III

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La semana había sido un torbellino para Harry. Entre ir y venir de reuniones, terminando trabajos a contrarreloj, publicando artículos y revisando cada detalle en su mente creativa, no había tenido un respiro. El estrés lo tenía al borde, y aunque intentaba enfocarse, el sonido persistente del llanto de Theo a través de la delgada pared lo sacaba constantemente de su concentración. No podía evitar imaginar a Louis luchando por calmar a su hijo, solo, sin apoyo.

No habían vuelto a hablar desde aquella tarde en su departamento, cuando Harry había cocinado para ellos. Desde entonces, todo se había reducido a pequeños intercambios silenciosos: miradas cruzadas cuando Harry salía a trabajar y Louis abría la puerta para recoger el correo o alguna entrega. Eran momentos fugaces, sin palabras, pero cargados de algo más que una simple coincidencia.

Hasta ese día. Harry estaba preparando una taza de café, algo habitual en su rutina, cuando escuchó un sonido que lo alertó. A través de la puerta, el eco de una tos seca, profunda y repetitiva llegó a sus oídos. Era Louis.

Harry se tensó. Aquella tos sonaba mal, demasiado fuerte, demasiado insistente. Sin pensarlo dos veces, dejó la taza a medio preparar y salió de su departamento. Su cuerpo se movía casi de manera automática mientras bajaba rápidamente hacia el lobby, con su mente ya trazando un plan.

Al llegar, se encontró con Tom, el portero, que estaba terminando de organizar un par de sobres sobre el mostrador. El hombre levantó la vista al ver a Harry.

-Hola, buenas tardes -murmuró Harry, tratando de sonar lo más calmado posible.

-Buenas tardes, joven Styles -respondió Tom, siempre cortés, inclinando ligeramente la cabeza en saludo.

Harry se aclaró la garganta, algo nervioso por la pregunta que iba a hacer.

-¿Puedo preguntarte algo, Tom?

-Por supuesto -dijo el portero, arqueando las cejas, curioso.

Harry vaciló por un segundo antes de continuar, su tono era medido, aunque su preocupación empezaba a notarse.

-Hay un joven en mi piso... em-en el 28, con un bebé...

Tom asintió, sus ojos brillando en reconocimiento.

-Oh, sí, es nuevo. ¿Ha causado algún problema?

-Eh... no, no, para nada -respondió rápidamente Harry-. Es solo que... bueno, me preguntaba si lo has visto salir últimamente, al supermercado o algo así.

El portero frunció el ceño, como si tratara de recordar.

-La verdad, que yo recuerde, no lo he visto salir esta semana -respondió finalmente-. ¿Por qué lo preguntas?

Harry se pasó una mano por el cabello, claramente preocupado.

-Es que lo escuché toser, suena mal. Y con el bebé... no sé, estoy preocupado. No parece haber salido ni a comprar, y si está enfermo...

Tom lo observó con una expresión comprensiva, asintiendo lentamente.

-Entiendo, joven Styles. Si quieres, puedo subir a echar un vistazo o contactar con alguien.

-No, no, yo me encargaré de hablar con él -dijo Harry rápidamente-. Solo quería saber si tú habías notado algo extraño.

-Bueno, siempre estamos atentos, pero no parecía haber ningún problema hasta ahora -dijo Tom con una sonrisa amistosa-. Avísame si necesitas algo, estoy aquí para ayudar.

Harry se despidió de Tom con un leve asentimiento y salió del edificio, su mente aún acelerada con pensamientos sobre Louis. Algo no estaba bien, y la preocupación lo invadía. La urgencia lo hacía moverse más rápido de lo habitual, casi sin pensar, guiado por la sensación de que debía hacer algo, cualquier cosa, para ayudar.

El vecino: Bajo el Mismo TechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora