Capítulo 24.- No tenemos buenas noticias...
Estaba en casa. Era un jueves por la mañana, antes de la escuela. Y gracias al cielo era mi día de descanso. Aunque también ayer lo había sido.
Mis hermanas y yo llevábamos casi siete meses en el pueblo. Realmente no podía creerlo, y menos aún podía terminar de sentirme completamente segura de que Reynold no iba aparecer frente a nosotras de un momento a otro con su horrible rostro exigiéndonos volver con él. Porque después de todo, era nuestra única familia.
Habían pasado cuatro días desde lo acontecido con Maxon. Cuatro días en los que él no había intentado hablarme o darme explicaciones, y la misma cantidad de tiempo en el que no lo había visto por ningún lado. No llegó a la escuela en el transcurso de la semana, y no sabía si sentirme aliviada o preocupada.
A Tom, su mejor amigo, no parecía importarle su ausencia. O tal vez él ya sabía el motivo. A Jaden tampoco parecía quitarle el sueño que el rubio no se hubiera presentado a ninguna de las clases. Así que la única que estaba vuelta loca era yo.
En el trabajo tampoco pude saber de él. Alex había estado bastante amable en estos días, pero tampoco era que nos habíamos puesto a tomar el té. Ben salía constantemente a atender asuntos relacionados con los papeles del bar. Tina se había cambiado el color de cabello a rubio platinado. Y yo seguía siendo la única que no hallaba qué hacer.
Tomé ropa, que Tracy se había encargado de comprar para mí, de mi armario; menos mal no eran colores tan fosforescente como a los que ella estaba acostumbrada. Me quedaba un poco ajustada pero nada que no pudiera arreglar con un par de lavadas y usos en mis ratos libres. Bajé las escaleras con mi mochila en hombros y me adentré a la cocina para tomar un paquete de galletas saladas de la alacena. Lo metí en la mochila.
Talia se había ido hace unos diez minutos a la universidad, y Tracy seguía buscando qué ponerse cuando tenía más de quince atuendos para elegir.
Al cerrar la puerta de casa tras de mí, se me ocurrió hacer algo que no realizaba en varios meses; que era más o menos el tiempo que llevábamos aquí. Lo había borrado de mi lista mental de actividades porque según Talia, brincar como mono de un lado a otro no era algo que hacía una chica común y corriente.
Sonreí al mismo tiempo que me hacía un moño en el pelo para remover todos los cabellos de mi cara y me acomodaba la mochila sobre los hombros. Estiré un poco mis brazos y piernas e hice flexiones y estiramientos. Luego di unos cuantos pasos hacia atrás, viendo en varias direcciones para asegurarme de que nadie me estuviera viendo. Avancé con velocidad sujetándome con la mano derecha de un poste de luz, di un giro sobre él tomando impulso y me balancee hacia un árbol. Mi pierna izquierda se recargó sobre éste ofreciéndome impacto para avanzar hacia otro árbol; y sujetando ambos brazos de una rama gruesa di un giro en el aire, pasando justo por arriba de un cesto de basura como haciendo una parábola, y caí en posición de iniciar una carrera olímpica. Sentí euforia y toda la adrenalina recorrer mi sistema, esto se sentía tan malditamente bien, me hacía sentir viva. Había olvidado cuánto me gustaba practicar el parkour.
Seguí caminando como si nada. Tenía la respiración levemente acelerada pero nada de qué preocuparse. Me gustaba esa sensación en mi cuerpo después de realizar los saltos; ser una traceuse era sencillamente increíble.
Llegué al instituto con bastante tiempo de sobra, así que me senté en una de las bancas a comer de mis galletas.
—Hola, Lía, cuánto tiempo.
Limpié los restos de galleta de mis mejillas y le sonreí a Melani. Traía unos pesqueros verdes y una blusa gris, su castaño y ondulado cabello estaba sujeto por un moño, como el mío.
ESTÁS LEYENDO
Extrañas©✓
Teen FictionLía James es una joven que ha pasado por infinidad de situaciones a su corta edad, unas más aberrantes que otras: la muerte misteriosa de sus padres y quedar a la tutela de su tío Reynold, quien busca retenerla a ella y a sus hermanas por un motivo...