Capítulo 2-.Posiblemente, un serio problema mental...

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Capítulo 2-.Posiblemente, un serio problema mental...

Llevaba caminando por lo menos veinte minutos. Tanto Tracy como Talia sabían que odiaba caminar, no sólo eso, era la cosa número uno de mi lista de cosas que detestaba, pero ellas querían que pareciéramos personas "normales". Como si eso fuera posible. Las personas normales también tenían un automóvil, ¿verdad? Si es así, que alguien haga el favor de explicárselo a ese par. Después de un par de semanas voy a ser un espagueti andando.

Busqué a Tracy hasta el cansancio, pero no logré dar con ella, peor aún, me había perdido. Para ser un pueblo tan pequeño, en RoastFalls realmente podía perder la noción de dónde me encontraba parada. Parecía que estaba en un parque o algo parecido.

Mi angustia se desvaneció poco a poco al visualizar a un puñado de chicos que iba y venía de un lado a otro cerca de un edificio que parecía ser mi nueva escuela. Rogué mentalmente porque fuera ese, porque a decir verdad ya se me hacía tarde y no quería seguir caminando. Además, les había prometido a mis hermanas que iría a la escuela y que me comportaría lo mejor que pudiese. Debía hacerlo. Ya las había metido en muchos problemas debido a mi mal carácter, y quería, realmente deseaba remediarlo. ¿Qué era lo peor que me podría pasar en un pueblo con escasos dos mil habitantes?

Subí las escaleras que daban con la puerta principal, la abrí y a mi vista llegaron tres senderos. Uno era más grande, los otros dos del mismo ancho. El más amplio estaba formado por unos barrotes de concreto con apariencia romana, y los segundos tenían un estilo más bien campirano. No es que yo fuera muy conocedora de los edificios estudiantiles, pero se puede llegar a aprender algo después de haberte cambiado de escuela, por lo menos seis veces en el año. Así que mi agraciado instinto me decía que debía tomar el sendero de en medio.

Después de recorrer el trayecto, me hallé frente a una oficina que pintaba en letras blancas "Oficina del director". Toqué en un par de ocasiones, y al tercer golpe abrió una señora de no más de cuarenta años de edad, estatura media, cabello castaño y ojos color marrón; que iba vestida en un traje sastre color azul marino, y llevaba unos tacones no muy altos del mismo tono. Sólo en ese instante me sentí tan avergonzada por lo que había elegido esa mañana para mí: una blusa color crema que traía el diseño de un gato, mis pesqueros de pintor y mis inseparables converse rojas.

—Buenos días, soy Lía James y... —y me interrumpió diciendo que me ahorrara toda esa palabrería.

Me quedé con la boca caída prácticamente hasta el suelo, y la cerré para que no fuera a entrar alguna mosca. Llámenme exagerada, pero les aseguro que tengo una maldita mala suerte que, una vez durante la noche, mientras dormía, un mosquito se metió por mi nariz, y créanme, no quisieran vivirlo.

—Sus padres me han informado sobre ustedes, así que no se preocupe, pase y le daré su horario —asentí.

¿Mis padres? Sí, claro, como si pudieran de pronto resucitar. Talia seguramente le había pagado a alguien para fingir que eran nuestros padres, punto para ella.

—Aquí tienes.

—Gracias.

—Te daría un recorrido por la escuela, pero como verás, estoy muy ocupada —señaló una pila de papeles. Yo me limité a asentir por tercera ocasión.

Para ser un pueblo tan pequeño esta jodida escuela estaba bastante amplia. Habían distintos grupos, porque se mezclaban tres niveles escolares, secundaria, bachillerato y universidad. Yo iba al área de bachillerato.

Caminé fuera de la habitación y de vuelta, hallé una vez más los otros dos senderos. Gracias a que me habían facilitado un croquis pude saber que era el de la izquierda. Di con mi aula luego de unos veinte metros, y abrí la puerta con cierto nerviosismo.

Extrañas©✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora