Epílogo

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Epílogo

Era una tranquila mañana de verano. Las vacaciones prácticamente habían acabado, y estaba a un solo día de regresar a la escuela. ¿Quién lo diría? Era mi último año, la última oportunidad de hacer y deshacer a mi antojo. Un solo año e iría a la universidad.

—Aquí está bien, gracias —hablé luego de unos quince minutos de viaje. El conductor frenó y se volvió a verme con su sonrisa de escasos y amarillos dientes. Pagué inmediatamente.

Bajé con las bolsas de compra y empecé a andar hacia lo que venía siendo una especie de mercado temporal. Sí, era mi turno de realizar las compras y abastecer la despensa de la semana. Talia y Tracy se habían quedado a hacer los deberes y yo había venido a comprar aquí desde muy temprano.

Estaba observando alguno de los escasos puestos de comestibles que se extendían por el pequeño terreno de no más de cincuenta metros cuadrados, cuando mi celular sonó en mi bolsillo. No era necesario que me fijara en el remitente, le había asignado un tono especial desde la noche que nos habíamos convertido en "más que amigos". No terminaba de acostumbrarme a decirle a lo nuestro, noviazgo.

Aún me sonrojaba cada vez que alguien nos preguntaba si al fin ya éramos novios, era como si todos ya supieran que teníamos que serlo, y me sentía completamente tonta porque antes de volvernos a hablar yo no había siquiera pensado en él de esa manera. Pero supongo que existían diferentes clases de amor; el amor a primera vista, y el de segunda vista, que era más o menos mi caso. Jaden me había dicho aquella misma noche que él estaba enamorado de mí incluso antes de nuestro primer beso, aquel que nos habíamos dado en los pasillos de RoastHills en una circunstancia que nos había confundido a ambos y hecho estar enojados; el mismo beso que también me había distanciado de Maxon. Pero que supongo, también nos había hecho ser más unidos los tres, y, sobre todo, el que volvió a juntar a ese par de chicos que tanto me importaban.

—Hola, hermosa novia —saludó, Jaden, en cuanto me puse el móvil al oído.

—Hola, Jaden —sí, parecía que el único ilusionado era él, pero realmente me sentía tan tímida cuando él me decía cosas bonitas, que mis palabras salían secas y un poco distante, aunque en mi estómago hubieran hormigas arrieras bailando hip hop.

¿Cómo dormiste? —sentí su sonrisa del otro lado. Andíra y Axel me habían dicho en alguna ocasión que fuimos a comer a su casa, que Jaden cada vez que hablaba conmigo por teléfono parecía hipnotizado y que siempre sonreía tan grande que pensaban que se le acalambraría el rostro. Esa tarde había sido tan divertida porque había visto sonrojarse tanto a Jaden que me había hecho verlo mucho más atractivo de lo que ya era.

— ¿Acostada? —dije en tono sarcástico, a veces me gustaba bromear con él.

No pierdes tiempo para hacerme sentir tonto, ¿verdad? —suspiró, resignado. Yo reí mínimamente.

—Sabes que soy así... Lo siento.

No digas nada, me encanta que hagas eso, tal vez soy un poco masoquista —asentí energéticamente, como si él estuviera viéndome. —Por cierto, ¿ya estás lista para la cena de hoy?

Oh, sí que lo estoy. Aunque, ¿estás seguro que tus primos gemelos no me acosaran? —pregunté con preocupación, mientras mi mano libre sostenía una manzana en la mano y la colocaba sobre la báscula, y mis piernas se encargaban de sostener las bolsas.

No sé por qué Jaden insistía tanto en presentarme a absolutamente toda su familia, digo, no es que me resultara molesto, pero, cuando me decía que posiblemente un par de gemelos de diecinueve años podrían intentar conquistarme me ponía muy nerviosa. Aunque Jaden me pedía que sólo los ignorara, porque él realmente lo que quería hacer era presumir que tenía a la novia más bonita del mundo. Rodé los ojos ante ese pensamiento.

—Completamente. Además, si intentan algo estoy seguro de que mi bonita chica se encargará de ponerlos en su lugar con un buen puñetazo en la cara —sonreí aún más, a la vez que la señora que me estaba atendiendo me daba la fruta.

—Está bien, está todo listo entonces —confirmé, dando pasos cortos hacia el siguiente puesto.

— ¡Perfecto! Entonces paso por ti a eso de las tres ¿te parece?

—De acuerdo.

Te quiero, Lía —su voz serena como un suspiro le dio un vuelco a mi acelerado corazón, que se ponía de esa manera cada vez que lo oía o lo tenía cerca.

—Te quiero, Jaden —colgué. La sonrisa aún permanecía, se sentía bien decirle aquellas palabras, era como si una pequeña presión se liberara, aunque existía otra que sólo podía ser removida cuando nuestros labios se unían suavemente.

Guardé el móvil en mi bolsillo y caminé una vez más para seguir comprando.

Casi me quedo petrificada en cuanto vi ese rubio cabello después de tanto tiempo, no sabía describir la emoción que me recorrió el cuerpo en aquel momento, sobre todo cuando su mirada se encontró con la mía y percibí el bonito brillo de sus ojos color miel; sonrió tímidamente. Comenzó a caminar hacia mí, sólo un par de metros nos separaba, y me abrazó con alegría, y sentí una extraña mezcla de sentimientos en mi interior.

Gracias por todo el amor.

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