Capítulo 23-.Cargos de conciencia...

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Capítulo 23-.Cargos de conciencia...

Mi cuerpo tiritaba descontrolado, como una clase de miedo sin un motivo certero. Pero lo sentía, sabía que las cosas ya no estarían bien entre Maxon y yo, porque demonios que lo había arruinado, y esa era la razón del tamborileo de mi sistema.

Afortunadamente estaba en mi habitación, encerrada y con el pestillo corrido por si acaso. Mis hermanas estaban ocupadas en lo que sea, por lo que me había evitado las miradas escrutadoras de parte suya.

Me encontraba parada a mitad de la recámara, paralizada y con un subir y bajar de mi pecho que anunciaba cuánto había corrido hasta acá. Tenía los ojos desorbitados. Abriéndolos y frunciendo el ceño tan rápidamente que se denotaba la guerra mental en la que me encontraba. No sabía cómo sentirme, si alagada por saber que Maxon estaba interesado en mí, o aterrada y exasperada por haberse atrevido a besarme; lo único de lo que podía estar indómita, era de que yo no sentía esa clase de atracción hacia él, en absoluto.

Y me sentía impotente con eso, porque lo último que deseaba era una guerra de hormonas, pues de eso se trataba todo, una simple confusión que podría costarme la amistad del rubio.

Sólo el insistente sonido de mi puerta me hizo volver a la realidad.

— ¿Sí, qué pasa?

—Uno de los chicos ha venido a verte -se oyó tras la madera, era Tracy con evidente entusiasmo. Me aterré al instante, ¿podría ser Maxon? Rayos, con qué cara voy a verlo; aún no termino de digerir lo que acaba de suceder.

— ¿Quién?

—No lo sé —respondió con pena. Sí, Tracy aún no terminaba de entender que el misterioso era Jaden y el rubio, Maxon.

— ¿Cómo es?

—Alto y fornido... —rodé los ojos. La descripción no era precisamente el punto fuerte de Tracy.

Abrí la puerta, respirando con profundidad. Si era Maxon me importaba un carajo, no era yo quien había besado al otro de repente y sin aviso. Si había venido y quería hablar conmigo, pues hablaríamos, yo no tenía por qué esconderme. Pero mis piernas no dejaban aún de sentirse como gelatina.

— ¿Dónde está Talia? —pregunté asomando mi cabeza, en un leve susurro.

—Salió con Sebastián... ¿Por qué hablamos en murmullos?

No respondí. Sólo necesitaba saber que Talia no podría escuchar la posible confrontación entre Maxon y yo. De Tracy ya me encargaría después.

Fui expulsando más aire mientras bajaba los escalones con lentitud. Volví hacer el rodete ya que éste se había arruinado hace mucho, aunque parecía más bien un extraño nido. Y abrí la puerta, con mi entrecejo bien marcado. Algo que se borró inmediatamente, y junto a ello vino una repentina oleada de oxígeno y el palpitar de mi corazón.

— ¿Estás muy ocupada? —su voz fue como una especie de bálsamo que hizo que terminara de hacerme la fuerte. Abracé firmemente a Jaden. Sollozando, sin lágrimas, un simple y casi inaudible gemido. — ¿Te encuentras bien?

Me separó de su lado para verme a la cara, colocando sus palmas sobre mis mejillas.

—Qué bueno que viniste, Jaden —lo besé en la mejilla. Sí, lo sé, algo que se supone que no me gusta hacer, pero estaba agradecida con él por estar ahí en ese momento donde lo único que nos convenía a mí y a mi cerebro era dejar de pensar en lo ocurrido.

— ¿Te apetece un helado? —mordió su labio inferior, en un gesto de nerviosismo.

—No se te pudo ocurrir nada mejor —afirmé. Así que ya no pasó a mi casa, yo fui quien salió.

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