Capítulo 29-.¿Por qué lo hiciste?...

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Capítulo 29-. ¿Por qué lo hiciste...?

¿Estar decepcionada? Eso era demasiado poco para describir lo que sentía en estos momentos. ¿Podía él estar con esos maleantes? Demonios, todo se armaba en mi mente como un maldito rompecabezas... 'De él no sé nada...' 'Él es un enigma total...' 'Parece que él no tiene padres...' 'Nadie lo conoce realmente...' 'Él es peligroso...'

Me consideraba tan patética ahí parada, tan malditamente como una jodida estúpida.

— ¡Dime qué mierda haces tú aquí! —grité histérica. Tracy parecía muy sorprendida también, tal vez sabía el porqué de mi reacción.

— ¿Qué pasa, Lía, por qué te pones así? No entiendo nada...

— ¡Explícame que haces aquí!

—Tranquilízate, por favor.

—Ahora sí has logrado sorprenderme —solté con rabia.

—Lía yo... —bajó la mirada con el ceño bien marcado, como si acabara de percatarse de la conclusión a la que acababa de llegar. ¿Decepción? ¿Esa mirada había sido de dolor? Vaya mierda más grande.

—No se te ocurra acercarte, maldito imbécil —espeté, y jalé a Tracy para seguir andando.

Jaden no hizo absolutamente nada por detenernos, y una parte de mí lo agradeció... Aunque la otra estaba muy triste y decepcionada porque él no se había esmerado en desmentir mi teoría. A los pocos segundos escuché el rugir de su moto, y después el ruido se esfumó por completo.

—Tengo frío, Lía —musitó Tracy. Estaba helada, su pequeño cuerpo temblaba, sus labios estaban morados y, a pesar del inclemente frío, ella estaba sudando y su pecho subía y bajaba de manera irregular. La abracé por breves instantes.

—Tenemos que seguir, Tracy, creo que ya falta poco —le sonreí genuinamente por primera vez en todos estos días, aunque melancólica.

También agradecí que no hablara de lo recién acontecido, no lograba terminar de procesarlo por mi cuenta y que ella guardara silencio era algo que me daba una mínima ración de calma.

Alrededor de media hora más tarde, cogimos un autobús hacia RoastFalls pagando con el dinero que Rick había puesto en la mochila. No estábamos tan lejos del pueblo, llegaríamos en unas cinco o seis horas.

No pude evitar comenzar a sollozar deliberadamente y dejar fluir mi llanto sin ganas de cesar. Sentía que mi corazón estaba hecho un puñado de polvo, estaba destrozada y me sentía tan deprimida que no me importaba llamar la atención de los demás pasajeros. Juro que nunca me había sentido así de defraudada ni dolida, se sentía como si un camión cargado de vacas hubiese pasado encima de mí unas veinte veces; así de deshecha me sentía.

Tracy se recostó a mi lado, sin decir absolutamente nada, y llorando en silencio mientras jugaba con los dedos de mis manos; tenía la manía de hacer eso cuando intentaba ya sea consolarme o persuadirme, y de alguna manera eso me distraía y me hacía sentir un poco más tranquila.

El resto del trayecto me quedé dormida en algún momento que no identifiqué, Tracy también lo había hecho, y desperté cuando estábamos muy cerca de la parada final. Sacudí ligeramente a mi hermana para que despertase.

—Tracy, estamos cerca, despierta -le susurré.

—Mm... Otro minuto, mami... —sonrió de manera casi imperceptible, con los ojos aún cerrados y pujando para que la dejase dormir. No pude evitar un gemido de tristeza. Todo este tiempo sólo pensaba en mí, cuando mis hermanas también habían sufrido por la pérdida de nuestros padres.

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