...

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Capítulo 25.- Nuestra peor pesadilla...

De pronto sentía que mi respiración se había vuelto dificultosa y que el corazón me latía en la garganta. ¿Cómo demonios hacía el maldito Reynold para hallarnos siempre? Joder, aún no podía creer que estuviese aquí.

Me pasé las manos por la cabeza infinidad de veces, alborotando mi cabello, y presionando mis sienes que amenazaban con comenzar a doler.

—Hola, pequeña Lía, ¿no me digas que no me extrañaste? —tragué saliva con mucho esfuerzo, mientras mi ceño se hacía más profundo.

Talia seguía sentada en el sofá con Reynold tras el respaldo y una mano en la nuca de mi hermana. Ella estaba haciendo respiraciones largas para tratar de mantener la calma.
Tracy, el algún momento en el que no le había prestado atención, se había sentado en el suelo, derramando lágrimas en silencio. Su rostro y cuello estaban completamente enrojecidos, y su respiración era trabajosa, aún peor que la mía.

—Señor, todo está listo —habló uno de los hombres de Reynold. Por supuesto, él nunca andaba solo, siempre llevaba a sus perros tras de él.

Reconocí rápidamente al dueño de la voz, era su hombre de confianza, Gastón. No sé por qué pero ese tipo siempre me había resultado escalofriante. Tal vez por su horrenda cicatriz por la mitad del rostro, producto de un incendio. O porque siempre me veía como si quisiera desnudarme con la mirada, pensar eso me causaba náuseas y miedo a la vez.

Cuando se dio cuenta que lo observaba me guiñó un ojo y sonrió de lado, con sus amarillentos dientes. Tragué saliva y desvié la mirada a otro lado de la habitación.

—Está bien. Espera afuera.

—Sí, señor, como ordene.

Antes de marcharse a donde Reynold le había ordenado pasó por mi lado y se detuvo unos segundos que me parecieron una eternidad, para tomar entre sus asquerosas manos mi cabello y olerlo.
Cerré los ojos instintivamente y apreté los puños a mis costados, conteniendo la rabia que me causaba que me pusiera una mano encima.

—Gastón —Reynold llamó su atención y elevó una ceja retándolo. Por lo menos a mi tío sí podía agradecerle eso, que nunca dejaba que ese imbécil se pasara de listo conmigo o mis hermanas. Claro, sólo él quería ser el dueño de nuestras pesadillas y miedos.

Gruñó imperceptiblemente, y soltó el mechón que tenía en la mano, abandonando la sala.

—Muy bien niñas, espero que hayan disfrutado sus vacaciones, pero tienen que volver con el tío Reynold.

—No podemos irnos así —tomé valor para hablar. Tal vez sólo quería aletargar lo que no podía evitarse.

—Por supuesto que sí, niñita. No se te olvide que están bajo mi custodia.

—No podemos irnos porque... —estaba buscando alguna idea para retrasar nuestra partida. Había una pequeña esperanza dentro de mí que me decía que aún podía hacer algo. Por lo menos, tener un poco más de tiempo para hacerme a la idea de que me iría de RoastFalls. —Porque las personas notarán sospechosa nuestra partida.

—Tal vez, pero no sería la primera vez que lo hacen, ¿o sí?

—Pero esta vez he hecho amigos. Tengo que despedirme de ellos y decirles que no se preocupen —él me sonrió y elevó las cejas como si no pudiera creerlo. Ni yo terminaba de digerirlo aún, tenía amigos, de verdad.

—Vaya, quién diría que tú podrías algún día tener amigos. Ahora me pareces aún más adorable que antes —carcajeó. Apreté los puños y la mandíbula, exasperada por su actitud.

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