Capítulo 39-. Al fin una buena noticia...

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Capítulo 39-. Al fin una buena noticia...

La estadía en Barcelona había sido maravillosa. Jaden en ningún momento me había dejado sola, bueno sí, para ducharme e ir al baño, pero de ahí todo el tiempo estuvo a mi lado, haciéndome reír.

En cuanto llegamos nos fuimos a un hotel, el cual ya tenía reservado. Él había estado muy seguro de que nosotros terminaríamos volviéndonos a hablar, así que casi todo ya estaba pagado y programado. Visitamos un sinfín de lugares encantadores, donde Jaden se convirtió en mi guía de turistas... Uno muy apuesto, desde luego. Aunque yo estuve más concentrada en el movimiento de sus manos y sus bonitos gestos que en lo que me describía y enseñaba. Ya no iba a negarlo, estaba completamente embobada por él, aunque no sabía hasta qué grado y qué significaba esto que sentía cada vez más fuerte dentro de mí.

En una noche, habíamos ido a cenar a un lujoso restaurante, habíamos bebido vino y comido tantas cosas afrodisíacas que ni siquiera podía pronunciar, pero que Jaden decía de una manera que sonaba sensual. Siempre estuvo concentrado en mí, haciendo sentir como el centro del universo a pesar de las muchas chicas bonitas y mejor dotadas de atributos con las que nos cruzamos. Incluso, me había dado un casto beso en la comisura de los labios para que todas aquellas lagartonas nos dejaran en paz y supieran que él sólo estaba interesado en mí. Desde luego que me había quedado en shock luego de aquel gesto, pero Jaden se había encargado de hacérmelo olvidar momentáneamente. La verdad es que me había gustado sentirme importante y actuar como si fuéramos pareja.

A nuestro regreso, después de cinco fabulosos días allá pasamos juntos el resto del día. Era como si pudiéramos estar los dos en todo momento y jamás nos cansaríamos. Siempre teníamos de qué hablar, sólo nos quedábamos en silencio cuando estábamos jugando a ver quién retiraba la mirada primero o cuando comíamos porque yo ponía toda mi concentración en mi plato; de ahí, eran largas y entretenidas conversaciones las que manteníamos.

-Lía, por favor, deja de contar unicornios y muévete hacia la mesa dos -Alex llamó mi atención.

Estaba sentada frente a la barra, con mi mano sosteniendo mi mejilla, y seguramente con la sonrisa más estúpida del mundo. Le sonreí a Alex a modo de disculpa y me dirigí hacia la mesa para atender al cliente.

-Buenas tardes, bienvenido al bar de Ben, ¿desea ordenar algo? -sí, al fin había podido aprenderme la frase sin cortarla.

-Em... ¿Me puede traer a la mesera en una bandeja dorada y cubierta de flores? -preguntó el cliente con tono inocente, y sólo hasta ese momento salí de mi burbuja y pude darme cuenta de quién se trataba.

- ¡Oh, por todos los cielos, Rick! -grité con la voz más chillona del mundo, sin darle tiempo de levantarse de su asiento y me abalancé sobre él como una niña que descubre a papá Noel entrando por la chimenea.

Su gruesa risa, rebotó por todo el lugar, devolviéndome el abrazo como podía, mientras mi cabeza vibraba en su pecho producto de las risas de ambos. Seguramente estábamos llamando la atención de los presentes pero no me importaba un poco, él estaba aquí después de un tiempo y yo me sentía muy feliz por saber que estaba bien.

-Debería ausentarme más seguido -comentó cuando logré mantener la compostura.

Me alejé de él y tomé asiento. Que la otra mesera se encargara de los clientes, no había muchos como para no abarcarlo, yo tenía a una persona muy importante frente a mí y se merecía toda mi atención.

-No te se ocurra -lo fulminé ligeramente. -Dime que has venido para quedarte -continué, sin dejar de sonreír.

Rick sacó todo el aire que pudo y de pronto se puso serio, algo que yo evidentemente imité porque si tenía esa cara sin expresión lo que iba a decir a tenía que ser algo realmente preocupante o, por lo menos, de suma importancia. Me sentí mal, como si oprimieran mi pecho y sacaran de él todo el buen ánimo que había sentido hace sólo un par de segundos.

-No realmente...

-Bien. Suéltalo ya -pedí. Tenía que decírmelo ya porque eso de darle rodeos a un asunto sólo me hacía sentir más nerviosa, era mejor que fuera directo y que lo que sea que me iba a contar lo soltara sin anestesia.

Y, casi al mismo instante en que iba a pronunciar las palabras, algo en el televisor del local robó mi completa atención.

- ¿Podrías subirle, por favor? -le pedí al cocinero, que tenía el mando en las manos.

Ahora estaba de pie, muy atenta a la señorita que anunciaba las noticias de las seis de la tarde.

«Después de una intensa e incansable persecución, y luego de muchos años en los que este hombre pudo salirse con la suya siendo declarado inocente por los jueces por una supuesta falta de evidencias, esta mañana fue capturado uno de los delincuentes más buscados del estado quien es acusado por lavado de dinero, privación de la libertad y portación ilegal de armas de fuego. Fuentes confiables aseguran que fue uno de los allegados a este sujeto quien ayudó a la policía a darle captura, aunque hasta ahora se desconoce quién lo denunció; parece que ha pedido el anonimato.»

Hasta ahí mi mente sufrió una especie de colapso y me quedé pasmada, mientras mi mirada seguía fija en las letras que pasaban en la parte inferior de la pantalla; Reynold James.

-De eso quería hablarte, Lía -comentó, Rick, con suma tristeza.

Me senté nuevamente, porque si seguía en pie iba a desfallecer por el impacto. La aprensión de Reynold significaban muchas cosas en éste momento, significaba un dolor inconmensurable hacia Rick que, aunque Reynold siempre lo hubo tratado con la punta del pie, denunciar a tu propio padre, a alguien que lleva la misma sangre que tú y que fue quien te dio la vida tenía que ser algo terrible, tan doloroso y triste. También significaba la libertad asegurada de mis hermanas y de mí, significaba que al fin había una buena noticia en mi vida desde hace mucho tiempo, y, por sobre todo, significaba una vida normal. Ya no más huir de ningún pueblo, ya no más ser unas extrañas.

-Quisiera decirte que lo siento, Rick, aunque claro que lo hago; ese hombre no se merece todo el amor, admiración y apoyo incondicional que tú le diste. Pero no lo siento porque al fin, después de mucho tiempo, pagará por todos sus crímenes y fechorías -me acerqué a él y lo abracé, porque sus ojos se veían irritados y tenía miedo de que se hundiera frente a mí y no supiera cómo mantenerlo a flote.

-Me duele tanto, Lía. ¡Es mi padre, demonios! -las lágrimas fluyeron libres, y yo lo abracé aún más fuerte, dándole todo mi cariño y consuelo en aquél simple gesto.

Sentí la mirada de Alex sobre mí, una que me pedía saber qué era lo que estaba ocurriendo. Sí, aún faltaban muchas personas por explicarles y contarles acerca de nosotras, pero cada vez quedaban menos y me era más fácil hablar de mi historia sin romperme en el intento. Ya habría tiempo para decirle todo, desde ahora el tiempo iba a estar de sobra.

 Ya habría tiempo para decirle todo, desde ahora el tiempo iba a estar de sobra

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