VI

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No habían hablado todavía. Harry, sin dudarlo, había arrastrado a Louis y a Theo a su propio departamento, siendo consciente de que el espacio de Louis se había inundado con el fuerte aroma del otro alfa. Sabía que no era seguro quedarse allí, no con el miedo palpable que todavía se aferraba a Louis y al pequeño.

Con cuidado, también tomó el bolso de Theo y su cuna portátil, colocándola a un lado del sillón en su sala de estar. Louis se había acurrucado en el sofá, con las piernas contra su pecho, abrazándolas con una desesperación silenciosa. Su cuerpo temblaba, y sus ojos, llenos de lágrimas, miraban fijamente un punto en la pared, como si intentara encontrar algún refugio mental, alguna forma de huir de lo que acababa de ocurrir.

Harry no sabía qué hacer. Estaba de pie, a unos metros, su propio cuerpo temblando por la adrenalina que aún lo recorría. Nunca había lidiado con una situación como esta antes. Quería ayudar, quería decir algo que pudiera consolar a Louis, pero las palabras se sentían inútiles en su garganta.

Theo lloriqueaba en su cuna, pero ni siquiera ese sonido parecía romper la barrera de miedo que rodeaba a Louis. Harry respiró hondo y se acercó lentamente, arrodillándose frente a Louis para estar a su altura.

-Louis... -susurró suavemente, su voz temblorosa pero llena de preocupación-. Estás a salvo aquí, lo prometo. Nadie va a hacerte daño a ti o a Theo mientras estés conmigo.

El omega no respondió de inmediato. Parecía atrapado en su propio mundo de dolor y miedo. Harry, desesperado por hacer algo, extendió la mano con cautela y la apoyó sobre el brazo de Louis, buscando ofrecerle al menos un poco de consuelo físico.

Louis tembló con más fuerza al sentir el toque de Harry en su piel. Su cuerpo, aún encogido y frágil, reaccionó a la calidez de la mano del alfa, como si intentara encontrar un ancla en medio de la tormenta que lo envolvía. La mirada de Louis se desvió lentamente hacia Harry, sus ojos inundados de una mezcla de miedo y gratitud.

-No sé qué hacer... -murmuró, su voz quebrada como si cada palabra fuera un esfuerzo monumental. Louis estaba luchando contra una oleada de emociones, sintiendo la presión de la situación que había dejado una huella en su mente.

Harry se sintió abrumado por el deseo de proteger a Louis y a Theo. Acercándose un poco más, se acomodó frente a él, manteniendo la mirada. Quería que Louis supiera que no estaba solo, que podía contar con él.

-Voy a quedarme aquí contigo -dijo Harry, su tono firme pero suave-. Puedes quedarte el tiempo que necesites. No tienes que enfrentarlo solo.

Louis tragó saliva, intentando controlar el temblor en su cuerpo. Las lágrimas empezaron a caer de nuevo por sus mejillas, y sin pensarlo, se lanzó hacia Harry, buscando su abrazo. Se dejó caer en su pecho, aferrándose a él como si fuera la única cosa que lo mantenía a flote. Harry, sorprendido pero aliviado, rodeó a Louis con sus brazos, sintiendo el calor del omega contra su cuerpo.

El llanto de Theo se atenuó a un suave quejido mientras Harry acariciaba suavemente la espalda de Louis, susurrándole palabras de consuelo. El espacio que antes estaba lleno de tensión ahora se llenaba de una sensación de calma.

El omega de Louis lloraba en su interior, atrapado entre la vulnerabilidad y el deseo de encontrar refugio. Instintivamente, colocó su nariz en el cuello de Harry, buscando el aroma a alfa, a alguien que lo protegiera y le devolviera un poco de la seguridad que había perdido. El calor del cuerpo de Harry era un bálsamo para su angustia, y en ese momento, Louis se aferró a la idea de que quizás, por fin, había encontrado a alguien en quien confiar.

Harry sintió cómo el cuerpo de Louis se relajaba poco a poco en sus brazos. El aroma del omega, la mezcla de canela y miel y la fragancia única que lo acompañaba, invadía sus sentidos, y eso le daba la fuerza que necesitaba para mantenerse firme. Se preguntaba cómo había llegado a esa situación, pero no podía evitar sentirse protector, incluso a pesar del caos que les rodeaba.

-Está bien, estoy aquí -susurró Harry, sintiendo que su voz resonaba con la intención de calmarlo-. No dejes que él te haga sentir así.

Louis asintió, la cabeza aún enterrada en el cuello de Harry, mientras el llanto interno comenzaba a desvanecerse. La proximidad de Harry era un refugio inesperado, un recordatorio de que tal vez no estaba tan solo en su lucha.

-No quiero que vuelva a entrar -murmuró Louis, la voz apenas un hilo, como si hablarle al aire pudiera darle la fuerza que le faltaba-. No quiero sentirme así nunca más.

Harry apretó un poco más su abrazo, sintiendo la determinación brotar en su interior. -No lo hará, lo prometo. Te tengo a ti y a Theo, y no voy a dejar que nada ni nadie os haga daño.

Ambos se quedaron en ese abrazo, el tiempo suspendido mientras el mundo exterior se desvanecía, solo existiendo ellos dos en un espacio de protección y promesas silenciosas.

A medida que los momentos se deslizaban entre sus dedos, Louis sintió que la tensión en su cuerpo comenzaba a desvanecerse. La calidez del abrazo de Harry lo envolvía, y la tranquilidad de su presencia lo seducía a cerrar los ojos. Su respiración se volvió más suave, el ritmo de su corazón, aunque aún acelerado, encontraba un nuevo compás.

Harry, consciente de cómo Louis se relajaba poco a poco, lo sostuvo con delicadeza, como si temiera romper el frágil hechizo que los unía. Se preguntó si debía hablar, si debía decir algo para mantener esa conexión, pero las palabras se perdieron en el aire. Era un momento sagrado, donde las inseguridades y el miedo parecían disiparse, dejando solo el abrigo del otro.

Louis se hundió un poco más en el calor de Harry, sintiendo cómo su cuerpo se entregaba a la pesadez del sueño. En la penumbra de la habitación, el llanto de Theo había cesado, y el suave murmullo de la respiración de Harry lo arrulló, llevándolo a un estado de paz que no había experimentado en mucho tiempo.

Con un suspiro profundo, Louis se rindió al sueño, su cabeza descansando en el hombro de Harry, mientras la carga de la realidad se deslizaba de sus hombros. Las lágrimas que habían brotado en su interior se secaron, reemplazadas por un sentimiento de seguridad, de pertenencia.

Harry sintió cómo el cuerpo de Louis se relajaba en su abrazo, y un cálido alivio se apoderó de él. Miró hacia abajo y vio a Louis con los ojos cerrados, su rostro sereno y vulnerable, un contraste absoluto con la angustia que había llevado antes. Era un momento de conexión, de promesas implícitas y un futuro que aún no podían definir.

El mundo exterior se desvaneció, y Harry se permitió un pequeño suspiro, sintiendo que, aunque todo a su alrededor parecía desmoronarse, en ese instante todo estaba bien. Se comprometió a cuidar de Louis y de Theo, a ser el alfa que necesitaban, mientras los tres se adentraban juntos en un nuevo capítulo de sus vidas.

El vecino: Bajo el Mismo TechoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora