Capítulo 8-.Tengo algo que pedirte...

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Capítulo 8-.Tengo algo que pedirte...

Cerré la puerta, de manera lenta, casi arrastrada. Y arrojé las llaves al pequeño tazón que estaba situado sobre la mesita descolorida, al lado del recibidor. Me quité la chamarra vieja plastificada, que estaba ligeramente humedecida en los hombros por el sereno de la noche que estaba siendo tan helada para ser verano, y la lancé a un punto desconocido, donde estaba segura que Talia la encontraría, porque ella era un detector de desórdenes, y me sermonearía acerca de lo que sería mi vida sin ella y su terrible obsesión por la limpieza. Un total y completo desastre.

Dirigí mis pies hasta el sofá y me desplomé por completo, como si me hubiese desinflado. También me quité los botines y los dejé bajo el sofá, sin necesidad de usar las manos.

Había sido un día pesado y fatigoso, estuve de una mesa a otra sin parar desde que mi turno comenzó, porque a pesar de ser un pueblo pequeño y sin muchos atractivos, a las personas de RoastFalls les encantaba beber café y ver televisión, algo que podían hacer en sus casas y ahorrarme el cansancio y ahorrarse mis miradas desdeñosas. Y me sentía como si acabara de correr un maratón.

Ejercicio, era necesario hacer ejercicio, y pronto, si es que pensaba seguir con el empleo. Ben, el dueño del bar, si bien era cierto que era una persona muy amable y encantadora, algo que por cierto me hacía querer golpearlo, pero que no hacía porque sea como fuera era mi jefe y eso no se le hacía a los jefes; era alguien que sin dudarlo iba a despedirme si no cumplía las expectativas, aún estaba en "la semana de prueba" y debía hacerlo bien.

Giré un poco mi cabeza para fijarme en la hora del móvil, el cual saqué del bolsillo trasero de mi pesquero de manera dificultosa, eran casi las diez. Me levanté perezosamente del sillón y arrastré mis pies hasta la cocina, necesitaba agua, con urgencia.

Después de merodear un poco en la alacena, comiendo de las galletas de Tracy y bebiendo el jugo antioxidante de Talia, que decía tener veinticinco por ciento de fruta, pero que realmente sabía a agua para lavar platos; subí las escaleras, arrastrado mi mochila, provocando que los cierres metálicos chocaran contra los escalones e hicieran un ruido mecánico. La tomé en brazos con un poco de fuerza de voluntad, para callar ese ruidito que comenzaba a fastidiarme.

No había nadie en la planta baja, pero de todos modos debía ahorrarme una escena innecesaria, como Tracy diciendo que deje de hacer bulla porque está viendo sus dramas coreanos, mientras yo le grito que se puede meter a sus actores asiáticos donde más le convenga, y Talia callándonos a ambas porque debe estudiar para su examen de no sé qué asignatura, pero que obviamente es de lo más aburrido. Y sinceramente no tengo demasiados ánimos para eso.

Seguramente Talia estaría sumida en sus libros de la universidad, o reescribiendo los apuntes de las clases; qué pérdida de tiempo. Tracy, probablemente estaría dormida, aunque con su nuevo "ligue" había estado emocionada todo el fin de semana, y esa palabra era poco; me desvelé escuchando lo lindo y caballeroso que había con ella sido aquel mocoso, que ni siquiera recordaba su nombre, así que existía la posibilidad de que estuvieran mandándose textos con emoticones de muñequitos compartiendo baba y toda esa cursilería adolescente. A veces me sentía como una anciana.

Entré a mi habitación, que olía a una mezcla de humedad y ropa sucia, pero que no limpiaría por más que mis hermanas se quejaran del mal aspecto, porque era mi sitio, el lugar donde podía ser yo, y teníamos la regla de respetar nuestros espacios. Me tumbé en la cama, tendida de manera pulcra con sábanas limpias con olor a suavizante de telas aroma bebé. La descompuse porque si no lo hacía no podría dormir cómoda, algo que Talia decía que era un problema mental, pero que yo, como en la mayoría de los casos, ignoraba. Fijé mi mirada en el techo, buscando nada realmente. Mientras mi subconsciente se perdía nuevamente.

Maxon ocupaba mi mente, Jaden ocupaba mi mente, pero sobre todo la extraña y divertida conversación con Alex, lo cual me hacía pensar nuevamente en Maxon. Bipolar.

«Ahora entiendo por qué»

Eso era lo que más daba vueltas en mi cabeza, ¿qué se supone que debía entender? ¡Ay! Él y sus comentarios sin un significado concreto. Odiaba los acertijos, en verdad los detestaba, me hacían pensar, y pensar me daba dolor de cabeza.

Opté por tomar una ducha, para sosegar un poco la tensión en mi espalda baja, me puse el pijama improvisado, que no era más que una playera extra grande, donde bien podría entrar una vaca. Y no tardé demasiado en entrar en un sueño profundo.

(...)

Abrí mis ojos de golpe, la habitación se veía un poco borrosa, pero logré adaptarme a los pocos segundos. Tomé un cepillo y desenredé mi cabello, que estaba vuelto un nido, porque ayer después de bañarme decidí dejarlo suelto, algo que sabía que era incorrecto y que ahora estaba lamentado. Lo peiné con la mayor serenidad que me fue posible hasta lograr desenredarlo por completo.

Luego me puse unos pantalones de mezclilla demasiado ajustados, que me hacían sentir como chorizo, pero que me hacía lucir un bonito trasero, y una playera tipo fútbol americano de color vino. Dejé mi cabello suelto, que era ligeramente ondulado, y bajé a la cocina.

—Buenos días.

Talia sólo se dedicó a verme desde la cocina con su típica mirada asesina porque había despertado tarde otra vez, pero no estaba dispuesta a amargarme porque había dormido como nunca antes, mientras estrellaba un par de huevos en un bowl y los mezclaba con una serie de cosas irreconocibles.

Tracy tenía los cachetes inflados, llenos de waffle, y los labios ligeramente manchados con cajeta. Parecía una linda ardilla que disfruta de sus bellotas.

Me senté a su lado y bebí una cantidad mínima de limonada. Tracy tragó lo que tenía en la boca, con esfuerzo, y le ofrecí mi bebida para que no fuera a atorarse, porque comenzaba a ponerse colorada.

—Gracias —dijo después de una larga exhalación y de recobrar el tono natural de su rostro.

Me límite a asentir ligeramente, y metí un waffle entero a mi boca y lo mastiqué con rapidez, algo que hacía con toda clase de alimentos, porque gracias al cielo tenía un estómago sin fondo y comía a velocidad sobrehumana.
Después de unos ocho waffle, Talia llegó para regañarme una vez más por comer como si no hubiera un mañana, y estaba en lo correcto, siempre comía con tal afán, pero yo no tenía la culpa de que existiera manjar tan exquisito en el mundo.

Una vez que terminamos nuestro desayuno, Tracy y yo emprendimos nuestro camino a RoastHills, en lo que Talia regresaba a su habitación por algún trabajo muy importante y cerraba las puertas de la casa.

—Tengo algo que pedirte —Tracy se detuvo de repente, lo que provocó que yo trastabillara un poco.

Tracy tenía esa mirada suplicante que me hacía rascarme la cabeza con impaciencia, lo que seguramente debía ser porque lo que iba a pedirme iba a ser algo que lamentaría el resto de mis días.

Extrañas©✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora